Por: Guillermo Fabela Quiñones /
1 mayo, 2015
Ilustración: Pe Aguilar /@elesepe1
Hoy primero de mayo, los
trabajadores están obligados a tomar conciencia de una realidad
inaceptable, que ha permitido a la cúpula oligárquica tener un control
total de las instituciones nacionales, sólo para favorecer sus
particulares intereses. De hecho, puede decirse que lo ha logrado, como
lo patentiza la pérdida de casi ochenta por ciento del poder
adquisitivo de las clases mayoritarias en ese lapso, y el hecho
incuestionable de que las organizaciones obreras independientes están
prácticamente liquidadas, con alguna que otra excepción a la regla.
En la actualidad, México es
el país de América Latina que presenta una de las peores perspectivas
para las clases mayoritarias, por eso es alentador el llamado que hizo
ayer la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), para organizarse y luchar
en favor del derecho de huelga y de la contratación colectiva; de la
libertad sindical y la eliminación de los contratos colectivos de
protección patronal. No dar ese paso será una derrota histórica cuyos
costos será muy difícil poder superar. Es preciso tener muy claro que
la minoría que detenta el poder económico y político en el país, está
decidida a no permitir una elemental justicia social, así que la única
manera de lograr un cambio de mentalidad de esa minoría oligárquica, es
con presiones cada vez mejor organizadas y de mayor intensidad.
No hay que perder de vista
que la clase trabajadora, en la mayor parte del planeta, está harta de
ser ella la que ha pagado los costos de la crisis económica mundial que
originaron las súper potencias, al imponer un modelo depredador como
nunca antes ha existido, gracias a los adelantos científicos y
tecnológicos, y también a lo exitoso de las políticas públicas
implementadas por burocracias al servicio de los grandes poderes
trasnacionales. Nuestro país es uno de los mejores ejemplos de esta
realidad apabullante, que de prolongarse nos llevará a una debacle
apocalíptica, porque se crearán condiciones imposibles de controlar,
como hambrunas provocadas por la incapacidad para producir alimentos en
tierras agotadas y altamente contaminadas, como así puede suceder en
México en caso de concretarse la reforma energética.
Como afirma la UNT en su
manifiesto: “Sostenemos que ha llegado el momento de un cambio de rumbo
cuyo punto de partida debe ser la solución de los conflictos que
actualmente involucran a los jornaleros de San Quintín, a los
normalistas de Ayotzinapa, a los trabajadores de la Universidad
Intercultural de Chiapas y a otros sectores de trabajadores del campo y
la ciudad en resistencia”. Los mexicanos no aguantamos más una
situación tan dramática, equivalente a la que sufrió gran parte de
Europa posteriormente a la Segunda Guerra Mundial.
Sólo que nuestro país no ha
atravesado por un conflicto armado de tamaña magnitud, sino una etapa
de bonanza que sólo favoreció a una reducida minoría, que logró
acumular riquezas extraordinarias en poco tiempo. ¿Acaso no fueron
bonancibles los años en que los precios internacionales del petróleo
permitieron un sobreprecio que favoreció la acumulación de más de 100
mil millones de dólares? ¿Dónde fue a parar ese dinero?
En los últimos treinta años,
las clases trabajadoras de México fueron desmovilizadas como nunca
antes, situación que favoreció el éxito de un modelo económico por
demás excluyente y antidemocrático. La burocracia dorada argumenta que
gracias a la “colaboración” de los trabajadores ha sido posible
impulsar las inversiones extranjeras como en ningún otro país de
América Latina. ¿En qué se ha beneficiado a obreros y campesinos con
esa práctica porfirista? También afirma que México se ha convertido en
una potencia en la industria automovilística mundial. No dice que en
realidad somos uno de los principales maquiladores del mundo, debido a
que aquí se pagan los salarios más bajos a nivel mundial a los
trabajadores de dicha industria, situación que se ha vuelto una
práctica generalizada que se quiere profundizar con la reforma laboral.
De ahí que los trabajadores
comprendan que sólo una organización sólida en defensa de sus legítimos
derechos, podrá frenar la explotación de que son víctimas. La
oligarquía sólo entiende cuando se le hace frente con firmeza, porque
no le queda otro recurso que la represión y en las actuales condiciones
del país nadie saldría ganando. Lo sabría en poco tiempo, si se
decidiera seguir esa ruta fatal.
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