El 2 de Octubre se cumplieron 56 años de la Masacre de Tlatelolco y la fecha se volvió a manchar de sangre.
En la última madrugada del 26 y 27 de Septiembre, en que un grupo de
estudiantes del Estado Mexicano de Guerrero se preparaba para asistir a
la conmemoración de la gran huelga estudiantil, la policía inició una
balacera que terminó con la vida de 6 normalistas y dejó un saldo de 43
estudiantes desaparecidos.
Las razones del hecho que se
vislumbran hasta el momento, son escalofriantes y constituyen un
llamado de atención para los países en que la “democracia” y el
narcotráfico conviven bajo el mismo techo. Sobre todo, para aquellos en
que el neoliberalismo se ha erigido como el terreno fértil sobre el
cual se asienta uno de los mercados más criminales: el tráfico de
drogas.
Asimismo, la coincidencia en el calendario de lo
sucedido en Iguala, con la masacre de Tlatelolco vivida algunos años
atrás por los mexicanos, demuestra que el estudiantado sigue siendo una
fuerza que preocupa a los gobiernos burgueses y sus redes de poder cada
vez más complejas.
En la época del Mayo francés de 1968
fueron 20 personas del movimiento de estudiantes de la UNAM, IPN, y
diversas universidades, los que murieron por culpa de bandas
paramilitares y el Ejército. Hace pocas semanas fueron estudiantes de
la Escuela Rural Raul Isidro Burgos de Ayotzinapa quienes, al perder su
vida pusieron en evidencia uno de los entrelazamientos más terroríficos
de nuestros días: el de la narcopolítica.
No sólo una matanza
Hasta el día de la fecha, no se encontraron motivos que expliquen el
accionar que tuvo la policía municipal en la madrugada del 26 de
Septiembre más que la intención de deshacerse abiertamente de un grupo
de estudiantes normalistas.
Si no se hubiese querido una
carnicería, los policias no hubiesen abierto fuego contra un grupo de
menores desarmados, ni se le hubiese arrancado los ojos y desollado el
rostro a un normalista. Tampoco se encontrarían 43 estudiantes
desaparecidos, de los cuales al menos 20, fueron subidos a una
camioneta de la policía municipal.
Después de que el grupo
criminal “Guerreros Unidos”, vinculado a los narcos, a la policía y al
propio alcalde de Iguala exigiera -bajo la amenaza de hacer público el
nombre de los políticos implicado en el asunto- la liberación de los
policías bajo arresto por el crimen, no quedaron dudas de el tinte
político del asunto. Lo evidente de las amenazas es que se hicieron a
través de “narcomantas” que tapizaron Iguala, en lugares controlados
supuestamente por la policía.
Ante esta situación, el
presunto líder de Guerreros Unidos, apodado el Chucky, está prófugo
junto a otros sospechosos y el alcalde del Municipio de Igualá José
Luis Abarca Hernández, que es uno de los principales responsable del
crimen masivo. El partido más comprometido es el PRD (Partido de la
Revolución Democrática) al cual pertenecían el alcalde y el gobernador
del Estado de Guerrero: Angel Aguirre Rivero, cuyo mandato posiblemente
sea revocado.
También se encuentra comprometido el PRI del
Presidente Enrique Peña Ñieto, por haberse enfrentado débilmente
durante su gobierno a los cárteles que controlan el narcotráfico en
diferentes regiones del Estado, y por no mostrar un plan de acción que
avance exhaustivamente con la búsqueda de los normalistas desaparecidos
, a tal punto de que tengan que salir a rastrearlos policías comunales
desarmados.
Más allá de las diferencias, si hay algo en que
acuerdan éstos partidos es que ‘‘se debe replantear la existencia de
las escuelas normales rurales, porque son núcleos de guerrilla’’ tal
como coincidieron los legisladores locales Tomás Hernández Palma (PRD),
Ricardo Taja Ramírez (PRI), Cristino Evencio Romero Sotelo (MC), Jorge
Camacho Peñalosa (PAN) y Arturo Álvarez Angli (PVEM) en una reunión
realizada con los diputados que integran la comisión por la
investigación de la masacre.
Cabe preguntarse en éste
contexto quienes constituyen el principal peligro para la sociedad: si
los oficiales de la policía – o de Guerreros Unidos- armados hasta los
dientes, que cometieron crímenes de lesa humanidad contra un grupo de
menores o los estudiantes desarmados, que ni siquiera tuvieron recursos
para defenderse.
Frente a declaraciones como la citada queda
claro cuál es el mensaje que le quisieron dar a los estudiantes el
pasado 26 de Septiembre.
¿Por qué con los estudiantes de Guerrero?
Uno de los motivos es que los estudiantes de las Escuelas Normales
Rurales van en detrimento de la ideología y el modelo económico
liberal. Es un prototipo educativo que no coincide con la
industrialización en el campo mexicano y resulta un gasto no rentable
para las autoridades.
En los últimos años muchas de las
escuelas tuvieron que cerrar sus puertas como consecuencia de un
vaciamiento económico. Esto se dio a pesar de que asisten a ellas
estudiantes de familias de bajos recursos, que de otra forma no podrían
pagarle la escuela a sus hijos.
El problema para el Gobierno
es que constituyen un referente a nivel nacional que resulta
“peligroso” debido a su inspiración socialista: al revés que en las
escuelas privadas, se les paga a los estudiantes por estudiar.
Por otro lado, el legado de Che, de Mao, y de Lenin, pero también del
guerrerense Lucio Cabañas (maestro y guerrillero asesinado en los años
70) se hace presente en las paredes de las escuelas. Incluso, en la
Escuela Rural Raúl Isidro Burgos, reza un cartel en la entrada que
dice: “Cuna de la conciencia social”. Los alumnos de esta escuela son
estudiantes comprometidos con la realidad social, cuya práctica e
ideología estan imbricadas. No por nada apoyaron a los pobladores de
Tixtla cuando fueron afectados por los huracanes Ingrid y Manuel en
2013. Por algo, no exento a su
ideología los intentaron asesinar el último 26 de septiembre cuando se
dirigían a una conmemoración histórica.
Todos somos Ayotzinapa
Tal como se manifestó hace 56 años atrás en la Masacre de Tlatelolco, y
durante los años del Mayo francés en diferentes países, los estudiantes
siguen siendo el blanco fijo de los gobiernos burgueses empeñados en
obstruir las demandas más importantes de la sociedad.
En un
contexto en el que el liberalismo todavía pisa fuerte en América
Latina, y el rol de la escuela como factor de inclusión en las
sociedades “democráticas” no ha logrado los resultados esperados, la
acción de los estudiantes resulta fundamental.
En este
sentido, las luchas que están emprendiendo los colegios de distintos
Estados de Mexico con una inmensa demostración de fuerza a favor de la
aparición con vida de sus compañeros de Ayotzinapa, son las que hoy
expresan la única esperanza de no perder la pulseada frente a un
régimen social que mata y excluye a los más jóvenes.
Hoy más que nunca todos somos Ayotzinapa.
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