10/12/2019

Militancia, racismo y prostitución


Una de las reivindicaciones históricas del feminismo es la abolición de la prostitución, y más hoy en día, cuando el lobby proxeneta cuenta con una gran cantidad de organizaciones a nivel internacional, pseudosindicatos de prostitutas y hasta partidos y representantes políticos de todos los colores que defienden el negocio bajo el pretexto de la libertad individual femenina. Los envites del lobby proxeneta contra el feminismo y contra las mujeres son de una magnitud extrema. Mientras, se inauguran macroburdeles, locales de concentración de mujeres víctimas de trata, en los que son violadas una y otra, y otra, y otra vez. Ante esto, alguien que se hace llamar feminista no puede andarse con medias tintas o eludiendo el debate, por polémico, incómodo o encendido que sea.
Precisamente, hace pocas semanas preguntamos por el tema al colectivo Afroféminas a través de las redes sociales. Huelga decir que la existencia de colectivos de mujeres afrodescendientes feministas es algo enormemente positivo, ya que pueden abordar en primera persona los problemas concretos que enfrentan esas mujeres, casi siempre pertenecientes a los estratos más bajos de la sociedad, siendo más vulnerables a todo tipo de discriminaciones y explotaciones – como la laboral y la sexual -, lo cual complica mucho la posibilidad de articularse para defender sus derechos. Es por esto que es particularmente necesaria la existencia de este tipo colectivos dentro del movimiento feminista.
Entre el contenido de la web de Afroféminas pueden encontrarse artículos muy variados, acerca de los prejuicios racistas, el pelo afro – que tiene su propia sección, como la tienen las cuestiones de moda y belleza -, las parejas interraciales, sexualidad, un buen número de críticas al “feminismo blanco”, Rosalía y la apropiación cultural… La variedad de temas tocados por Afroféminas revisten sin duda interés para el debate. Sin embargo, no encontré ningún artículo que pudiera ser útil a unas amigas y conocidas, mujeres gambianas que trabajan explotadas y sin contrato en el sector de la hostelería en Cataluña, y que en algunos casos apenas saben leer y escribir. La discriminación material y socio-económica no parece estar muy presente en la mente de las integrantes de Afroféminas, en beneficio de cuestiones de corte identitario en relación al color de su piel o su pelo. El contenido me resultó un tanto superficial, una miscelánea de denuncias, quejas, ideas, opiniones y reivindicaciones agrupadas por temáticas, pero sin un análisis de conjunto de la situación de las mujeres africanas y afrodescendientes en España. Ni una línea política de fondo, que es lo que más falta hace. Esto me hizo pensar que Afroféminas está integrado por un perfil muy concreto de mujer afro, para quienes las cuestiones económicas y materiales no son la principal preocupación. Y esto es, evidentemente, muy legítimo, aunque dudosamente representativo de los graves problemas que enfrentan las mujeres negras en nuestro país.
No encontré tampoco prácticamente ninguna mención – y menos una posición clara – acerca de los principales debates del feminismo en todo el mundo actualmente, como los vientres de alquiler o la prostitución.
Hace unos días, al ver que Afroféminas difundía a través de las redes sociales contenido sobre “trabajo sexual” procedente de la cuenta de una activista perteneciente a una conocida asociación argentina pro-prostitución con condenadas por trata de mujeres, aproveché para preguntarles públicamente por su posición sobre el tema. Me dijeron que lo estaban debatiendo, y que tenían posturas muy diversas sobre la cuestión. Esto resulta extraño, teniendo en cuenta que llevamos ya unos años – en realidad unos siglos – exigiendo la abolición de la prostitución, debatiendo en la arena política – y de qué manera – con quienes defienden que se trata de “un trabajo más” para las mujeres – las pobres, claro -. A estas alturas no es muy creíble pensar que un colectivo feminista no tenga una postura sobre el tema. Siendo, además, algo tan sencillo como condenar toda forma de explotación sexual de mujeres y niñas.
Afroféminas evitó posicionarse de forma explícita sobre la prostitución, pero lo cierto es que suscribir la idea de “trabajo sexual” ya es posicionarse, aunque sea de forma implícita. Ninguna abolicionista de la prostitución habla de la explotación sexual en términos de “trabajo sexual”. Rehuyeron la cuestión, y no tardaron en preguntarme si soy una mujer “racializada”. Dejaremos para otra ocasión el análisis de éste término, muy utilizado últimamente. Sólo decir que me parece absolutamente desafortunado, ya que sigue dando vueltas a la falsa y esencialista idea de raza, aplicada a cualquier persona no blanca. El caso es que no tengo ni idea de qué podría tener que ver el color de mi piel con la postura de Afroféminas sobre prostitución. Salvo porque sí la tengo.
