Magdalena Gómez
La gestión del
secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, está rebasando los
límites de lo imaginable. En el afán de aplicar la llamada reforma
educativa en su versión de una
evaluación, dispone de miles de integrantes de la Policía Federal para intentar contener la protesta magisterial. Es inaudito observar en la página web de la SEP la amplia difusión gráfica de sus reuniones con el aún gobernador de Oaxaca, Gabino Cué,
para revisar las estrategias de seguridad en ese estado para el próximo fin de semana, a fin de garantizar la aplicación de la evaluación del desempeño magisterial. En la oficina del titular de la SEP, definieron los operativos en las sedes en las que se aplicarán los instrumentos de evaluación, así como las acciones de acompañamiento para que los maestros puedan acceder a las mismas(Comunicado 396).
No creo que en esos recintos se hayan realizado reuniones semejantes y
si lo hizo algún secretario de Educación, no lo exhibió con ese
despliegue. Por lo que una se pregunta: para sus evidentes aspiraciones
en 2018, ¿le interesaba a Nuño ocupar la Secretaría de Gobernación? Si
en la primera etapa del peñanietismo se observó una activa intervención
de esa secretaría en diálogos y acuerdos políticos con la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) –que por cierto no se
cumplían– sin la participación del entonces titular de SEP, ahora el rol
se ha transmutado y el comisionado general de la Policía Federal,
Enrique Galindo, mantiene sus reuniones semanales en la SEP. También ha
incursionado el titular de la SEP en la Conferencia Nacional de
Gobernadores (Conago) para garantizar el éxito de su expedición
punitiva, con anuencia de Peña Nieto, en cuya presencia se pactó en
Morelos la regionalización de México. Lo cierto es que en ningún país
que se precie de respetar los derechos humanos, como pregona el nuestro,
esa línea de trato hacia el magisterio es aceptable. Siguiendo la línea
de lo inimaginable, la semana pasada en Michoacán un centenar de
maestros fueron trasladados en cinco helicópteros de las fuerzas
federales y acompañados por elementos de fuerzas especiales de la
corporación para garantizar su participación en la evaluación docente,
puesto que por vía terrestre las autoridades mantuvieron resguardadas
las carreteras por la caravana que convocó la CNTE ( El Universal, 22/11/15)
Da la impresión de que el verdadero objetivo de la evaluación
punitiva es desmantelar a la CNTE, pues una y otra vez se insiste en
señalar que los maestros que no se hayan presentado a la evaluación del
desempeño por presiones de la disidencia magisterial podrán evaluarse en
fechas extraordinarias, si se acercan y exponen su caso a las
autoridades educativas; pero quienes se nieguen a presentar los exámenes
sí serán separados del servicio. Asimismo se afirma que quienes
rechazan la reforma educativa son una minoría, la cual se resiste a los
cambios que deberán superar, porque los privilegios de las cúpulas
sindicales mantenían secuestradas a las escuelas y niños. Si son una
minoría, ¿para qué tal despliegue policial? La excelente crónica de
Arturo Cano ( La Jornada, 29/11/15) confronta la danza
triunfalista de cifras de los comunicados oficiales respecto del número
de docentes que han acudido en Oaxaca al llamado perentorio y
amenazador.
Lo cierto es que toda esta operación y despliegue en nombre de
la ley sigue olvidando lo elemental, que es el nuevo modelo educativo
para enfrentar la crisis que nadie niega, pero sí se rechaza que se
coloque al magisterio como el villano favorito. El modelo hoy está
enunciado en siete “prioridades sin contenido explícito que, según el
titular de la SEP, permitirán romper las barreras que han impedido que
todos los niños tengan acceso a una educación de calidad: primero, el
fortalecimiento de la escuela; segundo, mayor inversión en
infraestructura, equipamiento y materiales educativos; tercero, el
desarrollo profesional docente; cuarto, la revisión de los planes y
programas de estudio; quinto, la equidad y la inclusión; sexto, la
vinculación entre la educación y el mercado laboral, y séptimo, la
transformación administrativa tanto de la secretaría como del sector
educativo. ¿En ese orden? ¿A cuál de ellas se vincula despedir maestros?
También se anuncia que en febrero de 2016 se presentará un nuevo plan
de formación de maestros ¿con base en cuál diálogo y participación? O
¿de verdad se cree que no hay conocimientos y experiencia acumulada al
respecto? Por otra parte, Salvador Jara Guerrero, subsecretario de
Educación Superior de la SEP, precisó al INEE (oficio 500.1, del 5/11/
2015) que su documento Directrices para mejorar la formación inicial de los docentes de educación básica no es vinculatorio para todo el país, como pretendieron” ( La Jornada, Gilly/Ordorika y Laura Poy 25 y 26/11/2015), pues se refiere a competencias de la SEP. Como vemos, en la SEP cuidan sus facultades, pero invaden las ajenas.
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