Ante un asunto de
trascendencia y la renuncia de un ministro de la Corte llega a esa
altura, la acometida opuesta del sistema establecido no se hace esperar.
Como en la obra famosa de Lope de Vega, Fuente Ovejuna, toda
la crítica estelar del país saca su beligerante talante a relucir. En
esta andanada de grueso calibre hay de todo. Unos, con estupendos
alegatos recalan, hasta con elegancia, sobre la división de poderes.
División que asumen casi conculcada con citas al calce de los teóricos
fundadores de la democracia. Forma, esta última, de vida que, una vez
más y a su parecer, entra en franco riesgo ante el poder concentrado.
Las consecuencias, dramáticas para el presente y el futuro nacional se
recalcan y dirigen hacia una ambiciosa presidencia que no dilatan en
tachar de autoritaria. Otros, remolcan su enjundia hasta la mera
filosofía política y el bienestar de las naciones anegado por la falta
de respeto a las cortes supremas. Se dejan oír también los indignados
por el atropello, desde el Ejecutivo federal, en pos de la captura de
cuanto poder independiente quede, para acrecentar el propio. Pocos, muy
pocos, inciden en las causas de una renuncia que no se atreven a
examinar frente a sus respectivas audiencias. Los pormenores biográficos
y el accionar personal sospechados incluso conocidos se revelan como
tópicos molestos para las posiciones defendidas. Evitar dichas aristas
es propósito implícito, soslayadas hasta con cínicas disculpas.
El caso del ministro renunciante contiene toda una cauda de
incidentes que pueden ser y francamente son, ejemplares. Se junta con
otros acontecimientos recientes que han provocado, a su vez, la
insurgencia de la crítica sistémica. Los ardores llegan hasta la firme
condena de todo futuro del nuevo gobierno nacional. Se tocan sin
desperdicio alguno y con fieras sentencias las malversaciones,
traiciones o afanes destructivos de las instituciones por parte del
Presidente de la República. Tan terminales frases salen a relucir ante
cada avance programático o político que se plantea ante la ciudadanía
desde Palacio Nacional. Sea para reducir, con los recortes ocasionados
por los lineamientos de austeridad, las toneladas de grasa que llevan
encima las dependencias de la burocracia; sea para intentar sobrepasar
la trabazón de normas y trámites, junto a los enormes dispendios que
plagan la eficacia de las mismas. La herencia dejada por el decadente
periodo neoliberal llegó a un límite peligroso de sostener por más
tiempo. La insurrección de los votantes fue terminal y precisa: no más
de lo mismo. Sentencia que todavía no acaba de caer sobre las
conciencias de aquellos renuentes al cambio.
Se han presagiado grandes males porque, las condenas a la corrupción,
sólo figuran en el discurso mañanero, aunque nadie pisara la cárcel.
Pero, cuando alguien de nivel es apañado o apuntado por alguna
investigación de la fiscalía, las voces de defensa por procedimientos y
alegatos leguleyos se imponen en el ámbito comunicativo.
Es ya rutina decir que se agrede y denuesta en el discurso en vez de
incitar a la concordia y de esta dudosa argumentación se concluye que
las instituciones ahora se degradan o destruyen. En cambio, situar a un
agente cómplice, dentro de la misma Corte, para torcer sus sentencias y
proteger intereses grupales o personales, son parte de la pasada
historia que no es necesario retrotraer. Ante la crítica, sin cuartel y
unificada en tiempos y razones, el pasado inmediato aparece como un
estado de ser y hacer rayano en lo idílico cuando, en efecto, las
simulaciones imperaban como regla normal. Esto, claro está, no se
reconoce explícitamente, pero va quedando como sustrato. Recordar el
amasiato de Fox con el entonces presidente de la Corte para desaforar a
López Obrador fue un momento cumbre del uso faccioso de la ley, de la
Corte y demás instituciones (Congreso).
Es obligado mencionar aquí el esfuerzo gubernamental por extender
constantemente, por solidificar su base de sustentación popular y
legitimidad concomitante. Se recorren, una por una las clínicas rurales
en esforzados maratones. Se anuncia ahora la visita a todos y cada uno
de los pueblos originarios. Estos recorridos por el país son parte
integral del nuevo modelo en proceso: atender, para incluir, a los
excluidos de siempre. La mera fuente de una nueva y moderna visión del
cambio transformador. Respetar la división de poderes y sus balances
son, a contracorriente de las opiniones que lo niegan, álgidos asuntos
de la visión presidencial.
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