Leonor Cortés Bolívar durante una manifestación en la Ciudad de México
Por: Leonor Cortés Bolívar*
Quiso
otear otros mundos diferentes al suyo desconociendo su condición de
mujer en el sistema patriarcal, heteronormativo, teocracia
mercantilista masculinizada, construida con identidades deformadas:
masculinas y femeninas.
Tuvo el sueño “loco” de ser autosuficiente y libre en un contexto
social desfavorable como mujer pobre trabajadora necesitada de
solidaridad, de relaciones socio-afectivas y respeto como ser humano en
interdependencia con otras y otros “humanos”, la precariedad de la vida
así lo requiere.
Sin embargo su vida: su cuerpo, mancillado cruelmente por seres
abyectos masculinos, nos muestra esa quimera ante la realidad del
desprecio, desvalorización, estigmatización, desigualdad, misoginia y
discriminación contra las mujeres.
Con mitos, estereotipos y tabúes los medios de comunicación se han
ensañado en difundir falacias irrespetuosas contra Mile Virginia por
ser mujer y venir de otro país, con creencias y dogmas todavía
religiosos con ética reaccionaria y retrógrada de “las buenas y
santas”, o las que son “malas mujeres” eliminando su esencia humana.
La perversa construcción milenaria de cuerpos sexuados encarnados, han
llevado históricamente al análisis crítico y reflexivo de ello: la
superioridad masculina productora, dañina de individualismo,
autosuficiencia, poder económico y social sobre la mujer, y ella
perdida en sí misma en el vínculo personal con el resto, cuidando y
arreglando desperfectos, autorreconociéndose como inferior y
dependiente, sin autonomía financiera y desconociendo sus derechos.
Ante la realidad que lacera a todas y a todos con conciencia
alternativa, sensible al sufrimiento injusto y violencia contra las
mujeres, consideramos imprescindible la deconstrucción de esas
identidades sexuadas, con posibilidad de espacios autónomos en los
cuales andar la vida que es nuestro cuerpo femenino, promoviendo una
vida digna desde cualquier lugar del mundo en igualdad de condiciones,
recordando la resistencia histórica feminista y su dimensionalidad
vital de potencia transgresora, transformadora y creadora reclamando
soberanía sobre nuestros cuerpos que siguen siendo expropiados y
sojuzgados por ser leídos como “mujeres”, negándonos a ser asignadas a
una visión sexuada predefinida dentro de la diversidad por ser
campesinas o indígenas, afrodescendientes, lesbianas, discapacitadas o
de otra nacionalidad, por no encajar en el estereotipo de hombre
blanco, burgués, adulto, propietario y heterosexual, el “Robinson
Crusoe” que se convierte en la figura que encarna el ideal humano.
Esta noción hegemónica de vida no entra en contradicción con el proceso
de acumulación, sino está constituida en el seno mismo de esa “cosa
escandalosa”, la Hidra capitalista, espejismo que niega condiciones
básicas de la existencia.
Su supervivencia requiere el sacrificio de vidas humanas que no tienen
importancia al no ser reconocidas plenamente como “vivas”, la
desigualdad y asimetría inherente al sistema legitima su sacrificio.
La desaparición física y cruel de Mile Virginia Martín, Rubén Espinosa,
Nadia Vera Pérez, Yessenia Quiroz, Olivia Alejandra Negrete y miles
más, nos permite hacer estas reflexiones por el dolor e impotencia ante
la tragedia que se está repitiendo en el país y el mundo entero con la
crisis civilizatoria que ataca la vulnerabilidad de las mujeres.
Es momento de seguir levantando nuestra voz y pedir justicia
masivamente, exigiendo se aclare y castigue a los feminicidas impunes e
insensibles.
*Feminista colombiana y antropóloga física; integrante de la Red de
Género y Economía, de la Red de Promotoras Rurales, de la Marcha
Mundial de las Mujeres y de otras organizaciones.
CIMACFoto: César Martínez López, Cimacnoticias | México, DF.-
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