8/01/2010

La columna de Ibarra Aguirre


Utopía

Hábito, disciplina, adicción



Eduardo Ibarra Aguirre



El hábito de redactar –escriben los escritores, me dijo un día José Martínez Mendoza--, la disciplina o la adicción de hacerlo todos los domingos, martes y jueves desde hace prácticamente un sexenio blanquiazul, me coloca frente a una de las tres pantallas que dominan la comunicación de nuestro tiempo –la de la televisión y el teléfono móvil son las otras--, para platicar con usted en un estado físico y mental más propicio para el descanso, después de una jornada tequilera que surgió de la nada, con mis vecinos Alejandro y Guillermo Calderón Gutiérrez por primera vez en 13 años de compartir, pared a pared, la vecindad.


Cuando esto me sucede, tembloroso e inseguro, comprendo más y mejor la fatigosa tarea de gobernar a los mexicanos con la cruda realidad encima y la otra, la que provocan los excesos etílicos en Los Pinos.


Pero allá, a diferencia de aquí, la vivienda de este escribidor, sigue la fiesta por la muerte de Ignacio Coronel, hombre que formaba parte del primer círculo del cártel de Sinaloa, del Pacífico o la Federación, y también por la detención de su lugarteniente y, enseguida, de su sobrino, un joven llamado a sustituirlo.


El golpe es tan fuerte que el señor que hace 32 meses decretó la Guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, sin mediar consultas, si acaso así mismo --como en las dictaduras más criticadas y exhibidas desde la Casa Blanca--, aún recibe felicitaciones de ésta y de otros gobernantes.


La magnitud del golpe lo ilustra el siguiente párrafo de la reportera Claudia Herrera Beltrán: “Pasadas las 18 horas (del día 30), Calderón viajó en camioneta a la Expo Guadalajara escoltado por dos helicópteros militares y varios vehículos Humvee artillados, además de policías en motocicletas”. Antes arribó a la base aérea militar número 5, ubicada en Zapopan, a 10 kilómetros de la colonia Colinas de San Javier, donde la tropa se enfrentó y aniquiló a Cachas de diamante.

La versión oficial dice que opuso resistencia. Pero enseguida viene a la memoria la forma en que marinos asesinaron a Arturo Beltrán Leyva. Y cabe, entonces, la pregunta: ¿Para qué los matan si la información que poseen es valiosísima? Pues, por eso. Porque saben demasiado, incluidos los nombres de las mujeres y de los hombres del poder público y del fáctico involucrados en el negocio más rentable de nuestros días.


El miedo no anda en burro, decían mis antepasados. Pero que bien que refuercen la seguridad presidencial y tomen todas las precauciones del caso, para que el país tenga titular del Ejecutivo hasta el 30 de noviembre de 2012 y le dé tiempo de combatir al que no pocos aún consideran el cártel de la casa.


El golpe propinado a la Federación muestra que si lo hubo, bajo el gobierno de Vicente Fox Quesada, en el de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa no existe ningún cártel protegido. Es indispensable, de lo contrario presenciaríamos una gran farsa que ya costó a la nación más de 25 mil vidas, además de las que se perderán en los próximas semanas porque detrás de cada uno de estos plausibles golpes gubernamentales, viene un reacomodo en las elites del narcotráfico y una batalla sangrienta por el dominio de las plazas que deja desatendidas el capo abatido o encarcelado.


No tengo la más mínima dificultad para reconocerle al abogado, economista y administrador público el golpe dado como comandante supremo de las fuerzas armadas. Mas el costo es altísimo en vidas humanas, vulneración de la ley de leyes con la asignación de tareas policiacas al Ejército y la Marina, atropello de las garantías individuales y siembra del miedo, la angustia y el terror por casi toda la geografía nacional.


Demasiada cara es la factura, mientras las adicciones, y no al tequila o al güisqui, sino a los narcóticos, se multiplican imparables.


Acuse de recibo


Grave denuncia. “La Academia Hidalguense de Educación y Derechos Humanos manifiesta su consternación por el asesinato de dos miembros de la asociación Hábitat para la Humanidad México, el pasado 19 de julio en la región huasteca hidalguense, cuando realizaban labores relacionadas con la promoción del derecho a la vivienda. Antonio Hernández Hernández, coordinador de Programa de Hábitat para la Humanidad México en la región de la Huasteca, y de Arturo Lavín Ramírez, estudiante de la carrera de ingeniería civil en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, ocurrido en el estado de Hidalgo, son los nombres que llevaban en vida los fallecidos”...José Ramón García Durand me escribió el 5 de julio: “Lamentamos haberle incomodado con nuestras llamadas telefónicas, informaremos al área correspondiente para que realice los cambios necesarios en el sistema. Ya que para Scotiabank es importante brindar un nivel de servicio óptimo y atender su solicitud a la brevedad”. Resultaron falsas las bellas palabras porque mañana tarde y noche, nuevamente, volvieron a la carga sobre mi número telefónico para cobrarle a Alejandro Rodríguez Juárez, señor que no conozco.

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