MÉXICO,
D.F. (Proceso).- El gobierno de Luis Echeverría Álvarez jamás asumió la
responsabilidad por la masacre de docenas de estudiantes en las calles
de la Ciudad de México el 10 de junio de 1971 ni por la expulsión de
don Julio Scherer de la dirección del periódico Excélsior el 8 de julio
de 1976. Aquellos cobardes ataques a nuestros derechos más básicos, a
la vida, a la protesta y a la libertad de expresión fueron presentados
como “conflictos entre particulares”. Hoy, los hijos políticos de
Echeverría recurren al mismo discurso de antaño para evitar ser
llamados a cuentas tanto por la masacre estudiantil en Iguala,
Guerrero, el 26 de septiembre de 2014, como por la destitución de
Carmen Aristegui como titular de la primera emisión de MVS Noticias el
15 de marzo de 2015.
La escalofriante
continuidad histórica de las estrategias del régimen, paradójicamente,
genera esperanza. A lo largo de los últimos 40 años el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) no ha evolucionado un ápice, sino
que se ha estancado en un pantano de lógicas retrógradas ya rebasadas
por los tiempos modernos. En contraste, la sociedad se ha transformado
radicalmente en las últimas cuatro décadas. Somos ahora mucho más
conscientes, informados, comunicados, exigentes y movilizados que
antes. El desenlace de la crisis actual, entonces, promete ser mucho
más positiva y productiva que el de la acontecida a principios de los
años 70 del siglo pasado.
Hoy todos sabemos que la masacre del Jueves de Corpus fue
fríamente planeada desde las más altas esferas del poder. De acuerdo
con las investigaciones periodísticas y académicas que han salido a la
luz en años recientes, fue perpetrada por cientos de halcones
entrenados en Estados Unidos que se coordinaron con la policía y con
las fuerzas militares el día de la represión. El presidente Echeverría
estaba al tanto del desarrollo de todos los acontecimientos. El
excelente documental de 2006 realizado por Canal Seis de Julio y
dirigido por Carlos Mendoza, Halcones: Terrorismo de Estado (disponible
aquí: http://ow.ly/KwP6W), expone con claridad lo que realmente ocurrió
aquel fatídico día.
De la misma manera, en estos tiempos todos saben que la
salida de Scherer, Vicente Leñero, Enrique Maza, Rafael Rodríguez
Castañeda y Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros, de Excélsior, fue
un golpe planeado desde la Presidencia de la República. El ataque
inició en 1972, cuando los oligarcas del país organizaron un boicot de
anunciantes en contra de Excélsior para ahorcarlo financieramente. Y,
finalmente, en 1976 un grupo de esquiroles bajo las órdenes de Los
Pinos tomaron por la fuerza la Asamblea General de la Cooperativa
Excélsior para destituir formalmente a Scherer. La mejor referencia
para conocer en detalle los acontecimientos de aquellos días tan
álgidos es el libro del mismo Leñero (en paz descanse) titulado Los
periodistas, cuya nueva edición de 2012 fue prologada precisamente por
Carmen Aristegui.
Tanto la matanza de 1971 como la censura de 1976 les
salieron muy caras al régimen. La represión del Jueves de Corpus
convenció a muchos mexicanos, y de manera destacada en Guerrero, a
abandonar la lucha institucional para tomar las armas en contra del
poder despótico. Asimismo, la expulsión de Scherer desembocó en la
creación de la revista Proceso, una publicación que nos acompaña hasta
la fecha como uno de los pocos bastiones de crítica informada que
valientemente pone límites al poder corrupto.
El editorial del primer número de Proceso, publicado el
6 de noviembre de 1976, deja un legado muy valioso que presenta
similitudes con la coyuntura del presente. Ahí los editores denunciaron
“la inquina política en términos que causaron asombro dentro y fuera de
México”, así como “la impudicia de la agresión” hacia el periodismo
libre, y expresaron su decisión de no permitir que “el silencio cubra
por completo a esta nación”. Remataron: “Así somos, y aquí estamos”.
En el video del Canal Seis de Julio sobre el 10 de junio
se incluyen testimonios originales de estudiantes que intervinieron en
la manifestación. En respuesta a la pregunta de un periodista: “¿Cree
usted que son libres en México?”, un estudiante responde: “No lo
creemos. La mejor prueba de esto es la existencia de presos políticos
en las cárceles de la Ciudad de México y en otras ciudades del país”. Y
en otra toma un estudiante explica: “Estamos luchando por un país
realmente democrático, y tenemos que mostrar que el gobierno no es
democrático. Estamos intentando demostrar que el sistema represivo no
lo hace legalmente ni respeta la Constitución. Y estamos tratando de
desarrollar un movimiento revolucionario”.
En esta época hay aún más periodistas –quienes “aquí
estamos” en la brecha de la dignidad– y muchos más estudiantes y
maestros con la claridad de que “el gobierno no es democrático”. Además
contamos con redes de comunicación e información digitales que no
teníamos hace 40 años. Y la decisión de los dignos padres y estudiantes
de Ayotzinapa de rechazar la vía armada para acceder al poder público
abre una enorme oportunidad histórica para superar viejos debates,
desconfianzas y sectarismos.
Pocas veces ha habido una coyuntura tan favorable para
caminar juntos a favor de una renovación de la patria; 40 años de
represión y censura no han podido apagar la antorcha de la esperanza
democrática. Al contrario, ésta alumbra el camino con más fuerza que
nunca. Sigamos todos el ejemplo de los fundadores de Proceso tomando la
historia en nuestras manos.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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