1/18/2015

Aumenta la crisis del régimen, crece el poder popular



Los estertores de la crisis que invade todo el cuerpo corrupto del sistema político-económico y social mexicano, nos han demostrado que el sistema tiene límites, pero sobre todo carece de alternativas para resolver los principales problemas del país, que tienen que ver con el atraso, la marginación y la pobreza en que estamos sumidos más de 50 millones de mexicanos. La inviabilidad del sistema se demuestra en cada paso, balbuceante y sin sentido que da Peña Nieto, ante la verdad de los hechos de Tlataya y Ayotzinapa, ante la carencia de justicia y respeto a los derechos de los trabajadores mexicanos, ante la corrupción desbordante de la llamada “clase política” mexicana.
Por su parte, ante la crisis del sistema institucional y de gobierno, la burguesía monopólica ha instrumentado una serie de estrategias para apuntalarse en la cima de la dominación y del poder, por encima de la clase trabajadora, buscando a su vez tanto sostener, en la medida de lo posible, a Peña Nieto, como también debilitar al máximo el sistema institucional vigente y colocarlo, sin cortapisa y sin obstáculos, a su servicio. Asimismo, y esto es lo más importante y central de su estrategia, desprestigiar y golpear al movimiento popular y sus diversas y válidas formas de lucha, porque su ascenso y fortaleza es un peligro para ella.
Así, a través de sus medios de comunicación, a la vez que descalifican y atacan las movilizaciones de maestros, estudiantes, normalistas, obreros, campesinos, colonos que se manifiestan día con día, también permiten que articulistas e “informadores” a su servicio, filtren y “pongan en duda” a las instituciones como el ejército, la PGR, etc. en un doble juego perverso, mientras ellos mantienen la tasa de ganancia, incrementan su poder y preparan, provocando a las fuerzas armadas, la “solución definitiva”.
Las investigaciones que la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha difundido acerca de los hechos de Tlataya, en la que murieron 22 personas, supuestamente miembros de una banda criminal, demuestran que, como los hechos de Ayotzinapa, se trata de crímenes de Estado. La participación del ejército en el primero, documentada y actuada, hay militares y oficiales presos, y la omisión, cuando menos, en el segundo, evidencian que la crisis abarca todo el cuerpo estatal.
Los asesinatos, la desaparición, la tortura y las amenazas contra el pueblo y los trabajadores que levantan las banderas de la insumisión, toman el papel principal en este período sangriento de nuestra historia. En el nivel de la regiones de México, los caciques, aliados y socios de los monopolios, imponen su dominio con la violencia, tanto institucional, a través de las policías municipales y estatales, como con el uso de la delincuencia organizada o bien de la creación de las llamadas “guardias rurales”, auténticas guardias blancas que asesinan y desaparecen a los luchadores sociales con el pretexto de combatir al narcotráfico.
La errática gestión económica del gobierno, junto con las señales de que la crisis global del sistema se mantiene, obliga a los monopolios a ajustar sus líneas de producción, a reorganizar sus sistemas y métodos administrativos, financieros y laborales, buscando mantener la ganancia. La precariedad salarial es un hecho documentado por las propias organizaciones e instituciones del Estado creadas para medir y evaluar el desempeño de las políticas y programas públicos, como el CONEVAL, encargado de evaluar la política social. Crece la pobreza, sectores cada vez más importantes de la clase media tienden a la proletarización, la marginación en un número creciente de comunidades arroja a la desesperación a miles de mexicanos.
En medio del luto, del dolor, de la pobreza y la marginación la clase política se pelea por mantener sus prebendas y privilegios. Preparan sin pudor, un proceso electoral que costará miles de millones de pesos y que sólo servirá para que los políticos se mantengan en el poder. Vemos con rabia como renuncian a sus puestos actuales, porque se termina el período para agarrarse con todo a otro puesto, sin vergüenza, sin importar la muerte, la desaparición de miles de mexicanos. En México, las elecciones se han convertido en una farsa dantesca.
