Revelaciones del joyero del Señor de los Cielos
Con grado de doctor en joyería fina, Tomás Colsa Mcgregor, testigo protegido de la Procuraduría General de la República, entre 1982 y 1997 convivió con la nomenclatura del narcotráfico en México. Ésta es parte de su historia, contenida en el expediente 101/2007, cuyas revelaciones sirvieron para abrir procesos penales contra varios miembros de la delincuencia organizada
Tomás Colsa Mcgregor conoció y se hizo amigo de los narcotraficantes durante más de una década (1982-1997), periodo en el que floreció el cártel de Juárez de Amado Carrillo Fuentes, que mantuvo en jaque al gobierno mexicano hasta la supuesta muerte del Señor de los Cielos, ocurrida el 6 de julio de 1997.
Capos del primer nivel como Gabino Uzueta Zamora, el Pico Chulo; Manuel Salcido Uzueta, el Cochiloco; Rafael Caro Quintero; Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Miguel Ángel Félix Gallardo, el Flaco; Ramiro Mireles Félix; Rafael Aguilar Guajardo; Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos; Jesús Héctor Palma Salazar, el Güero Palma; Joaquín Guzmán Loera, el Chapo Guzmán; Juan Pineda Trinidad; los hermanos Muñoz Talavera, Pastor Álvarez Félix, Omar Camejo, eran amigos íntimos de Mcgregor, conocido en el medio como el joyero del Señor de los Cielos.
A raíz de su relación con el capo Gabino Uzueta Zamora, el Pico Chulo, de quien se hizo su compadre, Mcgregor cuenta cómo Ramiro Mireles bajaba aviones en Cancún, Quintana Roo, bajo la protección del encargado de la plaza de la Policía Judicial Federal, el comandante Adolfo Mondragón Aguirre, quien trasladaba la cocaína por vía aérea a la ciudad de Zacatecas, ya que en Cancún los aviones procedentes de la isla de San Andrés, Colombia, sólo se reabastecían de combustible.
Dice que así operaban los narcotraficantes Rafael Muñoz Talavera, Rafael Aguilar Guajardo y Amado Carrillo Fuentes, con apoyo de los comandantes de la Policía Judicial Federal y de la Policía Federal de Caminos. Trasladaban aviones diariamente, cada uno con 1 mil 500 kilogramos de cocaína. De la mercancía puesta en Estados Unidos, un 60 por ciento correspondía a los colombianos y 40 por ciento, al cártel mexicano.
A la muerte de su compadre Gabino Uzueta, el Pico Chulo, ocurrida en 1986 en un enfrentamiento con el Ejército Mexicano en Mazatlán, Sinaloa, quedó al frente del negocio su cuñado Pedro Lupercio Serratos, quien se hizo del control de las plazas de Jalisco y Chihuahua, para transportar desde Colombia grandes cantidades de cocaína. Chihuahua era controlada por Amado Carrillo Fuentes y Rafael Aguilar Guajardo. Mcgregor se hizo compadre de Lupercio Serratos, uno de sus principales clientes de joyería.
A principios de 1986, Mcgregor conoció a Amado Carrillo Fuentes en Guadalajara. Ahí se lo presentó el comandante de la Policía Federal de Caminos Fernando Ramírez, en presencia del comandante Lucio Puente, destacamentado en Puerto Vallarta, Jalisco.
Amado Carrillo estaba interesado en conocer a Mcgregor, ya que a través del comandante Fernando Ramírez supo de su relación con los comandantes de la Policía Judicial Federal y de la Policía Federal de Caminos, incluyendo en ese entonces al director general Enrique Harari y al comandante Chao López, a quienes se los había presentado su compadre el Pico Chulo.
De esa reunión ya le había hablado el comandante Miguel Silva Caballero, quien le explicó que Amado Carrillo quería conocerlo, con el fin de establecer contacto por su conducto con todos los comandantes, para que le brindaran protección de los cargamentos de marihuana y cocaína que transportaba por territorio mexicano hacia Estados Unidos.
