México hoy (I)
El
capitalismo encomienda el destino de los pueblos a los apetitos
financieros de una minúscula oligarquía. En cierto sentido, es un
régimen de delincuentes.
Alain Badiou
El pueblo mexicano se encuentra hoy sumergido en la peor crisis de su
historia reciente. La ambición de «los señores del dinero y de la
muerte» no encuentra límites, y para seguir saciándose harán lo que
sea: asesinar, desaparecer y condenar a pueblos enteros a la muerte al
despojarlos de la tierra y del agua. Al mismo tiempo, los pueblos, los
de abajo, los condenados y despojados de la tierra; resisten, siempre
resisten. Su lucha, nuestra lucha, que es por la vida, por la justicia
y por la verdad, hoy toma nuevas dimensiones. Nuevos sujetos se suman
al grito de «¡Ya basta!» que aún hace eco en estas y otras geografías.
En el ánimo de aportar algunos elementos para pensar nuestro presente
es que compartimos el siguiente texto, primer entrega de tres que
podrán encontrar en este medio: El capitalismo criminal, El Estado criminal y Las luchas por la vida.
Estas son algunas reflexiones surgidas del andar cotidiano, que
intentan sistematizar lo vivido y lo leído, pues como dijera el
Subcomandante Insurgente Moisés, «ni sola la práctica, ni sola la
teoría».
El capitalismo criminal
El 17 de junio
de 1971, el entonces presidente de los Estados Unidos de América (EUA),
Richard Nixon, señaló que las «drogas» eran el principal enemigo de los
EUA. Tres años después, en 1974, el gobierno norteamericano comenzó a
invertir fuertes cantidades de dinero en países productores de materias
primas para la elaboración de drogas, con el argumento de «erradicar el
problema de raíz». Vale destacar que la mayoría de estos países se
ubicaban en América Latina y Medio Oriente.
La «guerra contra
las drogas» tomó rápidamente centralidad en los discursos y acciones
bélicas de los EUA. Junto a los «comunistas» y al «terrorismo», las
drogas fueron utilizadas como argumento para intervenir política,
económica y militarmente en otros países. Al mismo tiempo, la economía
de Norteamérica –basada principalmente en el negocio de la guerra– se
reforzó y la presencia de sus principales empresas continuó
expandiéndose por todo el globo.
Si bien es cierto que las drogas son parte de una construcción mediática del enemigo para generar miedo, terror y justificar intervenciones militares;
también hay que reconocer que en las últimas cuatro décadas el mercado
de las drogas se ha vuelto un factor importante en la economía global.
Sin embargo, el mercado de las drogas es una parte más de toda una economía criminal controlada principalmente por el crimen organizado.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el crimen organizado transnacional
se caracteriza por actuar en más de un Estado e «incluye virtualmente a
todas las actividades criminales serias con fines de lucro y que tienen
implicaciones internacionales».
El crimen organizado
transnacional contempla al menos 23 delitos, entre los que destacan:
lavado de dinero, secuestro, tráfico de armas, tráfico de personas
indocumentadas, trata de personas y narcotráfico. Es un negocio que
aglutina a otros y que genera ganancias millonarias. De acuerdo con
datos de la UNODC,
en 2009 el crimen organizado transnacional generó ganancias por 870 mil
millones de dólares en todo el mundo, equivalente al 1.5% del PIB
mundial de ese año. Entre los negocios más redituables estuvieron la
venta de cocaína y heroína (320 mil millones de dólares), la trata de
personas (32 mil millones de dólares), el tráfico ilícito de armas
(entre 170 y 320 millones de dólares) y el tráfico ilícito de recursos
naturales (3,500 millones de dólares).
Mucho del dinero que se
obtiene de estos negocios es lavado en algunos de los principales
paraísos fiscales, ubicados en Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, los
Emiratos Árabes Unidos, Liberia, Nigeria, las Islas Caimán y EUA. El
crimen organizado transnacional es un negocio que borra las fronteras
entre lo legal y lo ilegal, involucra a banqueros, políticos,
fabricantes de armas –entre otros– y a grupos criminales. Son ellos los
que ponen las balas y armas que otros disparan; desde luego son también
ellos los que reciben todas las ganancias.
Al igual que la
«guerra contra las drogas», el crimen organizado transnacional refuerza
la economía global y a la élite político-económica mundial. Lo
anterior, al facilitar los procesos de despojo y acumulación, pero
también al generar nuevos instrumentos de control, dominación y la
eliminación de poblaciones que son consideradas «desechables».
El crimen organizado no es una «anomalía» sino un producto del sistema
capitalista, le es completamente funcional, de hecho es quizá su
expresión más acabada. Es a esto a lo que denominamos capitalismo criminal.
Es preciso hacer dos aclaraciones. En primer lugar, el capitalismo
siempre ha sido criminal. Un sistema basado en el despojo, la
explotación, la dominación y sostenido sobre el asesinato de pueblos
enteros para generar la acumulación de capital es
fundamentalmente criminal. Sin embargo, utilizamos esta expresión para
señalar como el crimen organizado se ha convertido en actor principal
del sistema capitalista. En segundo lugar, no pensamos que el
capitalismo criminal se trate de una nueva etapa del capitalismo, más
bien resulta la expresión lógica y natural de un sistema que desde sus
orígenes se ha edificado sobre el crimen.
Ahora bien, las unidades de operación más básicas del capitalismo criminal son las corporaciones criminales.
Es ahí donde convergen actores legales e ilegales, los políticos,
banqueros, fabricantes de armas y grupos criminales de los que antes
hablamos. Estas corporaciones han logrado tejer una compleja red de
alcance global capaz de penetrar a diferentes estados nacionales, sin
importar las orientaciones político-ideológicas de sus gobiernos. En
este sentido, las corporaciones criminales forman hoy parte de las
burguesías nacionales, pero también de lo que William I. Robinson ha llamado clase capitalista transnacional. Algunos de sus principales enclaves son México, Colombia, Italia, Rusia, China y EUA.
Al ser el capitalismo un sistema económico, político, social y cultural, la sociedad en su totalidad se ve modificada. La criminalidad
toca todos los aspectos de la vida. Miles de familias, comunidades y
pueblos son devastados por los efectos más concretos de aquélla. La
exacerbación del individualismo y la ruptura del tejido social
son algunas de las consecuencias más visibles. Asimismo, permea la idea
de que todos somos criminales en potencia. Las víctimas se vuelven
victimarios y se les convierte en responsables de sus propias
desgracias.
Para las corporaciones criminales –y para el capitalismo en general– todo es mercancía:
drogas, armas, hombres, mujeres, niños, niñas, órganos humanos, tierra,
agua, minerales, etcétera. La vida toda es reducida a mercancía.
Defender la vida resulta subversivo –y necesario– frente a un proyecto
que se basa en la muerte.
Si las corporaciones criminales son
la expresión más concreta del capitalismo criminal en el ámbito
económico y financiero, en lo jurídico-político el Estado criminal
es la materialización de esta forma del capitalismo. México es hoy una
prueba clara de cómo operan el Estado criminal y las corporaciones
criminales. Abordaremos este tema en la siguiente entrega.
Publicado por primera vez en Subversiones
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