Gabriela Rodríguez
La Jornada
Cuenta Nayeli, niña me’phaa, que vive allá en la Montaña alta de Guerrero:
Tenía 12 años al terminar la primaria; ya no estudié más, porque tenía flojera. Después me junté a los 14 años con el que ahora es mi esposo; fue mi decisión, nadie me obligó. Hoy me siento feliz con mis tres hijos. Si hubiera tenido la oportunidad me hubiera gustado ser maestra, pero ya no, porque tengo a mis hijos y mi esposo(estudio de Martha Ramírez, en Paloma Bonfil, coord., Derechos y SSR entre jóvenes indígenas, GIMTRAP, AC, 2014).
Nayeli es una de las 14 millones de niñas que se casan cada año en el
mundo. Se trata de un acto que limita gravemente el desarrollo de las
mujeres: las oportunidades para educarse y conseguir mejores empleos, la
salud sexual y reproductiva y el poder para tomar decisiones en los
hogares. Las mujeres que se casan muy chicas suelen tener una posición
subordinada dentro de la familia política y mayor violencia doméstica en
comparación con quienes se casan más tarde. Además, tienen muchos
hijos, y altas tasas de mortalidad materna. Las más altas tasas de
matrimonio temprano (anterior a los 18 años) ocurren en los países del
sur de Asia (48 por ciento); les siguen los africanos (con 42 por
ciento) y el tercer lugar lo ocupa la población de América Latina, donde
29 por ciento del total de jóvenes de 15 a 24 años se unieron antes de
los 18 años.
La diversidad de circunstancias que llevan a las niñas a casarse es
amplia, aun en el interior de México. No siempre es una decisión
voluntaria; a veces son matrimonios forzados o
arregladospor los padres, otras veces se casan ante un embarazo, muchos de los cuales pueden ser producto de violación. Hay también quienes se casan para huir de una familia violenta.
La falta de oportunidades para estudiar más es una constante entre
quienes se casan muy chicos, aun en quienes deciden voluntariamente
iniciar la vida conyugal. El matrimonio en la segunda década del ciclo
de vida es un síntoma de exclusión social que seguirá ocurriendo
mientras no se superen las condiciones materiales y culturales. En
México solamente la mitad de los y las jóvenes llegan al nivel de
educación media superior, y la tercera parte terminará este nivel. La
necesidad de dinero o de trabajar los lleva a abandonar la escuela; el
matrimonio y el embarazo son la tercera causa de abandono escolar. La
gran mayoría de jóvenes que ni estudian ni trabajan son mujeres que
están cuidando hijos; algunas son solteras y otras ya están unidas. De
acuerdo con el Censo General de Población y Vivienda 2010, del total de
madres que tienen entre 12 a 19 años, 60 por ciento son solteras y 36
por ciento tienen una relación conyugal: 8 por ciento están casadas y 28
por ciento están unidas, 5 por ciento ya están separadas o son ex
unidas.
Entre los factores que se correlacionan con el matrimonio a
edad temprana están: la pobreza y la desigualdad de género, los entornos
de violencia y de coacción sexual, la permanencia de usos y costumbres
patriarcales, la falta de una educación integral de la sexualidad, las
políticas que dificultan el acceso de adolescentes a los anticonceptivos
o a servicios de salud reproductiva, así como el desconocimiento de la
población joven sobre los derechos humanos. Una de cada cinco mujeres
mexicanas inicia la vida conyugal antes de cumplir 18 años y cerca de 4
por ciento lo hace antes de cumplir 15 años; la tendencia, que no ha
cambiado, persiste tanto como se reproduce la pobreza. Las mayores
proporciones se registran en comunidades indígenas de Chiapas, Guerrero y
Veracruz (Enadid, 2014), hay zonas donde la proporción alcanza 32 por
ciento.
Ante esa situación, ONU Mujeres arrancó la campaña De la A (Aguascalientes) a la Z (Zacatecas): únete para prevenir y eliminar la unión temprana y el matrimonio de las niñas. La
idea es lograr la armonización legal en todo el territorio mexicano
para establecer los 18 años como la edad mínima para el matrimonio, de
acuerdo con los instrumentos internacionales y el marco jurídico
nacional. El organismo considera que el matrimonio de niñas y las
uniones tempranas constituyen una violación a sus derechos humanos, son
prácticas nocivas que afectan gravemente la vida, la salud, la educación
y la integridad de las niñas.
Nota. La renuncia de Arturo Escobar como subsecretario de Prevención y
Participación Ciudadana de la SG es un acto de gran trascendencia para
el país. A través de la Fepade el Estado tuvo que reconocer la falta de
calidad moral y los delitos electorales del vocero del Partido Verde,
tal como lo vinieron denunciando organizaciones de la sociedad civil
(habría que sancionar a los otros partidos que también cometieron estos
delitos). Hoy estas mismas organizaciones exigen que en ese cargo se
asigne a un servidor confiable, a una persona con experiencia y
conocimiento en la materia, con sensibilidad y capacidad de diálogo. Se
mantendrá vigilancia en torno al nombramiento del o la sucesora de
Escobar, así como al Programa Nacional de Prevención del Delito, para
que contribuya a sus fines, y evitar que se utilice como espacio de
negociación política o electoral. La lección es que ¡si se pudo tirar a
un funcionario corrupto, se puede tirar a los demás!
Twitter: @Gabrielarodr108
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