Bilbao,
29 nov. 15. AmecoPress/ConlaA.- La desigualdad origina la violencia
machista que afecta tanto a las mujeres como a sus hijos e hijas cuando
las agresiones se producen en el seno de una familia con menores. En
algunos estados Europeos ésta es aún una cuestión privada. En otros,
incluso en los avanzados países nórdicos, sorprende la abundancia de
casos de malos tratos vinculados generalmente al consumo de alcohol y
sustancias estupefacientes.
Estas
diferencias en la consideración del problema propician que no haya
estadísticas fiables a nivel europeo. Los últimos datos disponibles
proceden de una macro encuesta realizada por el instituto Europeo de
Igualdad de Género. Una de cada 10 mujeres ha sido víctima de algún tipo
de violencia sexual desde los 15 años, y una de cada 20 ha sido
violada. Una de cada cinco mujeres ha padecido algún grado de violencia
física y/o sexual por parte de su pareja actual o de las previas.
Casi dos de
cada diez han padecido alguna agresión sexual por parte de un adulto
antes de los 15 años de edad. Solo un 14% de mujeres denunciaron los
hechos a la policía y solo un 1% de ellas cuando el agresor era la
pareja. Se calcula que siete mujeres mueren al día en europa víctimas
der ataques sexistas.
La movilidad
convierte además este problema en una cuestión transfronteriza que
obliga a ofrecer una respuesta europea a los problemas más inmediatos de
seguridad y atención social. Por eso estoy particularmente orgullosa
del papel que mi grupo en el Parlamento Europeo, el de los Liberales y
Demócratas (ALDE), ha jugado en la reivindicación de una respuesta
continental contra la violencia de género. Los dos últimos informes
dedicados por el Parlamento al tema el 13 de marzo de 2012 y el 31 de
enero de 2014 han sido coordinados por eurodiputadas de mi grupo.
Igualmente ALDE ha tenido un papel decisivo en la puesta en marcha de la
Orden Europea de Protección.
Este mecanismo
garantiza que la seguridad que necesitan las potenciales víctimas de
violencia de género se extienda a toda la Unión europea.
Personalmente
me alegro de haber podido aportar la experiencia y conocimiento de
Euskadi en la materia, tanto en agencias europeas como en el debate de
estos informes y normas. Al comienzo de la pasada legislatura
conseguimos que una ex Secretaria General de Emakunde se incorporase al
consejo asesor del Instituto europeo de igualdad. La obsesión por
abordar este problema, de manera pluridisciplinar y coordinando los
esfuerzos de todos los niveles institucionales, ha quedado en estos
informes como fruto de la experiencia de los sucesivos planes de
igualdad que ha gestionado el Instituto Vasco de la Mujer.
En próximas
fechas los principios y voluntades expresados por la Comisión Europea
tendrán que convertirse en compromisos con fechas y presupuestos. La
Comisión de FEM va a llevar al pleno una pregunta con este objetivo. Es
urgente incluir la violencia de género en la lista de delitos cuyo
tratamiento penal debe ser homogéneo en Europa por su especial gravedad,
su dimensión transfronteriza, por el alcance de sus repercusiones o por
el beneficio que supone combatirlo con criterios comunes. La Comisión
puede legislar en este sentido de acuerdo con las competencias que le
otorga el artículo 83 del tratado de funcionamiento de la Unión Europea.
Así
conseguiremos también un tratamiento estadístico que revele la dimensión
real del problema y nos permita evaluar las medidas que tomamos para
resolverlo. Del mismo modo, será más fácil que la Unión y todos sus
miembros se adhieran al Protocolo de Estambul y podrá comenzar a
perfilarse con más claridad un programa concreto para 2017. Esperamos
que ese sea el año europeo contra la violencia sexista.
“Tenemos que
abrir nuevos campos de reflexión e incorporarlos a nuestro discurso para
ganar la batalla de los valores. Tenemos derecho a esperar más de las
instituciones, pero el primer desafío es personal”
Creo, además,
que tenemos que abrir nuevos campos de reflexión e incorporarlos a
nuestro discurso para ganar la batalla de los valores. Tenemos derecho a
esperar más de las instituciones, pero el primer desafío es personal.
Nos obliga a cada uno de nosotras y nosotros. Cuando hablo de esto me
gusta poner un ejemplo. Si una madre visita a su hijo y se encuentra a
su pareja leyendo el periódico en el sofá y a él planchando seguramente
piense que su hijo no acierta conviviendo con esa mujer. Es un ejemplo
de la penetración que tiene la desigualdad y los estereotipos en el
subconsciente colectivo incluido el de muchas mujeres. Es lo primero que
tenemos que cambiar. Depende de nosotras.
En este desafío
tenemos que encontrar la compañía de los hombres que se pierden mucho
por el rol al que les encadena su género. Cargar hoy en exclusiva con
determinadas responsabilidades o tratar de responder al arquetipo de
triunfador, macho alfa, que parece exigírseles a los hombres de éxito
propicia el estrés, hábitos poco saludables y una enorme limitación para
siquiera mirar la carta de placeres que nos ofrece el mundo emocional.
Ese es el
principal y más complejo camino que tenemos que recorrer para acabar con
los estereotipos que alimentan la violencia sexista. Es una suerte de
terrorismo que pese a tener una incidencia cotidiana y una penetración y
consecuencias sociales y familiares rara vez abre un telediario.
Dignificar a las víctimas, conseguir para ellas justicia y reparación,
incluyendo en este concepto la atención a ellas y las y los menores que
hayan podido ser co-sufridores del martirio de sus madres, es una
exigencia ética urgente.
Necesitamos, en
suma, saber, creer y actuar desde el convencimiento de que somos
nuestras y valemos mucho. Nuestra economía no se puede permitir la
pérdida de talento y competitividad que supone no incorporar al mundo
productivo el talento femenino y su participación igualitaria en los
centros de decisión políticos y económicos. La igualdad es una de las
bases de nuestro progreso y será una de nuestras ventajas competitivas
frente a otras áreas del mundo. Por eso, todo el dinero que se gaste en
programas para eliminar la violencia contra las mujeres y fomentar la
igualdad, además de una cuestión de justicia y derechos es una
inversión.
Foto: Con la A.
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