Ante el desabasto de gasolinas reportado
durante la semana reciente, con diversas repercusiones en Coahuila,
Chihuahua, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí,
Sinaloa y Zacatecas, Petróleos Mexicanos (Pemex) llamó a la población a
evitar
compras de pánicoy a confiar en el pronto restablecimiento de los niveles normales de suministro.
De acuerdo con las versiones dadas a conocer por la empresa, la
escasez del combustible se explica por una combinación de factores
fortuitos, entre ellos un incremento de 50 por ciento en la demanda o el
cierre de ductos, debido a la localización de tomas clandestinas.
Por su parte, los empresarios gasolineros han asegurado que la
generalización del desabasto en amplias zonas del país se debe a la
incapacidad financiera de Pemex para pagar por los combustibles
importados, así como a una caída dramática en la capacidad operativa de
las refinerías instaladas en el país. Lo cierto es que el actual
fenómeno de escasez se produce en el contexto del peor año de producción
petrolera mexicana, en el cual se vivió un pico histórico en la
importación de gasolinas, de acuerdo con datos del propio organismo.
Si a estos factores objetivos se suma el ánimo social de
incertidumbre y temor ante la inminente liberación de los precios de los
combustibles a partir del año entrante, resulta inevitable que los
consumidores –en especial los de zonas rurales y agrícolas– recurran a
las llamadas compras de pánico para asegurar la provisión de gasolina de
sus vehículos y empresas. Cierto que tal conducta produce un círculo
vicioso, pues la adquisición de cantidades innecesarias del combustible
lleva en el corto plazo a un inevitable recrudecimiento del problema de
abasto.
Romper con ese círculo vicioso es responsabilidad de la autoridad, la
cual debe, en primer lugar, dejar de minimizar las dimensiones del
problema y emprender una estrategia informativa veraz, creíble y
oportuna. Pero lo más importante es que se adopten las medidas
necesarias para lograr una distribución eficiente de los carburantes en
las entidades afectadas.
Por último, el desabasto de gasolinas y su impacto ante la opinión
pública conlleva una grieta más en la aplicación de la reforma
energética, promovida con el argumento de que habría combustibles más
baratos y, se daba por sentado, disponibles.
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