Mcgregor se puso de acuerdo con los comandantes Miguel Silva Caballero, el Chico Changote; Raúl Fuentes, Guillermo González Calderoni, de la Policía Judicial Federal, quienes estuvieron de acuerdo en brindarle protección a Amado Carrillo a cambio de 100 mil y 500 mil dólares, según la cantidad de droga que se lograra pasar a Estados Unidos.
El 25 de marzo de 1986, Mcgregor se encontraba en su domicilio de Guadalajara, Jalisco, ubicado en Paseos del Prado 1424, colonia Colinas de San Javier, cuando recibió una llamada telefónica del capitán Vega del Ejército Mexicano, de la 15 Zona Militar, adscrito al Grupo de Información Militar, quien le advirtió que se salieran de inmediato, ya que elementos del Ejército los iban a matar.
Mcgregor, en compañía de Otho Camarena y Javier García Morales, salieron de su domicilio. Llevaron consigo 5 millones de dólares en alhajas y dólares. Se fueron a las suites Las Margaritas, donde de manera permanente tenían una habitación cuyo alquiler pagaba García Morales.
Posteriormente se trasladaron a la casa de Amado Carrillo en la colonia Country, donde esperaron al Señor de los Cielos, quien les prestó un Ford Grand Marquis, modelo 1984, con radio y teléfono para comunicarse. Los comandantes Lucio Puente y Fernando Ramírez, de la Policía Federal de Caminos, los escoltaron desde Guadalajara hasta la ciudad de Zacatecas.
De ahí viajaron a la ciudad de Monterrey, Nuevo León, y luego a Reynosa, Tamaulipas, de donde se pasaron a Estados Unidos. Llegaron por McAllen, Texas, hasta el aeropuerto de San Antonio. Ahí abandonaron el Grand Marquis y tomaron un avión comercial a la ciudad de Phoenix, Arizona, donde se quedó Otho Camarena. Luego, Mcgregor se trasladó a Nueva York y tomó un vuelo a España. Radicó en el puerto de Marbella de 1986 a 1988, tiempo en el que se dedicó a gastar los 5 millones de dólares y el lote de joyas que llevaba.
En el operativo militar, detuvieron a 19 personas, incluyendo a su hermano Felipe. Mcgregor era buscado por el general Vinicio Santoyo Feria, quien pensaba que se había quedado con la plaza de tráfico de drogas en lugar de su compadre Gabino Uzueta Zamora.
Después de permanecer en Marbella, España, Mcgregor regresó a México. Llegó primero a la ciudad de Cancún, donde permaneció dos meses. Ahí contactó a Adolfo Mondragón Aguirre, comandante de la Policía Judicial Federal, y al encargado de la plaza de Quintana Roo, Omar Camejo, dueño de la cadena de restaurantes Rincón Yucateco, ubicados en Cancún, Quintana Roo; Mérida, Yucatán, y Guadalajara, Jalisco. Mondragón Aguirre y Omar Camejo controlaban el negocio del tráfico de cocaína: bajaban aviones en pistas clandestinas ubicadas entre Cancún y Tulum.
Mcgregor permaneció dos meses en Cancún; después se fue a Cuernavaca, Morelos, en la colonia Vista Hermosa, donde radicó cuatro meses. Contactó nuevamente a los comandantes de la Policía Judicial Federal, Víctor y José Luis Patiño Esquivel, Amado García y Javier Gómez, quienes brindaban protección a Amado Carrillo Fuentes. Éstos eran gente del exdirector de la Policía Judicial Federal, Adrián Carrera Fuentes, quien brindaba protección al cártel de Juárez a cambio cantidades fuertes de dólares.
Mcgregor recuerda que el 5 de junio de 1988 recibió una llamada telefónica del entonces comandante de la Policía Judicial Federal Guillermo González Calderoni, quien le manifestó que tenía la orden de llevarlo a Guadalajara. Estableció un cerco a su casa de Cuernavaca, y le indicó que se entregara por su bien y el de su familia, en virtud de que se encontraba un proceso pendiente en su contra, relacionado con el operativo militar del que había escapado.
González Calderoni era su amigo y lo convenció de llevarlo a Guadalajara, al penal de Puente Grande, donde se enteró que existían diversos procesos en su contra por delitos contra la salud en sus modalidades de posesión, tráfico, introducción, distribución de marihuana, así como acopio de armas equiparable al contrabando, procesos radicados en el Juzgado Cuarto de Distrito en el estado de Jalisco.
Mcgregor permaneció preso 10 meses, pero salió absuelto de todos los delitos que se le imputaban. Durante ese tiempo, en Puente Grande estrechó relaciones con los narcotraficantes Juan José Quintero Payán, Arnulfo Robles Heras, los hermanos Álvarez Tostado, principalmente el Herford; Miguel y Francisco Quintero Payán, Lito Fernández, Emma Mondragón, jefes del cártel de Michoacán.
Ya fuera de Puente Grande, a principios de 1990, contactó a Víctor y José Luis Patiño Esquivel, jefes de seguridad de los reclusorios Sur y Norte, respectivamente, cuando fungía como director de reclusorios del Distrito Federal Adrián Carrera Fuentes. Les pidió una entrevista con Amado Carrillo, preso en el Reclusorio Sur de la ciudad de México.
Mcgregor se trasladó de Guadalajara a la ciudad de México, donde lo recibió José Luis Patiño, y previa autorización de Amado Carrillo, lo llevó al hotel Paraíso Radisson, propiedad de Rafael Aguilar Guajardo y del propio Amado Carrillo, y logró entrevistarse con Amado en el Reclusorio Sur.
En la entrevista, le pidió ayuda económica para comprar un lote de joyería y empezar nuevamente su negocio. Amado Carrillo le indicó que viera a su compadre Rafael Aguilar Guajardo en Ciudad Juárez, Chihuahua, para que le proporcionara el dinero. Aguilar le prestó 100 mil dólares, con lo que compró un lote de joyas en Nueva York.
De nuevo en Ciudad Juárez, Chihuahua, contactó con Pedro Lupercio Serratos, con quien intercambió parte del lote de joyas por un vehículo Phantom, modelo 1990, así como 50 millones de pesos y 300 mil dólares, con lo que obtuvo otra vez una posición económica solvente.
Lupercio Serratos contra Aguilar Guajardo
En esa ocasión, Mcgregor se dio cuenta de la rivalidad que existía entre Lupercio Serratos y Aguilar Guajardo por el control del cártel de Juárez. Lupercio le pidió a Mcgregor que hablara con su amigo Aguilar Guajardo, a quien el joyero le dijo que Lupercio era casi su hermano, por lo que deberían limar asperezas.
Lupercio Serratos y Aguilar Guajardo limaron sus diferencias y se hicieron amigos, incluso compadres a fines de 1991. Al convivio en el que éste bautizó a la primogénita de Lupercio, llegaron Amado Carrillo Fuentes, quien ya se encontraba libre, acompañado por el comandante de la Policía Judicial Federal, José Luis Patiño Esquivel, encargado de la plaza de Ciudad Juárez, y su hermano Víctor Patiño, junto con Javier Gómez, jefes de la escolta de seguridad del Señor de los Cielos, con 40 gatilleros que portaban armas largas y cortas.
También se encontraban un excapitán del Ejército medio calvo, gordo y chaparro, quien era el segundo de José Luis Patiño Esquivel en la Policía Judicial Federal de dicha plaza. Lupercio Serratos, Aguilar Guajardo y Amado Carrillo, en 1992, se dedicaban conjuntamente a traficar grandes cantidades de cocaína de Colombia por vía aérea.
En junio de 1992, su compadre Pedro Lupercio Serratos lo invitó a Cancún, Quintana Roo, a una reunión que sostendría con Rafael Aguilar Guajardo y Amado Carrillo, en el hotel Coral Beach, propiedad del Señor de los Cielos, a través de sus prestanombres Javier Cordero Estaufer y Héctor Covarrubias Valenzuela.
A la reunión llegó también Guillermo González Calderoni, comandante de la Policía Judicial Federal, quien fungía como director de Intercepción Aérea y Operaciones de la Procuraduría General de la República (PGR). El punto por discutir era sobre el operativo de la llegada de un cargamento de 4 toneladas de cocaína, en cuatro aviones procedentes de la isla de San Andrés, Colombia.
