Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)DESFILADERO
14 de agosto de 2015. A Joaquín López-Dóriga
le faltan los dedos de los pies y le sobra cinismo. Uno de los médicos
más creativos que ha dado México, el doctor Gilberto Flores Izquierdo
–hizo los primeros trasplantes de riñón y de aorta– lo operó de
emergencia al principio del sexenio de Miguel de la Madrid, cuando una
sobredosis de cocaína y de alcohol, aunada a los estragos del tabaco,
le provocó una parálisis corporal que estuvo a un tris de matarlo.
Incapaz de decir una frase larga de corrido, porque su adicción dañó su dicción, no tuvo empacho, sin embargo, en comunicarle a todo el país que Rubén Espinosa y Nadia Vera fumaron mariguana la noche antes de que los asesinaran en la colonia Narvarte.
No dijo, en cambio, que les arrancaron trozos de la piel con un pelapas
–utensilio que de inmediato me recordó el rostro de Julio César
Mondragón desollado en Iguala– o que los remataron con una pistola de 9 milímetros de uso exclusivo del Ejército.
Todos los diarios –con la honrosísima
excepción de La Jornada Veracruz– han criminalizado a las víctimas de
la matanza y minimizado la albondigosa figura de Javier Duarte de Ochoa. Los demás –pero sobre todo Reforma, La Razón, Milenio, El Universal y Excélsior– han
puesto en duda la honorabilidad de cinco personas que sufrieron, en el
corazón de la ciudad de México, un acto de violencia brutal
que contiene un mensaje específico para un auditorio específico: “si no
le bajas de huevos” (como le dijeron a Rubén la primera vez que lo
amenazaron en Xalapa) te va a pasar lo mismo.
El Distrito Federal no sólo fue –hasta que llegó Mancera– un refugio para periodistas perseguidos en otras regiones del país, sino también un espacio donde se ejercía sin temor la libertad de manifestarse en las calles.
Eso quedó atrás. Ahora salimos a protestar sabiendo que si nos
encapsulan los granaderos del regente y los porros de la Secretaría de
Gobernación podemos terminar con un hueso roto o en la cárcel.
Éste ha sido, de hecho, el mensaje que Mancera y Osorio Chong
no han dejado de enviar a los jóvenes contestarios capitalinos desde el
primer día de la gestión de Peña Nieto. Y como el presidentito se
derrumba, las reservas internacionales bajan y bajan para sostener al
peso, el petróleo no vale nada y la ingobernalibilidad se generaliza,
desde la cúpula del Estado nos dicen, a través del horror de Narvarte,
que si estamos pensando en intentar huelgas generales, que si estamos
creyendo que nuestras luchas van a derribar al régimen, más nos vale
saber que ya está operando, y no sólo en el DF una corporación
invisible, sin nombre ni rostro, formada por comandos de élite, como la
Brigada Blanca de José López Portillo.
El gran público, por otra parte, no se
ha enterado. La inmensa mayoría de los habitantes del país jamás ha
tenido oportunidad de saber que Peña Nieto confunde los nombres de las
ciudades que visita o que el Verde regaló mochilas y compró votos
ilegalmente.
Quienes ven a López Dóriga, quienes se
“informan” con Reforma o La Razón o Milenio, quienes escuchan a Ciro
Gómez o a Luis Cárdenas; quienes gracias a las reformas educativas de
los últimos 30 años no pueden leer la “escritura blanca” –como llamaba
André Bretón a los espacios vacíos entre los renglones de una página
impresa–, se tragan completas las calumnias contra las mujeres
y el fotógrafo de Narvarte y llegan a la misma conclusión prefabricada
por los expertos del control psicológico: “seguro andaban en malos
pasos”.
El INE justifica y disculpa todas las
violaciones cometidas por el Verde, la PGR pide órdenes de aprehensión
contra 22 trabajadoras de la guardería ABC, no contra sus propietarios
que la tenían sin salidas de emergencia; ninguna autoridad sancionará
el escándalo de la Casa Blanca de Peña, pero como escribió alguien en
Tuiter, “no tardan en detener a los albañiles que la construyeron”.
Vicente Fox destrozó los yacimientos petrolíferos de Campeche,
al sobrexplotarlos para sacar y vender hasta la última gota y quedarse
con el dinero. ¿Y? Recibe una pensión millonaria y hace declaraciones
en los medios como si fuera un ciudadano y no un monstruo. Felipe Calderón desató la violencia nigeriana que padecemos y sale en los diarios en compañía de sus hijos como si fuera un buen padre de familia y no un genocida, mientras Bloody Lady, su esposa, anda por la vida como si fuera una persona decente que aspira a ser candidata presidencial.
Edgardo Buscaglia
asegura que el sistema de justicia en el país está “paralizado”. Que la
corrupción tiene su correlato en la impunidad y que la violencia contra
los periodistas se debe a episodios circunstanciales: si un
reportero estorba los negocios turbios de un grupo que tiene intereses
clandestinos, primero lo amenaza y, si esto no detiene, lo manda
golpear o lo mata.
Es un diagnóstico brillante pero
discutible. Sí, muchas veces los motivos de un homicidio –en sus
diversas modalidades– son banales. Los crímenes políticos, sin embargo,
son de otra estirpe: son mensajes que los poderosos intercambian como parte de un lenguaje secreto que sólo ellos conocen.
En 1993, el narco mató al cardenal de
Guadalajara con la complicidad del embajador del Vaticano. Estados
Unidos le exigió a Salinas que le marcara el alto al narcotráfico. En
1994 Salinas desmanteló los negocios de Carlos Cabal Peniche, operador financiero del Cartel del Golfo. Menos de un mes después, el narco mató a José Francisco Ruiz Massieu, que iba a ser el brazo derecho de Zedillo.
Hay mensajes horizontales –que se
mandan los capos entre sí– y verticales como el de Narvarte, que viene
desde arriba para sembrar el terror abajo. En este caso espeluznante se
trata de un mensaje conciso, de tres palabras: fue el Estado. A Nadia, a Yesenia, a Mile, a Alejandra y a Rubén los mató la banda criminal de Los Pinos.
Faltan unas cuantas semanas para que
tomen posesión de sus cargos los nuevos delgados capitalinos y los
nuevos diputados de la Asamblea Legislativa del DF. Pese a todas las
trampas cometidas por la autoridad electoral, Morena obtuvo la mayoría en la ALDF y Mancera no duerme porque al fin tendrá un contrapeso.
Existe, por lo mismo, el riesgo de que con maniobras jurídicas inmorales Morena pierda dos diputados y con ellos la mayoría que le entregamos los votantes. Pero el peligro más grande, para la ciudad, es que con Morena en minoría, el PRD salvará al procurador local, quien desde el minuto en que inició sus “investigaciones” en Narvarte se convirtió en cómplice de los asesinos. Igual que López Dóriga y Reforma y…
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