Carlos Bonfil
▲ Arash Marandi, en una escena del filme.
Durante el pasado Festival
Internacional de Cine en Morelia se presentó una coproducción de México,
Grecia, Turquía, República Dominicana y Estados Unidos, titulada Luciérnagas (Fireflies, 2018), realizada por la iraní Bani Khoshnoudi.
Ambientada totalmente en el puerto de Veracruz y con un reparto en su
mayoría mexicano, la cinta aborda de modo novedoso el tema de la
inmigración, vinculándolo con un relato intimista en que se entrecruzan
los destinos sentimentales del protagonista, Ramin (Arash Marandi),
joven gay iraní que huye de la homofobia institucional y que tiene en
México una escala obligada en el itinerario que deberá conducirlo a
Estados Unidos, y de Leti (Edwarda Gurrola), la mujer encargada de un
modesto hotel en Veracruz, que le brinda un trato amistoso, mientras
generosamente le imparte clases de español.
Hasta ahí el marco anecdótico no revela mayores sorpresas.
Paulatinamente, sin embargo, van apareciendo personajes y situaciones
nuevas que confieren fuerza dramática y mayor complejidad al asunto.
El joven Ramin descubre en el puerto jarocho el microcosmos de una
inmigración clandestina que lo mismo proviene de África que de países
centroamericanos, y que en una situación de precariedad económica y
enorme desasosiego moral, vive la incertidumbre de no saber bajo qué
circunstancias y por cuánto tiempo más esas personas habrán de
permanecer en ese curioso limbo tropical.
Las observaciones que hace la directora iraní del lugar apuntan hacia
el posible documental que habría sido fascinante, pero aquí se
transforman en un marco sugerente, alejado de lo pintoresco, que realza
la oscura sensualidad presente en las relaciones afectivas que
establecen entre sí los distintos personajes. Ramin, el auto exiliado
iraní que mantiene una conflictiva comunicación por Internet con el
amante masculino que dejó en su país natal, vivirá así una intensa
relación erótica con Guillermo (Luis Alberti), joven salvadoreño,
antiguo miembro de una pandilla.
En este relato de desencuentros sexuales y afectivos, donde cada
personaje intenta afanosamente darle el mejor cauce posible a su
frustración existencial, todo concurre a crear una peculiar atmósfera de
claustrofobia. El espectador aficionado al teatro pudiera sentirse
atraído por esta suerte de escenificación de dramas sentimentales
orillados a un desenlace trágico.
El cinéfilo encontrará, en cambio, filiaciones posibles y más amables
con las cintas románticas del turco Ferzan Ozpetek, en particular con
su notable película Las hadas ignorantes (2001).
Las hadas de Ozpetek son aquí esas luciérnagas ciegas que van de un
lado a otro, de un país hostil a otro en apariencia fraterno, de la
soledad del marginado laboral a la de un paria sexual incomprendido. Un
poco más de humorismo en los diálogos habría dejado muy de lado la
solemnidad que la cinta en verdad no necesita.
El propósito aparente de Luciérnagas ha sido, sin embargo,
abordar el tema muy actual de los flujos migratorios desde la
perspectiva y el arte combinatorio de ese otro flujo. Que sea una
cineasta de nacionalidad iraní la artífice de esta propuesta, indica
hasta qué punto una mirada de género puede transformar todo un paisaje
social.
Se exhibe en la Cineteca Nacional. Sala y horarios: www.cinetecanacional.net
Twitter: @CarlosBonfil1
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