En una columna anterior, Camilo Ruiz
aportó un lúcido balance sobre la lucha por la justicia en torno a
Ayotiznapa. Esta columna es un complemento. Yo sostengo que un elemento
crucial para comprender el descenso en las protestas está en el terreno
ideológico, y ahí la PGR viene ganando. Pero la verdad debe abrirse
paso. “Iguala” se ha convertido en un término que sintetiza la
barbarie en la que se ha sumergido el México de hoy. Supongo que esta
afirmación está libre de mayor controversia. Sin embargo, el asunto se
complica al intentar identificar a los bárbaros.
Es en
este nivel, donde la tarea consiste en poner rostro al crimen
perpetrado contra los normalistas de Ayotzinapa, cuando los caminos se
bifurcan. Para la coalición gobernante del país (ese triunvirato
PRI-PAN-PRD encabezado por Peña Nieto), “Iguala” se reduce a un cártel,
el de Guerreros Unidos, apoderándose del municipio. Sin
embargo, para los familiares y compañeros de los 42 jóvenes
desaparecidos y los otros 7 asesinados, “Iguala” engloba a la Policía
Federal y al Ejército en el crimen.
Ambas versiones son mutuamente excluyentes. Cada una lo cambia todo.
En el relato de la PGR,
el verdugo sería un cártel local que se apoderó de Iguala y Cocoula –
alcaldes y policías incluidos. Esta versión tiene la ventaja de
permitir que la coalición gobernante se muestre indignada, tal y como
hizo Peña Nieto cuando se sumó en TV nacional al reclamo “Todos somos Ayotzinapa”. La conclusión práctica de la versión oficial de los hechos es obvia: la guerra al narco (estrategia militarizada contra los cárteles de la droga) no sólo debe continuar, sino que debe reforzarse.
En el relato de compañeros y familiares,
el cártel local era sólo el cómplice menor de otro verdugo, la fuerza
armada federal. Esta versión, a diferencia de la otra, deja ver a la
coalición gobernante como encubridora de (sus) criminales. (En efecto,
entre los detenidos por la PGR no hay ningún militar o policía federal.) La conclusión práctica de la versión no-oficial de los hechos es clara: la guerra al narco no sólo es una farsa y un fracaso; además, la coalición que insiste en ella debe ser derrocada a toda costa.
“Iguala”: ¿Fue el narco o fue el estado? Esa es la gran interrogante.
La verdad, sin embargo, no brota adoptando una postura “imparcial” o
“neutral” (esa ficción hace tanto tiempo superada por las ciencias
sociales). Para poder acceder a la verdad primero hay que tomar
partido, dice Žižek. Así, para Colin Hay
(politólogo), lo más que podemos ser es “observadores partidarios
participantes”; “no hay un punto de vista neutral desde el cual la
política pueda ser vista objetivamente”.
Dependiendo de la
postura adoptada, cambia la historia sobre Iguala y lo que podemos
llegar a saber sobre el caso. Hay dos ejemplos recientes muy
ilustrativos.
La revista Nexos, por ejemplo, se ha
encargado de reconstruir la noche del 26 de septiembre con base en los
expedientes de la PGR sobre el caso. Dando por buenas las declaraciones
recabadas por la PGR (y por tanto, tomando partido por la versión
oficial), la pluma de Esteban Illades no sólo insiste en la tesis del verdugo solitario, el cártel de Guerreros Unidos, sino que insinúa que el ataque ocurrió porque entre los líderes estudiantiles de Ayotzinapa había miembros del cártel rival, Los Rojos. Según Nexos, al menos el ayotzinapo Bernardo Flores habría admitido ser “Rojo” esa noche.
La revista Proceso, por otro lado, reconstruye la misma noche de otro modo. Anabel Hernández y Steve Fisher,
detectando múltiples anomalías (tortura incluida) en la versión
oficial, sostienen que la Policía Federal y el Ejército prepararon y
participaron en el ataque armado contra los normalistas de Ayotzinapa. (Sobrevivientes así lo confirmaron, lo cual contradice a la PGR
cuando afirma que no hay declaraciones que impliquen a las fuerzas
armadas federales.) Además, Proceso recuerda que la propia PGR descartó
que hubiera miembros de Los Rojos entre los estudiantes.
En conclusión, para llegar a la verdad, no sólo hay que tomar partido, sino que hay que saber qué partido tomar. La PGR y sus falsificadores están haciendo el ridículo, pero también están haciendo mucho daño. Por el contrario, las valientes protestas de los compañeros y familiares de Ayotzinapa y las nuevas preguntas que han surgido, han permitido percibir el olor a muerte dentro de las oscuras las fuerzas armadas.
¿Por qué la PGR descarta esta línea de investigación? Si la versión
no-oficial fuera asumida por la coalición gobernante, abriría un abismo
con los militares que pondría a prueba el control civil sobre ellos.
Justo el tipo de “test” que Peña Nieto evade. Para desorientar a la
masa movilizada, la PGR acudió al fraude – lo cual para Gramsci
corresponde a una estrategia típica de situaciones donde resulta
difícil convencer “y el uso de la fuerza es muy arriesgado”. (Muchas
gracias a Adam David Morton por esta referencia y por llevar mi reflexión en la siguiente dirección.)
¿Cuál es esa verdad que buscan ocultar? Lo que esconden es el “lado oscuro del estado”.
El estado mexicano es un engendro que encarna por las noches la
barbarie que dice combatir durante el día. Los bárbaros no están
afuera, están dentro. Siempre lo han estado. Pero a partir de la guerra
contra el narco, lo están peor. Y debemos impedir que “Iguala” se convierta en un nuevo símbolo que sirva a sus intereses.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista. Twitter: @ricenteno
Columna publicada el 18-ene-2015 en elbarrioantiguo.com.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario