En el siglo XX se
desarrolló una de las industrias básicas para la economía de las
naciones: el vehículo automotor. Aquellos que invirtieron en la
fabricación de uno de los artículos que más ha cambiado la vida de
millones de personas en el mundo tal vez no imaginaron la trascendencia
del hecho. El panorama de esta industria en México le ha dado al país,
como a todos los que han fabricado automóviles, una oportunidad de
multiplicar sus finanzas. La carrera industrial mundial, desde su inicio
ha tenido más éxitos que fracasos.
La competencia entre las naciones fabricantes fue uno de los motivos
del desarrollo ascendente. En 1908 nace la armadora General Motors, una
de las empresas más competitivas, una de las más fuertes del mundo,
igual que la Corporación Chrysler, que nació en 1925, en Detroit. Para
1939, la industria estadunidense ya había vendido un millon 727 mil
vehículos, a través de sus concesionarios correspondientes a 25 mil
empresas. Uno de cada cinco automóviles fue exportado. Para 1940 Estados
Unidos ya contaba con un capital de 187.54 millones de dólares. La
industria automotriz ha sido un gran negocio para esa nación.
México también se ha beneficiado de esta industria, aunque la
producción nacional no ha sido lo suficientemente competitiva para
desarrollar marcas y modelos propios.
Durante un amplio periodo, la posesión de un automóvil significó
estatus social y poder adquisitivo, además de ser el centro de la
atención económica y social de casi todo el mundo.
Entre 1925 y 1940 Estados Unidos fabricó millones de vehículos,
además de maquinaria industrial y para labores marítimas. La competencia
interna en ese país tuvo hasta entonces un equilibrio comercial
favorable para la industria. Pronto, dicha competencia se caracterizaría
por la participación de marcas provenientes de Japón, la Unión
Soviética y China.
Recordemos que entre las catástrofes de las guerras mundiales y la
debacle económica, como resultado de ellas, el desarrollo de la
industria automotriz en Europa sufrió una caída trascendental. Sin
embargo, el avance de la tecnología en ese continente (los países
fabricantes de automóviles) pudieron desarrollar modelos propios.
En 1940 Chrysler tenía 25 plantas en Estados Unidos, Canadá y Europa y el monto de sus activos ascendía a 200 millones de dólares.El poder adquisitivo del pueblo estadunidense influyó para que en 1950 existiera un automóvil por cada tres habitantes. El diseño y el tamaño de los vehículos estadunidenses y el de los europeos dependieron de las necesidades de la población en ambos continentes.
Los europeos han tenido limitantes específicas para adquirir
automóviles de ocho cilindros, amplios y útiles para recorrer grandes
distancias. El problema ha sido el mayor consumo de gasolina, los altos
impuestos y los elevados gastos para su mantenimiento. Por otro lado, un
automóvil estadunidense, resulta impráctico ante el sistema ferroviario
europeo, que es amplio, menos costoso y más seguro. Por ejemplo, el
Transiberiano tiene el recorrido más largo del mundo.
Ya en la década de los 50, la cantidad de vehículos en circulación
mundial pasaba de 78 millones. Y, aunque Estados Unidos seguía
encabezando la lista como país de mayor producción, la competencia
aumentó, al ingresar Japón a la lista de fabricantes, con una
considerable presencia en el mercado mundial. Pues de cuatro autos
fabricados en el mundo uno era de Estados Unidos y uno de cada cinco
correspondía a Japón.
Del mismo modo, la Unión Soviética logró entonces una importante
presencia entre las naciones socialistas y otras. Y unas décadas más
adelante, China se convertiría en un potente competidor.
En 1998 el número de automóviles registrados en Estados Unidos fue de
210 millones, 71 en Japón, 45 en Alemania, 35 en Italia, 32 en Francia,
30 en el Reino Unido, 20 en España, 17 en Canadá, 18 en Brasil y 14
millones en México.
En 2019 de la producción total mundial anual, de 97 mil 187, a China le corresponde un poco más de 28 por ciento.
Hoy, la producción de la industria automotriz mundial está como sigue:
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