Gustavo Esteva
La Jornada
Celebrar el maíz nativo no es ejercicio folclórico, como a veces se le ve. No es mero respeto a nuestros ancestros. Es asunto de supervivencia.
Es fácil imaginar la alegría que sentían María Elena Álvarez-Buylla y
Natalia Toledo en la celebración del Día Nacional del Maíz en el Zócalo
de la Ciudad de México. Se ve en las fotografías. La directora del
Conacyt y la subsecretaria de Diversidad Cultural de la Secretaría de
Cultura estuvieron por muchos años en la primera fila de la lucha por la
defensa de los maíces nativos, ante la amenaza de los transgénicos.Ese
día participaron en el anuncio de que la iniciativa de la Ley Federal
para el Fomento y Protección del Maíz Nativo se había aprobado en el
Senado. Poco después, en el conversatorio El maíz y la 4T
diversos funcionarios subrayaron el compromiso de la actual
administración con la autosuficiencia alimentaria, especialmente de
maíz, sin transgénicos y apoyando a pequeños productores.
Hemos de celebrar sin reservas esas posturas. Pero no por ello hay
que lanzar las campanas a vuelo. Hay problemas en la iniciativa
aprobada. El 2 de octubre la Red en Defensa del Maíz se pronunció contra
ella, porque no prohíbe la siembra experimental, piloto o comercial del
maíz transgénico y puede propiciar la privatización del maíz nativo.
Muchas personas temen que en la Cámara de Diputados, muy expuesta a
personeros privados, la iniciativa se deteriore aún más. Los productores
comerciales de Sinaloa y Jalisco objetaron abiertamente la ley y
exigieron que, para lograr la soberanía alimentaria, se protejan más
bien los híbridos.
La lucha para proteger los maíces nativos necesita ahora
intensificarse, para enriquecer la ley e impedir que traicione su
propósito. Al mismo tiempo, debe enfrentar otra amenaza.
El Grupo de Estudios Ambientales (GEA) puso en circulación un díptico sobre la
Privatización de las semillas en México. Recuerda en él que la firma de los tratados de libre comercio (TPP y TMEC) obliga a México a entrar a la Convención Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales, en su versión de 1991 (UPOV91, por sus siglas en francés). Con ella, las corporaciones trasnacionales podrán apropiarse de las semillas nativas o criollas, que se volverían mercancías patentadas y comercializadas por ellas. Junto a los privilegios a las corporaciones, se impondrán restricciones a las actividades tradicionales. La convención constituye un inmenso peligro para el país, sus semillas y su gente.
Al celebrar el díptico de GEA, Antonio Turrent subrayó que el maíz nativo es base
de la comida pluricultural mexicana, que excluye totalmente a los maíces modernos: por ejemplo, no se puede hacer un pozole decente con maíz moderno alguno. Destacó que los maíces nativos poseen propiedades de las que carecen los modernos. Su capacidad de adaptación es fundamental ante la diversidad de nichos agrícolas del país y la perspectiva del cambio climático. Acabar con ellos o contaminarlos y estandarizarlos pondría en peligro nuestra supervivencia.
Ana Wegier, por su parte, compartió los resultados de la
investigación de Idalia Rojas y otros. El estudio, basado en el examen
riguroso de cambios en las semillas durante los últimos 70 años,
demuestra que la adopción generalizada de las variedades modernas ha
afectado la composición genética de las razas nativas de maíz, sus
parientes silvestres y hasta el maíz original, el Zea mays mexicano, reduciendo la diversidad.
El TLC fue un claro desastre. Sacó del campo a 20 millones de
campesinos, buena parte de los cuales se convirtieron en migrantes. Sin
mayor debate público, empero, el Senado actual se precipitó a aprobar su
sustituto, el TMEC, que podría ser peor. Sólo cuatro senadores se
opusieron: Jesusa Rodríguez, Ana Lilia Rivera, Nestora Salgado y Emilio
Álvarez Icaza. Una corriente vigorosa de la actual administración lo
defiende con pasión. Según Gabriel Yorio, subsecretario de Hacienda, el
retraso en la aprobación del TMEC en el Congreso de Estados Unidos
representa
uno de los grandes riesgospara la economía de México.
La lucha de hoy tiene muchas caras. En Oaxaca, el 27 y 28 de septiembre se organizó el encuentro Maíz comunal de Oaxaca para el mundo.
En él se hizo entrega de semillas nativas de comunidades oaxaqueñas a
representantes de Vía Campesina, para que las compartieran con
campesinos de otros países sin pasar por las corporaciones. Se trata de
que las siembren, las hagan florecer y las adapten a sus circunstancias.
En el propio encuentro se denunciaron políticas del actual gobierno.
“Bajo el disfraz de combate a la pobreza –se dijo– individualizan la
entrega de recursos mínimos a los campesinos, propiciando la
desintegración del tejido comunitario y golpeando los derechos de los
pueblos.” Denunciaron igualmente la perspectiva de la firma del UPOV91 y
otros aspectos de la política oficial. Esa es la batalla que sigue, una
batalla en la que nos va literalmente la vida.
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