10/08/2019

El conocimiento como dinamita



La dinamita fue inventada por Alfred Nobel en 1866, cuando logró domeñar a la nitroglicerina que había sido descubierta en 1847 por el químico italiano Ascanio Sobrero, como un líquido explosivo prácticamente imposible de controlar. El mérito de Nobel consistió en mezclar nitroglicerina con tierra de diatomeas, absorbiendo y estabilizando la nitroglicerina, y convirtiéndola en un polvo explosivo seguro y práctico capaz de ser transportado y manipulado. Algo similar ha ocurrido en el campo de las ideas, de la epistemología. Esta vez el peligroso y explosivo pensamiento crítico, cuyas mayores expresiones se remontan a los siglos XIX y XX (marxismos, anarquismos, leninismos, maoísmos, guevarismos, existencialismos, etcétera), parece haber readquirido un nuevo potencial, al combinarse con el pensamiento complejo que nació de la crítica a una ciencia convertida en un conjunto desarticulado de conocimientos especializados, aislados o parcelados y al servicio del capital. El pensamiento complejo logra recuperar un panorama completo, integrado u holístico de la realidad (por ejemplo, analizando de manera integrada fenómenos naturales y sociales) y cuando se combina con el pensamiento crítico se convierte en una fórmula altamente peligrosa y demoledora de los sistemas que hoy dominan el mundo (el neoliberalismo, pero también los regímenes autoritarios de China, Corea del Norte o Rusia). Esta mezcla explosiva de las dos mayores corrientes antisistema permite por un lado relanzar el pensamiento crítico que quedó anquilosado y atrapado por sus propios dogmas decimonónicos (por ejemplo el marxismo quedó secuestrado por los científicos sociales y terminó siendo una versión meramente economicista de la realidad), y por el otro dotó al pensamiento complejo de una dimensión social, cultural y política de la que carecía.
El resultado ha sido una visión crítica del mundo moderno, que lo mismo ofrece un panorama donde el devenir de las sociedades humanas depende de la naturaleza y esta, a su vez, depende de los procesos sociales (enfoque socio-ambiental), que devela la manera en que la explotación social se conecta con la explotación de la naturaleza. Este nuevo paradigma epistemológico, que hoy reverbera por los centros más avanzados del mundo y que está dando lugar a nuevas carreras, nuevos departamentos de investigación, y nuevas maneras de conectar a las universidades y tecnológicos con los actores sociales, es hoy dinamita pura. A la crisis de la civilización moderna el cerebro humano responde con lo único que puede responderle: ofreciendo la posibilidad de otros mundos que nacen de la imaginación bien ordenada (Edgar Morin), pero también de una conciencia por la liberación y la emancipación de los pueblos y de la naturaleza, hoy largamente explotados.
Este conocimiento dinamita trasmina silenciosamente hacia el resto de la sociedad y nutre buena parte de los movimientos de resistencia contra la modernidad, las experiencias y proyectos alternativos y las visiones integradoras capaces de conectar todo lo que el pensamiento único desconectó: lo local y lo global, el sentir y el pensar, el arte y la ciencia, los saberes populares y los conocimientos científicos y técnicos, el pasado y el futuro, lo intelectual y lo manual, la unidad y la diversidad. El resultado: la demolición de los pilares sobre los que descansa la civilización moderna, tales como la economía de mercado, el crecimiento económico, el desarrollo y el progreso, la superioridad de las élites, el eurocentrismo, la tecno-ciencia, los patriarcados, los sistemas verticales, la democracia representativa, el consumismo, el capital natural. Contribuye a la liberación de las nuevas generaciones de seres explotados, enajenados, cosificados, tanto de los países centrales como de los periféricos. Este conocimiento dinamita es el que movió a Greta Thunberg y a 6 millones de ciudadanos a tomar las calles del mundo hace unos días, o a los jóvenes de Hong Kong o Egipto.
En México esto ha venido sucediendo, igual que en buena parte de América Latina, y se origina con la sacudida del 68, que cimbró todo el sistema de educación superior. Las resistencias y rebeliones ciudadanas de hoy, que se expresaron además en las urnas, toman forma en reivindicaciones de lo más diversas: derechos humanos, feminismo, ambientalismo, indigenismo, agroecología, educación liberadora, pensamiento descolonizador, economía social y solidaria, consumo responsable, tecnologías emancipadoras. Sorprende observar un lenguaje común entre todos esos, que permite la identificación y conexión, y que debería conducir a la creación de frentes amplios por una transformación radical y total. Todo ello ha sido facilitado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. A la par que se agudizan las contradicciones de una civilización sostenida por alfileres, se va difundiendo una manera crítica de mirar al mundo que impulsa a los explotados del siglo XXI a retar frontalmente a los explotadores.

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