Si quieres rehuir un debate es mejor salirse por la tangente. Al decirles de forma irónica que soy una mujer “racializada”, concretamente de “raza” blanca, dispararon la acusación de racista que a Afroféminas parece quemarle en la recámara; y que les sirve de parapeto, de comodín y de bomba de humo ante cualquier cuestión sobre la que no les convenga o no quieran pronunciarse. Evidentemente, no era la primera vez que ocurría esto, pero en este caso ocurrió a propósito de la prostitución. Además de hablar de racismo, hablaron también del acoso del “feminismo blanco” – de lo que muy probablemente acusarán también a este texto – en las redes sociales. Todo por no reconocer que, de facto, secundan la idea de “trabajo sexual”, idea clave de la artillería discursiva del lobby proxeneta. Publicaron en la web un artículo diciendo que probablemente nunca tendrían una postura sobre prostitución, y que exigírselo es una muestra de racismo del “feminismo blanco”, pretendiendo someterlas a una “prueba de pureza”. Lo ilustraron con una imagen cinematográfica de una mujer blanca revisando la dentadura a una mujer negra.
Publicaron en la web un artículo diciendo que probablemente nunca tendrían una postura sobre prostitución, y que exigírselo es una muestra de racismo del “feminismo blanco”, pretendiendo someterlas a una “prueba de pureza”. Lo ilustraron con una imagen cinematográfica de una mujer blanca revisando la dentadura a una mujer negra.
Hay un par de cosas que lamentar que este episodio puso de manifiesto. En primer lugar, la grave banalización de lo que es el racismo, utilizado aquí en forma muy parecida a las acusaciones de homofobia contra el feminismo por oponerse a los vientres de alquiler, o las de transfobia cuando afirmamos que la mujer es el único sujeto que articula el feminismo. Y en segundo lugar, es lamentable tener que presenciar cómo un colectivo de supuestas feministas afrodescendientes se lava las mano y mira para otro lado ante la prostitución, una de las peores suertes que sufren las mujeres, particularmente las migrantes o, como dicen algunas ahora, las “racializadas”.
Por suerte, existen feministas afrodescendientes que sí se oponen a la prostitución y que no rehuyen el debate con peregrinas acusaciones de racismo.
Como hemos dicho, a juzgar por las preocupaciones que expresan en su web, Afroféminas parece estar integrado por un perfil de muy concreto de mujeres, centradas en su cuerpo y en el reconocimiento de su identidad afrodescendiente. En entrevistas que pueden encontrarse en la red, la fundadora de este colectivo explica que está formado por mujeres pertenecientes a la academia y la universidad. Explica también que se dio cuenta del racismo que sufría cuando, siendo profesora universitaria, en la facultad hubo quien llegó a confundirla con la mujer de la limpieza. Evidentemente, ésta es una confusión racista, pero una vez más, nada representativa de las brutales discriminaciones que sufren las mujeres africanas o afrodescendientes en España. Sin embargo, parece ser el máximo grado de opresión que ha experimentado la fundadora de Afroféminas. Y, sinceramente, a sabiendas de lo que sufren las mujeres negras – e incluso muchas blancas -, lo cierto es que puede darse con un canto en los dientes. Porque más allá de los muros de la facultad se encontrará con la barbarie de la prostitución, de los vientres de alquiler y de la explotación laboral. Cuestiones, éstas, que poco parecen preocupar a Afroféminas porque, a fin de cuentas, no forman parte de los estratos sociales más desfavorecidos. Y tampoco muestran una ideología capaz de analizar en profundidad la cuestión de la clase social y su relación con el género y el color de la piel, salvo por alguna referencia aislada a la interseccionalidad, malentendida al concebirla como una simple suma de discriminaciones, y no como una dialéctica entre clase, género y “raza”.
De un tiempo esta parte, estamos asistiendo a un ataque coordinado contra el feminismo y  sus luchas desde muchos frentes, acusándolo de “putófobo” y homófobo por oponerse a la explotación sexual y reproductiva de mujeres pobres, de transfobo por cuestionar la ideología queer, y también de racista y blanco. Por suerte, existen feministas afrodescendientes que sí se oponen a la prostitución y que no rehuyen el debate con peregrinas acusaciones de racismo. Estas feministas, frente a pseudofeminismos como el de Afroféminas, son las verdaderas compañeras.

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