En compañía de su compadre Pedro Lupercio, abordaron tres camionetas Suburban de la PGR. Llevaba el control del convoy un comandante de la Policía Judicial Federal de apellido Ituarte, con 10 agentes, quienes se comunicaban por radio con Guillermo González Calderoni. Éste viajaba en un Cadillac blanco convertible último modelo. Al llegar al aeropuerto de Cancún, Mcgregor y Lupercio se instalaron en la cafetería del primer piso, desde donde se veían las pistas, en espera de la llegada de los aviones con el cargamento de cocaína.
Se simulaba un operativo de la Policía Judicial Federal cuando llegaron cuatro aviones Turbo Comander en intervalos de cinco minutos y se colocaron cerca de la estación de bomberos del aeropuerto, en donde también se encontraba un avión de la PGR en el que había llegado González Calderoni; así como un avión tipo Lear Jet, color azul con blanco, modelo 25, propiedad de Amado Carrillo Fuentes.
Con montacargas, bajaron de los aviones cajas de cartón con leyendas de exportación en inglés, las cuales contenían cocaína. Inmediatamente las introdujeron en un tráiler cubierto con sistema de refrigeración. Mientras realizaban las maniobras, otros sujetos abastecían de turbosina a las naves y les quitaban las matrículas sobrepuestas. El operativo duró 30 minutos. Después los aviones colombianos despegaron en intervalos de cinco minutos.
González Calderoni abordó también el avión de la PGR y despegó. El tráiler con el cargamento de cocaína ya había salido del aeropuerto. Mcgregor, su compadre Lupercio Serratos y su cuñado Jesús, el Chuy, su lugarteniente, abordaron la camioneta Suburban que habían rentado un día antes. Al dirigirse hacia el hotel Coral Beach, Mcgregor le preguntó a su compadre sobre la propiedad de la droga que acababa de llegar, y éste le contestó: “Es de Amado Carrillo, Rafael Aguilar y mía”. La droga se transportaría a Ciudad Juárez, Chihuahua. Le dijo que, cuando la vendieran, le iban a comprar una buena cantidad de joyas, que no se preocupara, que iba a recibir un buen dinero.
Minutos después llegaron al hotel Coral Beach a desocupar las habitaciones, sacar su equipaje y regresar al aeropuerto de Cancún, en donde se percataron que el avión de Amado Carrillo ya no se encontraba. Después viajaron en un vuelo comercial con escala en la ciudad de México y luego a Guadalajara, y de ahí junto con sus esposas a Manzanillo, Colima, a pasar unos días de descanso en una casa de Aguilar Guajardo, ubicada en el fraccionamiento Santiago, a un lado de Las Hadas.
Después Mcgregor viajó a la ciudad de Nueva York a comprar joyería fina a vista (a consignación), para venderla a los narcotraficantes; joyería que introducía en forma ilegal, vía aérea y terrestre, algunas veces por El Paso, Texas.
Más adelante, quedó de común acuerdo con su compadre de verse en tres días en Ciudad Juárez, Chihuahua, por lo que Mcgregor se dirigió a la casa de Pedro Lupercio, ubicada en la Colonia Campestre, de donde los dos partieron hacia la casa de Aguilar Guajardo, la cual se ubica en la misma colonia donde ya se encontraba Amado Carrillo Fuentes, con quien platicaron sobre el viaje a Nueva York y de la joyería.
Le mostró a Amado Carrillo un lote de joyas con un precio de 3 millones de dólares, mismos que aquél pagó en efectivo. Entre las alhajas se encontraba un brillante tipo marquis baguete de 19 quilates, desmontable para pendantif, el cual puede ser montado en anillo y esclava, de 1 millón de dólares; así como un reloj Piaget emperador de 46 quilates, con un costo de 245 mil dólares. A su compadre le vendió 1 millón de dólares en alhajas que pagó en efectivo; a Rafael Aguilar Guajardo le vendió 1 millón de dólares en alhajas, también pagó en efectivo.
