Utopia
Eduardo Ibarra Aguirre
Las
buenas cuentas que adelanta el titular del Ejecutivo federal a los
gobernados, antes de partir al París que se resiste en las calles a ver
limitadas sus libertades por los atentados terroristas y el cobro
oficial de facturas con los mismos métodos de siembra del odio, no dan
para constituir tendencia estable y menos para sostener que “México está
destinado a ser una nación imparable”.
Los
buenos números y juicios de Enrique Peña Nieto, dados a conocer en la
víspera de la mitad de un mandato que comienza la media noche del lunes y
desde hace un año padece la sucesión adelantada, son:
La
inversión extranjera directa alcanza niveles históricos de 91 mil
millones de dólares. Los empleos formales creados superan la cifra de
los cinco sexenios anteriores y se registra la tasa más baja de
desempleo desde 2008.
Para
decirlo en palabras de Peña Nieto ante la Confederación de Cámaras
Industriales –donde premió al presidente del Consejo Coordinador
Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani, aterrorizador electoral en
2006–, “México tiene hoy la menor inflación en más de 40 años y el
consumo está creciendo a tasas superiores a 9.8 por ciento, y la
recaudación fiscal se ha fortalecido, dependiendo cada vez menos del
ingreso petrolero”, registró Rosa Elvira Vargas (La Jornada, 28-XI-15).
“En
suma –subrayó Enrique Peña–, la combinación de estabilidad, visión de
largo plazo, reformas estructurales, apertura al mundo, inclusión social
y estado de derecho, constituyen sin duda, una fórmula ganadora”.
Inclusión social
que recientemente documentó el Coneval, implicó el crecimiento de
pobres en 2 millones para rebasar a la mitad de la población y la
reducción de la pobreza extrema en apenas 100 mil marginados. Y visión de largo plazo
que puso en duda el secretario de Hacienda al plantear: “México no ha
logrado pasar de un modelo de manufactura maquiladora a uno de creación
de valor industrial”.
Concluyó
el de Atlacomulco, estado de México, con todo y grupo incluido, que
“México representa hoy el motor económico de América Latina”, ni lo es
ni lo quiere ser porque desde hace 33 años apuesta todas sus fichas en
Estados Unidos. La obsesión gubernamental por comparar a México con
Brasil, la sexta economía global pese a sus dificultades económicas,
resulta enfermiza.
No hay
fórmulas ganadoras para hoy y mañana, existen políticas y programas
exitosos aquí y ahora, en otra coyuntura global pueden no ser viables.
Así como tampoco hay modelos universales por más exitosos que sean en
una u otra nación, o bloque de países.
Pero
menos deberían de existir visiones maniqueas que irrespetan a la
ciudadanía al presentar una realidad que padecen o gozan, en blanco y
negro, ignorando la escala de grises y cuando el sistema para la
televisión a color fue patentado en 1940.
El México imparable y el despeñadero
al que conduce al país el grupo gobernante, son visiones maniqueas que
por tanto no ayudan a que cada quien arme su propia percepción.
Por
supuesto que un liderazgo de oposición en un país de cooptación de
partidos por el gobierno, tiene necesidad de acentuar el discurso
opositor, mas no en demérito de la propuesta, la alternativa.
Y
el gobierno de Peña podría contextualizar sus éxitos, por ejemplo que
el mercado interno crece y apuntala el modesto crecimiento económico,
por la devaluación del peso en 20 por ciento en menos de tres años y el
incremento sustantivo de los dólares que envían los trabajadores
expulsados de México y maltratados por las autoridades estadunidenses.
Twitter: @IbarraAguirreEd
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