Hermosillo, Son. El escrache contra el acoso llegó a
la Universidad de Sonora. Y aunque estaban advertidos, no hicieron
mucho para evitarlo. Lo supieron varios años atrás, cuando las primeras
manifestaciones de estudiantes revelaban una realidad innegable, y ésta
colgaba de un tendedero.
Titulado “Tendedero
del acoso” las alumnas, principalmente de la licenciatura en Sociología
decidieron no callar más y dar a conocer la situación que padecían cuando maestros
sin ningún control las acosaban, las asediaban, y hasta las presionaban para
tener algún tipo de relación extra escolar con ellas.
La tortura para
las estudiantes duró años, pues sus intentos por denunciarlos se veían diluidos
cuando las canalizaban a la Comisión de Derechos Universitarios (CDU), en donde
de inmediato las sometían a un proceso de mediación.
Como es de
esperarse, se veían minimizadas por el acosador quien haciendo uso de su poder
llegaba acompañado por otras personas en su apoyo, además de quienes en la CDU
tomaban el papel de mediador, pero en realidad era montarle el escenario al
violentador para que a sus anchas explicara que no era cierto lo que la joven
argumentaba.
Contraviniendo la
Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la metodología
de la mediación se utiliza una y otra vez, revictimizando a las denunciantes. A
decir de la integrante del Observatorio contra el acoso sexual, Sheila
Hernández, son más de cuarenta los señalamientos que han hecho contra la
Comisión de derechos universitarios, por ese motivo.
La falta de
profesionalización para atender, y sobre todo para prevenir la violencia de
género dentro del campus universitario, ha hecho que dentro del movimiento “Metoo”
las estudiantes hayan retomado esa herramienta para visibilizar los casos
poniendo el énfasis en el acosador y no en la víctima como lo hace la
Universidad.
Crearon la cuenta
de twitter @metoounison que aglutina las denuncias, algunas anónimas, otras con
nombre, contra un total de 16 hombres entre maestros y trabajadores, uno de los
cuales tienen más de 15 menciones.
Pero esto no fue
repentino, era de esperarse, pues al seguir la ruta indicada, con resultados
nulos transitaron de la violencia del acosador a la violencia institucional.
Se sintieron
traicionadas en la confianza que pusieron en su universidad, y decidieron
llevar la denuncia a lo público, si no para que se les resolviera a ellas, sí
para alertar a las nuevas estudiantes para que tengan cuidado, sepan quiénes
son acosadores y conviven con ellas.
En días recientes,
la batucada de estudiantes han irrumpido en dos eventos que han suspendido las
actividades pues la brigada con máscaras, con pañuelos cubriendo la cara y el
escrache para hacer mucho ruido contra el acoso, no deja duda de que vienen por
el acosador.
Como hace años en
la UNAM, las universitarias en Sonora también tuvieron que hacer ruido, ante el
fracaso en la ruta de atención que ofrece la Universidad de Sonora.
Un protocolo que
se empezó a construir hace más de tres años y que no termina de ponerse en
práctica, solo refleja la ruta fallida, no convence a las jóvenes que no ven
llegar el momento en que se tome en serio el problema de la violencia de
género.
Uno de los eventos
suspendidos involucra al director de cine Carlos Reygadas, quien impartía en el
Teatro Emiliana de Zubeldía, la charla “El cine como existencia. Un camino para
dejar atrás el esquema dramático”, en el Festival de cine del desierto y
señalado en el metoo como acosador.
Las chicas
arribaron a la sede oficial en donde se encontraba el cineasta y le dijeron
todo lo que quisieron, pero sobre todo la advertencia de que no vivirá en paz
pues siempre habrá alguien que le recuerde lo que hizo.
Otro caso más es
el de un maestro de la licenciatura en Historia y Antropología, así como del
Posgrado en Ciencias Sociales. Por más de cuarenta minutos le cantaron,
gritaron y tocaron vigorosamente las percusiones a centímetros de distancia
para que le quedara claro que lo tienen ubicado como acosador.
Esta crisis ha evidenciado
que la Universidad de Sonora no sabe qué hacer cuando llega la batucada contra
el acoso. Está claro que pudo evitarla, pues es el último recurso de expresión
que tuvieron las estudiantes para advertir sobre el comportamiento nefasto de
esos maestros, trabajadores, o incluso, invitados especiales.
Ahora quienes tienen
eventos culturales o académicos programados temen al escrache, que les impide
continuar de acuerdo a lo programado.
No está claro si
le temen a la manifestación estudiantil o a que se sepa que quienes participan
arriba del escenario, y hasta puedan estar siendo objeto de un reconocimiento,
en realidad son acosadores, eso sí, acosadores exitosos.
Algunas áreas han
optado por quitar de su cartelera algún evento próximo, pues temen que pueda
ser modificado o suspendido por los señalamientos de las jóvenes.
“No vaya a ser que
nos lleguen las muchachas y se haga un relajo”, es el comentario al suspender.
Pero en realidad lo que está detrás de esa frase es “Por si nuestros maestros o
invitados son acosadores, mejor suspendemos”.
La Universidad de
Sonora tiene un conflicto. Su personal administrativo, manual y docente tiene
acosadores y hasta violadores en sus filas. Por otra parte, algunos de ellos
son cuadros que según su nivel de reconocimiento académico sostienen a la
institución en el ranking de las mejores
universidades. Si sancionan a uno, tendrán que sancionar a todos. La decisión
está entre el derecho a una vida libre de violencia para las universitarias, o
el prestigio de la Universidad. ¿Qué vale más?
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