Mcgregor y su compadre, de Ciudad Juárez, Chihuahua, se regresaron a Guadalajara, Jalisco, en un avión propiedad de Rafael Aguilar Guajardo, un Lear Jet, modelo 24 color beige, con franjas café. Pedro Lupercio, en ese entonces, controlaba la plaza del narcotráfico de Jalisco. Fueron a recibirlos al aeropuerto agentes de la Policía Judicial Federal, quienes los escoltaron hasta la casa de Pedro Lupercio, ubicada en la colonia Colinas de San Javier.
Durante los siguientes meses, Mcgregor se dedicó a la venta de joyería fina. En noviembre de 1992, hizo una venta de joyería a los narcotraficantes Ramiro Mireles Félix y Pastor Álvarez Félix, por 1 millón de dólares cada uno, para los regalos de navidad de sus familiares.
En esa época, le volvió a vender otro lote de joyería fina a su compadre Pedro Lupercio Serratos, con un costo de 3 millones de dólares, los cuales no le fueron cubiertos en ese momento. Lupercio prometió pagarle hasta febrero de 1993. Al llegar la fecha, ambos se fueron a comer, tomaron bebidas embriagantes y consumieron droga. Discutieron por las joyas. Mcgregor le mentó la madre a Lupercio, lo acusó de ratero y lo amenazó de muerte.
El 29 de enero de 1993, las esposas de ambos intercedieron para que se reconciliaran. Lupercio Serratos mandó a Ignacio Chávez Galván, su socio en las actividades del narcotráfico, para que llevara a Mcgregor al restaurante Los Inmortales, donde habían acordado que le pagaría la deuda.
En el trayecto, a bordo de una camioneta Dodge Ram modelo 1993, color rojo, tripulada por Mcgregor, por la avenida Patria en la ciudad de Guadalajara, varios sicarios a bordo de los vehículos Cheyenne pick up, Cavalier y Century, les dispararon con AK47, cuernos de chivo. Mcgregor inmediatamente se agachó y pudo salir con vida, no así Chávez Galván.
Después del atentado, Mcgregor se trasladó a Ciudad Juárez, Chihuahua, a entrevistarse con Rafael Aguilar Guajardo y Amado Carillo, para solicitarles que intercedieran en su favor y hablaran con Lupercio Serratos, quien insistía en privarlo de la vida. Quería llegar a un arreglo y que le pagara su dinero. La entrevista se realizó en el restaurante El Rodeo, propiedad de Amado Carrillo y Aguilar Guajardo, quienes inmediatamente se comunicaron con Lupercio y le indicaron que llegara a un arreglo con el joyero.
Aguilar Guajardo contra Amado Carrillo
En esa ocasión, Mcgregor se dio cuenta de que había diferencias entre Aguilar Guajardo y Amado Carrillo, pues cuando se comunicaron con Pedro Lupercio le manifestaron que iban a mandar a una persona para que arreglara las pendejadas que hacía.
Mcgregor permaneció en Ciudad Juárez cuatro días. De nuevo en el restaurante El Rodeo, junto con Rafael Aguilar Guajardo, en uno de esos días como las seis de la tarde, llegó Amado Carrillo, quien mediante señas le indicó a Rafael Aguilar que fuera hacia él, a una distancia de 8 metros de la mesa donde se encontraba. Mcgregor observó que Rafael y Amado discutían, por los ademanes que hacían tanto uno como el otro, y que Aguilar Guajardo le dio una cachetada a Amado Carrillo, quien inmediatamente se dio la media vuelta y se retiró del lugar junto con su escolta.
Después de estos hechos, Mcgregor se comunicó con Pedro Lupercio en Guadalajara, quien le dijo que no había problemas con él, que lo único que pedía es que no hablaran mal uno del otro y que el dinero de las joyas se lo pagaría, lo cual Pedro respetó íntegramente, pues en diversas ocasiones había tenido la oportunidad de matarlo.
Poco después, supo que Rafael Aguilar Guajardo había sido asesinado en Cancún, Quintana Roo, el 12 de abril de 1993; Amado Carrillo Fuentes ordenó el asesinato.
Luego Mcgregor se dirigió a la ciudad de México, donde abordó un avión con destino a Cancún para pasar unas vacaciones con su esposa y sus hijos. Permaneció tres días y regresó al punto de partida; se hospedó en el hotel Fiesta Americana del aeropuerto. Por esas fechas, el hotel se encontraba en transición de cambio de propietario y en proceso de auditoría. Mcgregor tenía una caja de seguridad con joyas, donde además le encontraron 500 gramos de cocaína. Después se enteró que se la había puesto el comandante Víctor Patiño Esquivel, quien ya fungía como director operativo de la Policía Judicial Federal.
Por ese hecho, pasó dos meses en el Reclusorio Oriente, procesado por delitos contra la salud, del que salió absuelto. El 3 de enero de 1994, el comandante Javier Gómez le puso en su domicilio de la calle de San Bernardo número 1990, en el Fraccionamiento San Bernardo, Zapopan, Jalisco, 150 gramos de cocaína, por lo que fue consignado y trasladado al Reclusorio Preventivo de la ciudad de Guadalajara, en donde pasó nueve meses. Fue absuelto en septiembre de ese año. Supo que fue porque no les dio dinero y le tendían trampas.
Al salir del Reclusorio, buscó a Amado Carrillo, a través de su hermana Martha Carrillo Fuentes, quien le indicó que el Señor de los Cielos se encontraba en Cuernavaca, que después se comunicaría con él. Se pusieron de acuerdo para verse. Amado le envió su avión a Guadalajara, en el que viajó con su familia a Cuernavaca. Lo recogieron pistoleros de Amado y lo trasladaron al rancho de La Luz, en el municipio de Tecatitlán, cerca del aeropuerto, donde Amado se encontraba con su esposa Sonia y Javier, su cuñado.
Fueron escoltados por 50 personas, entre ellos personal de la Policía Judicial Federal, gente de Víctor Patiño Esquivel, comandados por Javier Gómez. Al día siguiente, regresó en el avión de Amado Carrillo a Guadalajara, no sin antes haberle pedido 50 mil dólares en préstamo que pagaría con joyería.
Cuando Mcgregor salía hacia al aeropuerto, se percató de que el gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, iba llegando a la puerta principal del rancho La Luz a bordo de un Marquis color negro, acompañado de cuatro patrullas del estado. El funcionario bajó del vehículo y le dio un saludo afectuoso y un abrazo a Amado Carrillo. Éste le indicó a Mcgregor que se retirara inmediatamente.
Poco tiempo después se enteró que el 24 de diciembre de 1993, Amado Carrillo fue víctima de un atentado en el restaurante Ochoa Bali-Hai, en la ciudad de México, del que salió ileso con toda su gente gracias al apoyo que le brindó el entonces agente del Ministerio Público Pablo Chapa Bezanilla, según lo constató el comandante Javier Gómez, jefe de seguridad de Amado Carrillo.
Mcgregor fue ingresado al Reclusorio de Puente Grande, Jalisco, acusado de secuestro y asociación delictuosa, por el terrateniente Eligio Ramírez. Ingresó en diciembre de 1994. Hizo amistad con los narcotraficantes Juan Pineda Trinidad, Jesús Héctor Palma Salazar, el Güero Palma; Arturo Martínez Herrera, el Texas; José Luis Sosa Mayorga, el Cabezón; Miguel Quintero Payán, Miguel Batiz, con quienes convivió hasta que salió absuelto el 31 de octubre de 1995. Entonces, se trasladó a Monterrey, en donde vivió en el Condominio Capitolio, de la colonia del Valle, departamento 401.
Para el 14 de febrero de 1996, se entrevistó de nuevo con Amado Carrillo en la suite presidencial del hotel Crown Plaza, de la colonia del Valle, en Monterrey, Nuevo León, durante 10 minutos, ya que el Señor de los Cielos se encontraba muy ocupado con algunas personas y se iba a entrevistar con Gloria Trevi, de quien estaba enamorado, por lo cual se retiró del lugar. Antes de retirarse, Mcgregor le vendió a Amado un reloj Rolex Cellini, con incrustaciones de brillantes y rubíes, por 40 mil dólares, el cual pagó en efectivo.
Mcgregor regresó a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y en julio de 1996, se dirigió a la ciudad de México y de ahí a radicar en la ciudad de Querétaro. Casualmente, a finales de octubre de ese año, se encontraba en San Juan del Río su compadre, el general Leandro Rosado Ferrer, quien lo invitó a su casa en Tequisquiapan, en compañía de su esposa, y le comentó que era muy amigo del gobernador del estado, Enrique Burgos García, a quien le propuso verlo para hacer negocios.
