El Banco Mundial donará algunas cantidades a los gobiernos para que se preparen los cambios administrativos necesarios. Los partidos de la derecha y cualquiera otro organismo, que haya adquirido algún grado de compromiso con la eficiencia, introducirán en sus agendas las reformas indispensables para cumplir, dirán, con su responsabilidad. El sistema de pensiones, tal y como ahora se le practica, entrará, de nueva cuenta, en la mira de las mentes colonizadas por el neoliberalismo depredador. Todos estos alegatos, intensamente difundidos, tratan de ocultar varios síntomas evidentes: la creciente incapacidad de los sistemas privados para cumplir las abundantes promesas de equidad en las pensiones y el bienestar de los trabajadores.
No sólo ése, el de las pensiones, será un tema prioritario por estos aciagos tiempos. Del almanaque de las reformas pendientes, repleto de exigencias para favorecer todavía más al capital y a sus beneficiarios, el turno, al parecer, también es para los impuestos al consumo. El IVA a los alimentos y las medicinas nunca descansará mientras haya un adalid del libre mercado en posición de mando. Las sumas y restas serán similares a las ya muy desprestigiadas que se han oído. Son pocos, en fin de cuentas, los argumentos de los que pueden echar mano. Las mismas falacias de las quiebras futuras y los pasivos laborales imposibles de ser financiados, de los déficit fiscales a evitar. Ya se conocen, hasta el hastío, las posturas de los que se juzgan, a ellos mismos, como los adalides de la responsabilidad.
Esos mandones que tienen la imperiosa costumbre de cumplir con su egoísta cometido, aunque sea doloroso para los demás. En fin, aparecerán, nuevamente, los redentores de las desgracias por ocurrir que siempre están aguardando a los incautos. La equidad impositiva quedará, de nueva cuenta, en la penumbra. Pocos hablarán de las monumentales devoluciones de impuestos a unos cuantos. Menos todavía de las facilidades indebidas de la consolidación, de las exenciones sin causal debida que reciben empresas y empresarios para eludir pagos. Todo eso quedará, como siempre, lejos del escrutinio público.
La avanzada contra los deseos del pueblo por obtener una creciente tajada de la riqueza producida se hace presente con toda su impúdica malicia. Hoy toma forma y concreción en territorio de la vieja Europa. Sí, señoras y señores, precisamente allá, en esas naciones donde el estado de bienestar había dado grandes zancadas. Todos sus regímenes pensionarios están bajo asedio de los especuladores y de esos que, en el reparto de las riquezas y las oportunidades, han salido ganadores de privilegios sin par. Los meros causantes de la crisis son, precisamente, los que la emplean como señuelo para exigir cambios a la medida de sus ambiciones que, usualmente, no tienen límite.
Pero no sólo esa pretensión es expresada por bancos, banqueros, bolseros, fondos de inversión, gobiernos timoratos, multinacionales y esa cauda infinita de asesores, difusores y merolicos que los acompañan. También van tras la masa salarial: congelación de ingresos, mayor precarización, recorte a los derechos laborales conquistados, programas de austeridad en todos los aspectos de la inversión y el gasto social. Ése es el calendario actual para enfrentar las adversidades que viene proponiendo la derecha mundial. Hay urgencia de escamotear el hecho, bien documentado, de la progresiva, constante rebaja de impuestos a los sectores que debían contribuir en mayor proporción a la hacienda pública. Esta, y no otra, es la causal de los déficit fiscales europeos y, no se diga en voz alta, de los propios de México.
Aquí, en esta tierra de los mexicanos ya tan dejada a la vera del progreso, habrá cabida, en el muy cercano futuro, para un apretón adicional. La competencia mundial no permite desmayo, argumentarán con desparpajo. Habrá que redoblar el esfuerzo, ser más competitivos. Toda esa palabrería, ya tan sobada, no implica sino castigo mayor a los trabajadores y concentración adicional de la riqueza en unas cuantas manos. Ese es el propósito que anima a todo el tinglado de poder que se cierne sobre los ateridos bolsillos de los mexicanos. Si la misma Europa, con sus instituciones sólidas, con sus democracias avanzadas, no ha resistido el empuje neoliberal, ¿qué le depara a los países retrasados? Puro sudor y lágrimas será la consigna inevitable.
Es por ello que la plutocracia que domina las cúpulas decisorias se prepara para el recambio político. Han entrevisto un sistema bipartidista de competencia en el corto plazo de los dos o tres años venideros. PRI y PAN son los elegidos, cualquiera de ellos les dan todas las garantías de continuar por la misma senda ya trillada. Ninguna otra opción es aceptable para los titulares del mando. Una pequeña modificación al plan de ruta marcado desde las alturas podría descarrilar el modelo completo. Inaceptable azar, es mucho lo que estará en juego.
