Pedro Miguel
El peñato construyó su
primera y última victoria política al uncir al Pacto por México a la
mayor parte de las bancadas legislativas presentes en los dos órganos
del Congreso a principios de este sexenio. La operación correspondiente
hubo de implicar intercambios no muy confesables, reparto de prebendas y
hasta premios en efectivo ( http://is.gd/8AthcE
). Así fuera sobre esa base inmunda, Enrique Peña pudo lucirse como
unificador de la voluntad democrática y ejecutar sin mayor oposición
parlamentaria las reformas estructurales que hoy exhiben ya algunos de
sus efectos negativos en la economía y en el resto del quehacer
nacional.
A partir de ese punto de máximo avance el régimen inició su derrumbe.
La reforma fiscal lo enemistó con sus promotores empresariales. Luego
ocurrió la atrocidad de Iguala, ante la cual el peñato no ha dejado de
exhibir sus incapacidades, sus complicidades y su portentosa
insensibilidad. Después llegaron las revelaciones sobre la casa blanca
de la pareja presidencial y las otras residencias de lujo que Grupo
Higa, contratista principalísimo en el estado de México, facilitó al
propio Peña (Ixtapan de la Sal) y a su secretario de Hacienda, Luis
Videgaray (Malinalco) y el papelón del encubrimiento protagonizado por
Virgilio Andrade. Y después, como cereza del pastel, la fuga asistida
del Chapo, que coloca a los gobernantes ante la difícil
disyuntiva de ser muy ineptos o de ser cómplices. Así, con el telón de
fondo de la violencia delictiva imparable y las graves violaciones a los
derechos humanos –Tlatlaya, Apatzingán y Tanhuato son casos
emblemáticos, pero no únicos, de un poder que actúa a contrapelo del
derecho–, el actual gobierno viene acumulando derrota tras derrota de
cara a la opinión pública y transita por un ocaso prematuro del poder
sexenal.
La reforma llamada educativa, que es en realidad una reforma laboral
específica para el magisterio, había sido aprobada sin mayor problema en
septiembre de 2013, pero las cosas han sido muy diferentes a la hora de
aplicarla.
Como no logró hacerlo Emilio Chuayffet, un reciclado del desván de
Atlacomulco, fue remplazado por un tecnócrata brioso pero de inspiración
escasa, Aurelio Nuño, quien antes de ser jefe de comunicación de Los
Pinos se había desempeñado como coordinador de mensaje y mercadotecnia
en la campaña presidencial de Peña y, por ende, responsable de los
infinitos y graves descalabros sufridos por su jefe de noviembre de 2011
hasta julio del año siguiente, cuando hubo de ser incrustado en la
Presidencia mediante una masiva compra de votos, recurso al que hubo de
echarse mano porque su popularidad televisiva había sido destruida en
pocos meses por la exposición de la persona real ante la opinión
pública.
En cuanto llegó al cargo, Nuño colocó la reforma
pretendidamente educativa no al ámbito laboral sino al policial,
recurrió a la amenaza represiva cruda y logró, con ello, cohesionar al
magisterio disidente, evidenciar aún más el carácter persecutorio de las
evaluacionese investir a la SEP –que tuvo en el pasado algunos titulares insignes– de un inequívoco aire de jefatura de policía. Lucido gobierno éste, que nombró subsecretario de Gobernación a un delincuente y que trata como delincuentes a los maestros opositores. Si los estrategas del grupo gobernante pretenden recuperar el terreno perdido con semejantes pifias, no llegarán muy lejos.
La reforma energética pudo ser implantada principalmente porque la
directiva sindical del ramo, férreamente uncida al poder presidencial
desde tiempos de Salinas, tuvo éxito en eliminar toda disidencia. La
reforma educativa no podrá ser impuesta a manotazos porque en el gremio
magisterial los grupos independientes del gobierno tienen organización
cohesión. Poco importa que Nuño se ufane que en Querétaro o Tamaulipas
la evaluación marche sobre ruedas. Para efectos políticos, Oaxaca es el
bastión irreductible. Y los maestros oaxaqueños no cedieron.
Si Nuño no hubiera asumido modales de perdonavidas la negociación con
la CNTE habría sido una salida plausible y honrosa. Pero con sus
bravuconerías el secretario se cerró a sí mismo la puerta del diálogo y
ahora, si accede a entablarlo, habrá perdido y habrá construido una
nueva derrota táctica para el régimen del que forma parte.
La sensatez y hasta el pragmatismo hacen recomendable encajar el
golpe, con o sin Nuño, y asumir de una vez por todas que las
disposiciones legales privatizadoras, inquisitivas y antilaborales
contenidas en la reforma educativa deben ser revertidas y que la
disidencia magisterial debe ser escuchada, así sea a posteriori. Pero el
peñato ha demostrado decenas de veces una asombrosa capacidad para
deslegitimarse a sí mismo. Ojalá que esta vez no vuelva a hacerlo
mediante una carga policial absurda, irresponsable y sin sentido.
Twitter: @Navegaciones
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