Octavio Rodríguez Araujo
Uno
de los grandes problemas con el manejo de las estadísticas electorales
es que ocultan otras realidades. Mi apreciado José Antonio Crespo ( El Universal, 23/3/15)
usa estadísticas para explicar por qué no es del todo cierto que la
mayor abstención beneficie al PRI, y cita los porcentajes de
participación electoral en varias elecciones, de 1994 a 2012. Con
dichos porcentajes demuestra que a mayor participación puede ganar el
PRI, pero no necesariamente.
En 1994 ciertamente el PRI ganó con relativa ventaja y en el periodo
comprendido por Crespo fue la elección con mayor participación: 78 por
ciento. Pero hubo algunas condiciones que en mi opinión deberían
tomarse en cuenta: el levantamiento indígena en Chiapas, la extraña
conducta del candidato del PAN (Diego Fernández de Cevallos) y la
debilidad del candidato del PRD (Cuauhtémoc Cárdenas), por sólo
mencionar las más importantes.
La rebelión en Chiapas logró muchos apoyos sociales, sí, pero más
temores entre los ciudadanos, auspiciados por la propaganda usada por
el PRI. La propaganda de éste se basó en promover el miedo a la
inestabilidad y a la violencia, ejemplificando, por un lado, con golpes
de Estado en varios países y con casi guerras civiles en otros:
violencia en las imágenes contra las décadas de supuesta estabilidad en
el país… gracias a los gobiernos priístas. No se mencionó, obviamente,
la represión a los ferrocarrileros en 1959, a los médicos en 1965 ni a
los estudiantes en1968 y 1971. Tampoco se habló de los presos políticos
que ha habido en México ni de la censura en los medios dictada desde
Los Pinos. Mucho menos se hizo mención a los cruentos años de la guerra sucia. El
asesinato de Colosio, precisamente ocurrido el 23 de marzo de ese año
(1994), fue otro elemento que, indirectamente, benefició al PRI al
convertirlo en un mártir magnificado y al hacer de un candidato
sustituto (Zedillo), desconocido para muchos, el heredero del mártir.
El
NOde los zapatistas a las propuestas de Camacho en el diálogo de San Cristóbal fue otro factor insoslayable, por mucho que se justificara estratégicamente.
Fernández de Cevallos también puso su grano de arena para beneficiar a su
contrincanteZedillo. Si en el debate televisivo del 12 de mayo de 1994 el Jefe Diego había salido triunfante, luego se retiró de los reflectores (por supuesta enfermedad) dejando que éstos se enfocaran en el candidato priísta. Cárdenas, por su lado, se desempeñó mal en el debate y no ganó simpatías por sus intervenciones ante las cámaras, además de haber perdido, en esos momentos, varios de los apoyos que había tenido en 1988.
En 2000 hubo, en efecto, menos participación que en 1994 y el PRI no
se vio favorecido. Sin embargo, los desastres de las políticas
zedillistas y sus privatizaciones, más el discurso populista de Vicente
Fox, que centró su campaña en sacar al PRI de Los Pinos, favorecieron
al PAN, aunque luego millones de mexicanos se arrepintieran. Los
asesores de Fox, sin lugar a dudas, supieron aprovechar la coyuntura y
el voto de castigo que se había ganado el presidente saliente.
En
2006, como bien señala Crespo, hubo todavía menos participación que en
1994 y 2000, y el PRI quedó en un triste tercer lugar. Pero a este
fenómeno debe integrarse el hecho de que Roberto Madrazo, el candidato tricolor, era
realmente impopular y tuvo, además, el mal tino de dividir a su
partido, pelearse con los de Atlacomulco y lanzar en brazos de Calderón
a la entonces poderosa dirigente del SNTE, organización gremial que le
dio alrededor de un millón de votos al candidato panista. Por si no
fuera suficiente, destelló como nunca un candidato de oposición ubicado
en las izquierdas mexicanas: López Obrador, quien obtuvo casi 15
millones de votos más los que no se contaron en esa elección. Pienso
que en 2006 pesaron más los errores del PRI que la baja participación
electoral que destaca Crespo en su artículo.
La recuperación del PRI durante el calderonismo se debió a dos
factores principales (que no únicos): el desprestigio del presidente,
que obviamente repercutió en su partido (el PAN), y la incapacidad de
los dirigentes del PRD para refundarlo después del estruendoso fracaso
en 2009. Los priístas supieron sacar ventaja de la situación y el
resultado lo vimos en 2012, pese a que López Obrador logró para su
partido y aliados casi 16 millones de votos.
Como yo he sido de los que afirman que una mayor abstención
beneficia al PRI (en estos momentos y no en 2000 o 2006), lo he dicho
porque, entre otras razones, es el partido en el poder (y el poder
influye mucho en las conductas ciudadanas, como también lo usó Fox en
2006). Mi argumento no es que el PRI se beneficie con la abstención,
aunque así ocurriera en el pasado antes de 1988, sino que el poder es
el que se beneficia ya que la mayoría de votos de un partido es en
función de la votación total válida y no del número de ciudadanos,
voten o no. El aparato y los recursos del gobierno en turno, sean del
partido que sean, se usan. Si Zedillo no lo hizo para garantizar el
triunfo de Francisco Labastida, fue porque no era su candidato y
también porque Fox y el PAN garantizaban (
desde la oposición) la continuidad del neoliberalismo que era su posición defendida hasta la fecha. La intención de Zedillo era salvar el sistema, no a su partido, del que guardó, como dijo,
una sana distancia.
En resumen, en las próximas elecciones, la abstención y el voto nulo
beneficiarán al PRI más que a ningún otro partido. Más grave es que
quienes proponen la abstención y/o el voto nulo se digan de izquierda:
¿para dejarles el poder, sin oposición, a las derechas? No le veo
lógica.
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