El modelo actual ha sido, y deberá seguir siendo, redituable para sus masivos intereses y más arraigadas ambiciones. No darán ni un solo paso atrás, a menos que sean forzados a ello. Y la única forma de hacerlo es derrotándolos en las urnas de manera contundente, legítima, abierta, pacífica y justiciera. La que viene será una batalla entre dos fuerzas: las izquierdas unidas contra la derecha del binomio PRIAN. Tal como ocurrió en 2006, donde, en los días finales de la lucha, parte sustantiva del PRI, ya vencida, se unió al candidato del PAN. Las facturas por esa capitulación todavía se exhiben en el mercado de los favores por devengar a costa del erario y la marcada decadencia de la vida nacional.
Asume Claudio X. González que, de no existir el embate presidencial contra el PRI, las reformas caminarían satisfactoriamente.
Lo primero que queda de manifiesto es la decepción empresarial con la gestión de Felipe Calderón, el cual "elige mal a su gabinete; es un árbol a cuya sombra no crece nada. Su decisión de combatir a la delincuencia organizada vinculada al narcotráfico, correcta y valiente, cerca la posibilidad de atender otros temas torales". Una decepción semejante provocó Vicente Fox a los empresarios. Existe la versión de que, a mediados de su sexenio, la cúpula empresarial le solicitaba -o le exigía- que, dado que no había logrado los cambios estructurales convenientes a los intereses empresariales (que suelen identificar con el interés nacional), al menos impidiera el arribo de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia. A final de cuentas, el gobierno de Fox ("si así se le puede nombrar", dice X. González) era uno de "empresarios para empresarios", según él mismo aclaró desde el principio.
Probablemente Fox bloqueó a López Obrador no solamente obedeciendo a sus jefes y promotores, a quienes en buena medida debía su ascenso al poder, sino también por razones personales (una rivalidad personal con El Peje, y el temor de que éste, desde el poder, le abriera un expediente de corrupción a su familia política). De hecho, a todos queda claro que, pasados los comicios de 2003, y fracasada la reforma fiscal ese mismo año (tras la defenestración de su amiga y aliada Elba Esther Gordillo), su principal objetivo fue impedir el arribo de López Obrador a la Presidencia, cosa que logró, no sin dificultad. En esa faena contó con el respaldo, y no con el reproche, de la élite empresarial.
Ahora X. González le recrimina a Felipe hacer alianzas con la izquierda: "Su obsesión por evitar que el PRI regrese al poder en el año 2012 ha llevado a Calderón incluso a pactar alianzas con el PRD y otras fuerzas políticas que desdibujan la propuesta y programa de gobierno de aquellos estados en donde la alianza resultó triunfante en las recientes elecciones".
El reclamo es concentrarse desde ya en detener el avance y eventual retorno del PRI a Los Pinos. Eso lo explica en términos de la parálisis que eso puede suponer durante los años que faltan: "lo más oprobioso (es que) deja en el limbo las reformas que como Presidente de México debería encabezar". Eso es en buena medida correcto. Pero llama la atención que los empresarios nunca expresaron una queja parecida a Fox cuando éste hizo, como se dijo, esencialmente lo mismo. La diferencia es contra quién se endereza dicha estrategia. Cuando se hizo contra el PRD, todo bien; ahora que el embate presidencial se enfila contra el PRI -al que los empresarios seguramente ven como la alternativa a un PAN desgastado e ineficaz-, pues entonces viene la protesta.
Asume X. González que, de no existir ese embate presidencial contra el PRI, las reformas caminarían satisfactoriamente. "Habrá que esperar al año 2012 -se lamenta- para ver avances en lo que a los mexicanos nos interesa". Probablemente no se percató el empresario de que aun antes de la confrontación de Calderón con el PRI, las reformas no se aprobaron, y las que cuando lo fueron, quedaron muy deslavadas. Y eso, pese a que el PAN y el PRI tenían mayoría calificada en ambas cámaras, suficiente incluso para modificar la Constitución. Lo que sucede es que hay una parte del PRI que sigue siendo nacionalista-revolucionaria, y se opone a las reformas impulsadas por los empresarios. Las cosas no son tan diáfanas en esta rebatiña de intereses particulares que protagonizan los partidos.
Como sea, el reclamo de X. González es un claro indicador de por dónde irá la cúpula empresarial en 2012, por si alguna duda había. Dice el líder empresarial que "es en el PAN y en la oposición donde Felipe Calderón funciona mejor". Para quien sepa leer entre líneas, eso también significa que es en la oposición donde el PAN funciona mejor.
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