El gobernador les comentó de la venta de varios inmuebles propiedad del gobierno del estado, como el estadio de futbol La Corregidora, varias haciendas y hoteles, la antigua Central Camionera y otros que tenía para su venta la inmobiliaria Cronos, con el fin de bajar la deuda interna del estado.
El 15 de noviembre de 1996, Mcgregor se comunicó con la hermana de Amado, Martha Carrillo Fuentes, para informarle que era posible hacer negocios en Querétaro. Amado le dijo que enviaría a su tío Donaciano Carrillo, para analizar la oferta y le indicó que estaba interesado en el estadio La Corregidora. Mcgregor le entregó los planos y le informó el precio: 45 millones de dólares.
A los ocho días, Donaciano Carrillo le dijo a Mcgregor que le interesaba a Amado Carrillo realizar el negocio sobre el estadio de futbol y le indicó que comenzara a hacer los trámites para la compra del inmueble. Mcgregor le pidió a Gerardo Fernández, de la empresa Concretos Presurizados, SA, que fuera el prestanombres para la compra del estadio de futbol; éste aceptó.
El 15 de diciembre de 1996, en Estados Unidos a Amado Carrillo le decomisaron varios millones de dólares, por lo que Donaciano Carrillo habló con Mcgregor para que retrasara la compra del inmueble, y le aseguró que el negocio sí se iba a efectuar, ya que tenían interés de invertir en Querétaro, porque Amado Carrillo era muy amigo de Fernando Ortiz Arana, candidato a la gubernatura.
Para el 20 de diciembre de 1996, Amado Carrillo visitó a Mcgregor en su casa de Paseo de Jurica 423, en Querétaro. Llegó a bordo de un vehículo Ford Lincoln color dorado, y seis o siete vehículos más como escolta. Le dijo que estaba muy interesado en la compra del estadio de futbol, y le pidió que retrasara la operación.
Durante los festejos de la boda de la hermana de Amado Carrillo en el municipio de Navolato, Sinaloa, en enero de 1997, elementos del Ejército Mexicano intentaron detenerlos, lo cual motivó que Mcgregor perdiera comunicación con todos ellos. Donaciano lo recontactó y le dijo que consiguiera la cita para entregar el anticipo del dinero para la compra del estadio de futbol el viernes 28 de febrero, fecha que Mcgregor cambió al 3 de marzo. La operación nunca se realizó.
Para el 16 de mayo de 1997, el testigo Tomás Colsa Mcgregor siguió proporcionando datos claves de la estructura y funcionamiento del cártel de Juárez de Amado Carrillo. Después de haber sido puntal del llamado “maxiproceso”, fue asesinado el 5 de julio de 1997, en la ciudad de México, cuando bajaba de un camión, un día antes de la muerte del Señor de los Cielos.
[RECUADRO]
El Señor de los Cielos, protección y estructura financiera
De acuerdo con la versión testimonial de Tomás Colsa Mcgregor, rendida ante el Ministerio Público, entre los comandantes que brindaban protección a cambio de dinero a Amado Carrillo figuran: Chao López, Heriberto Garza, Adrián Carrera Fuentes, Víctor Patiño Esquivel, José Luis Patiño Esquivel, Guillermo González Calderoni, Javier Gómez, José Antonio García Torres, Mario Alberto Torrijos Rascón, Bernardo González Urtusuástegui, Francisco Antonio Bejos Camacho, Daniel Zárate Rodríguez, Fidel Jorge Botello Sandoval, César Jorge Pérez Pérez, Benjamín García Álvarez, Miguel Silva Caballero, Gustavo Luz, Edgar Antonio García Dávila.
Así como sus cómplices: Pastor Álvarez Félix, Miguel Gastelum, Clemente Soto, Filiberto Lupercio Serratos, Ramiro Mireles Félix, Arnulfo Robles Heras, los hermanos Álvarez Tostado (José y el Herford), Miguel Caro Quintero, los hermanos Muñoz Talavera, José Luis Sosa Mayorga, Jesús Héctor Palma Salazar y Arturo Herrera Martínez.