Por eso, crece el descontento popular. Pero este descontento se traduce no sólo en rabia, enojo y frustración, que son sinónimos de la sumisión. Ahora, el descontento se refleja en protestas, en movilizaciones, en organización popular. Se refleja en la toma de conciencia de cientos, de miles de mujeres y hombres que adquieren certeza de que con organización se pueden conseguir concesiones, con organización popular se le puede arrancar a la burguesía monopólica reivindicaciones y condiciones de vida más dignas.
El estado de Guerreo se ha convertido en el baluarte y ejemplo de la insumisión nacional. Los cacicazgos aliados con sectores monopólicos y otros poderes fácticos, incluso la delincuencia organizada, tratan de mantener el control del estado a sangre y fuego. La debacle de la clase política, puesta de manifiesto con la renuncia a la candidatura del PRD por parte del Senador Armando Ríos Piter, por supuestas presiones para no tocar al exgobernador Ángel Aguirre, coloca a las dos fuerzas en pugna cara a cara. Los exgobernadores Aguirre y Figueroa constituyen la cabeza de estos poderes fácticos y atizan las provocaciones tratando de que el gobierno federal se meta al estado con la única manera posible, la represión.
Por su parte, las formas que ha adoptado el movimiento popular encabezado por los maestros, los normalistas de Ayotzinapa y los familiares de los compañeros desaparecidos, están escalando de marchas, tomas de casetas y oficinas, como muestras sólo de rabia y de reclamo de justicia, hacia formas embrionarias de poder popular, que sin embargo adquieren elementos sólidos, ya que son emblemáticos de que con la organización y la coordinación de las luchas aisladas, el movimiento popular puede atraer a sectores cada vez más amplios de la población, así como generar escenarios de gobierno del pueblo y para el pueblo al margen de los partidos políticos del sistema.
Realizar elecciones en ese estado de la república además de que será una falta de respeto, no sólo al luto de los familiares de los desaparecidos y asesinados por las fuerzas del estado, es decir, además de los compañeros de la normar rural, decenas de dirigentes campesinos, líderes agrarios, maestros, estudiantes, etc., sino también una exhibición de lapidación de recursos económicos y financieros en una entidad en la que se registran los más altos índices de pobreza y marginación.
Sin embargo, es una oportunidad también para que el movimiento popular exprese, organizadamente su rechazo a los políticos y sus partidos, para incrementar la organización popular, para una mayor coordinación incluso nacional. La voz de los trabajadores debe escucharse, los reclamos de justicia deben llegar a todos los rincones del país, incluso al mundo entero. Que se sepa que en Guerrero se levanta el clamor popular, que en Guerrero se organiza el poder popular.
La lucha que se abre en México teniendo como foco central los acontecimientos de Guerrero, marca el inicio de un nuevo periodo de lucha proletaria. El poder popular se debe expresar ya no sólo en protestas callejeras, en tomas de caseta de peaje, en el asalto a las oficinas, sino ahora, el movimiento tiene que madurar hacia propuestas de autogobierno, mediante asambleas en donde el pueblo organizado decida hacia a dónde y porqué se va el presupuesto, que programas y hacia quienes se dirigen, quién y porqué gobierna, cuándo y cómo se legisla.
Existen las condiciones para avanzar en una propuesta madura de poder popular en Guerrero. La inexistencia de un gobierno institucional reconocido por todos, abre la puerta a esta posibilidad. Es momento de convertir el próximo proceso electoral en una tribuna pública para exponer las lacras de este sistema de explotación, corrupto y sanguinario. Es oportunidad para levantar las consignas proletarias de la insumisión y construir las bases de un nuevo poder, el poder del pueblo. Para los comunistas se abre la exigencia de avanzar a paso del movimiento en la construcción del partido proletario, de aportar nuestras experiencias, nuestras propuestas para construir al lado del pueblo, el nuevo poder popular.

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