Otros elementos de la Policía Judicial Federal que brindaban protección a los narcotraficantes, eran los comandantes Adolfo Mondragón Aguirre, Guillermo González Calderoni, Gustavo Luis Tijerina, Salvador Peralta Pérez, Daniel Zárate Rodríguez; el comandante Fernando Ramírez y Lucio Puente, de la Policía Federal de Caminos.
Todos eran protegidos por elementos del Ejército Mexicano, como el general Óscar Sánchez Suazo, y el teniente coronel Javier Pérez Patiño. Con todos ellos, Mcgregor convivió en una fiesta celebrada en el rancho Santa Anita, Jalisco, con motivo del cumpleaños de Guadalupe Quintero Payán, hermana de Juan José Quintero Payán.
En la ciudad de Monterrey, Leopoldo Rodríguez Rentería, subdelegado de la Policía Judicial Federal, y el comandante Javier Gómez, así como el general del Ejército Mexicano Jorge Maldonado Vega, operaban como jefes de seguridad de Amado Carrillo.
La estructura financiera
De la estructura financiera de Amado Carrillo Fuentes, Mcgregor reveló que su administrador y prestanombres era Eduardo González Quirarte, alias el Flaco, quien se encargaba del dinero producto del narcotráfico. Su hermano, René González Quirarte, era el responsable de realizar las compras de armamento y aparatos de radio comunicación en Estados Unidos. Otros prestanombres eran los hermanos Héctor, José y Juan Arturo Covarrubias Valenzuela, este último era presidente del Banco Industrial de Jalisco. Otro prestanombres de Amado Carrillo era Arcadio Valenzuela, exdueño del Banco del Atlántico, tío de los hermanos Covarrubias Valenzuela.
Ricardo Gómez Palomera, quien tiene su domicilio en la calle Paraíso número 15, Colonia Colinas de San Javier, Zapopan, Jalisco, manejaba las cuentas financieras de Amado Carrillo, de Filiberto Lupercio Serratos y Eduardo González Quirarte, en bancos de El Paso, Texas, a nombre de sus respectivas esposas.
Mcgregor dijo conocer las propiedades de Amado Carrillo Fuentes y que aparecen a nombre de estas personas, como el edificio del Banco Industrial de Jalisco, ubicado en la avenida Chapultepec, esquina con Hidalgo, sector Reforma; el Eurohotel, de avenida Lázaro Cárdenas y Mariano Otero, sector Juárez; las concesionarias automotrices de Chrysler Motor Mexa, ubicadas en avenida Vallarta de Guadalajara, Jalisco; así como las concesionarias de Chevrolet Coval de Jalisco, Colima y Sinaloa.
También los restaurantes El Rodeo, ubicados en Guadalajara y en diferentes partes del norte de la República; los hoteles Coral Beach, de Cancún, Quintana Roo; Fiesta Americana y Los Tules, de Puerto Vallarta, en sociedad con Javier y Eduardo Cordero Estaufer; los hoteles Villa Bejar de Cuernavaca y Tequesquitengo, Morelos.
Amado Carrillo tiene en propiedad tres aviones, el Lear Jet, modelo 25, color blanco con azul, con matrícula mexicana; una aeronave tipo Beach Kraf, color café con beige; un Lear Jet modelo 24, color beige, con franjas café, que Mcgregor vio estacionados en el aeropuerto de Cuernavaca, Morelos.
De los inmuebles propiedad de Amado Carrillo ubicados en Zapopan, Jalisco, mencionó los de avenida Mayas número 3333, calle Santa Rita, número 614, colonia Santa Rita; Circuito Madrigal 2014, colonia Colinas de San Javier; calle Loma Ancha 1301, colonia Lomas del Valle; avenida San Gerardo número 10, Fraccionamiento Valle Real; Manuel Acuña 3362; Paseo de la Nobleza número 1392, colonia Santa Rita; y en Paseo de Prado 1381, Lomas del Valle; así como en Tomás Balcázar número 1514, Fraccionamiento Arboledas, en Guadalajara, Jalisco. (JR)
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