de Nazanín Armanian
Público
Primer caso. En la India, donde el capitalismo más
esclavista cohabita felizmente con cientos de sectas religiosas y miles
de supersticiones (bajo la máscara de “exóticas”), justo cuando un
sector de la sociedad exigió la ejecución de todos los violadores -como
remedio al crimen de la agresión sexual- un pueblo del Estado de
Guyarat ofreció una nueva modalidad de castigo a las mujeres que son
raptadas y además violadas: llevar sobre su cabeza un saco varios kilos
de piedra hasta que acierten una adivinanza. La última víctima, una
joven casada y con dos hijos, afirmaba haber sido capturada por cinco
hombres y haber sido su esclava sexual durante ocho largos meses.
Obviamente, la noticia no es esta. Ni lo es el cómo consiguió huir
de sus secuestradores. Ni que en vez de recibir apoyo por las
autoridades y la familia fuese rechazada por todo el mundo y que
tuviera que regresar a la casa de su padre, donde tampoco encontró paz.
La noticia es que para demostrar que decía la verdad, no se había
fugado con un amante y que el bebé que llevaba en su entrañas era
realmente fruto de la violación, tuvo que someterse a un ritual que es
una mezcla de un juego de niños y las torturas propias de Guantánamo:
adivinar si el número de los granos de trigo escondidos en el puño
cerrado de un sacerdote varón es par o impar. No acertó, por lo tanto
mentía. Fue entonces cuando tuvo que llevar un saco de 10 kilos de
piedra sobre la cabeza durante días para volver a hacer el mismo rito
hasta que acertase. Sólo así lograría la purificación. Ella tuvo suerte
y se equivocó “sólo” cuatro veces, teniendo que soportar el peso de 40
kilos de piedras, destrozando sus cervicales. ¿No decía el hinduismo
que la purificación se logra mediante la sabiduría?
En la India, la violencia sexual es una epidemia social. Incluso las
mujeres que pertenecen a la casta de “intocables” se vuelven “tocables”
por los hombres “honorables” de toda la jerarquía social. Además, las
películas de Bollywood son el escaparate de una cultura sexualizada,
donde los atractivos actores son acosadores empedernidos que con sus
artimañas exhiben su capacidad de conseguir la chica en la que se han
fijado.
Segundo caso: Koria Badbad Hafed, saharaui de 23
años. Fue retenida contra su voluntad por su familia biológica en
diciembre del 2010 durante una visita a “casa” antes de continuar con
sus estudios.
Vivía en España desde que tenía 7 años. Fue acogida por el programa
“Vacaciones en Paz”, que pretende paliar el dolor y las carencias que
sufren los niños encerrados en los campos de refugiados. Desde hace
cinco años, quienes se supone que deben quererla y protegerla, no sólo
han roto la relación de Hafred con su familia de España y su vida allí
durante 15 años, sino que le niegan el derecho a ser feliz y decidir su
futuro. Según las tradiciones de su pueblo, (cuya definición es
“aquellos vicios y costumbres que se mantienen por la élite gobernante
a lo largo del tiempo porque les aporta importantes beneficios”) sus
secuestradores simplemente cumplen con su deber: buscarle un
hombre-marido antes de que Koria se convierta en una “cualquiera” al
estudiar en una universidad, ir al teatro o pasear por una playa, dando
mal ejemplo a otras muchachas del grupo que no saben cómo escaparse del
mortal control de los hombres sobre su cuerpo. Hasta este momento,
ninguna autoridad local o internacional ha lanzado una orden de “busca
y captura” de sus secuestradores.
Ahora bien. ¿En qué se diferenciaría una “Sahara ya Liberada”, de un
régimen como Marruecos y de Arabia Saudí? Por favor, ¡que no intenten
ocultar detrás de las indumentarias de colores o del pelo suelto de sus
mujeres saharáuis, la misma mentalidad, las mismas leyes y normas
sociales de misoginia que consideran a la mujer una incapacitada
-aunque tenga varios títulos universitarios- y necesitada de un
carabinero varón llamado “tutor”, y muy a menudo indocto, para
preservar la maldita “honra” de los hombres!
Tercer caso: El secuestro de la totalidad de
mujeres de Arabia (y suprimo “Saudí” porque el país es del pueblo, no
de la familia de Al Saud) por las autoridades ha creado un insólito
fenómeno en esta nación: “mujeres travestis”. Se trata de feministas
kamikazes que burlan el sistema de Apartheid de género del Estado, se
visten de hombre, e incluso se ponen bigotes adhesivos para conducir o
realizar un sinfín de actividades prohibidas, algunas castigadas
incluso por la “ley antiterrorista”.
Ellas desafían la opresión integral que sufre la mujer a pesar de
cometer un grave “pecado”: el Islam, -al igual que el cristianismo y el
judaísmo-, prohíbe el “travestismo”, para que los hombres y las mujeres
no confundan sus roles: él con “pantalones” administrando el poder (de
ahí el dicho de “¿Quién lleva pantalones en tu casa?”) y ella con
falda, atendiendo a sus hijos.
El mal de misoginia fue noticia el 19 de julio en éste país, cuando
dos muchachas que viajaban en una motocicleta en la ciudad Yeda, fueron
asaltadas y violadas. La Fiscalía, tras detener a los agresores,
también pidió pena para las jóvenes y sus “tutores”: ellas por viajar
sin un acompañante masculino, y ellos por negligencia y haberlas dejado
ir solas.
Cuarto caso: Sandra Bland, una afroamericana de 28
años fue retenida el pasado 10 de junio por la policía vial por una
infracción menor de tráfico en Hempstead y fue amenazada con una
pistola de descarga eléctrica para minutos después, ser arrestada por
una falsa agresión. Días después apareció ahorcada en su celda. Las
autoridades, que suelen encubrir a las fuerzas de orden (pues forma
parte del brazo armado del régimen), defendieron la versión policial,
que apuntaba al suicidio como causa de la muerte. Días después y bajo
la presión social, el fiscal tuvo que admitir posible homicidio,
desmintiendo el informe del forense que al igual que la policía había
mentido. ¿Tuvo que ver su rapto y su posible asesinato con que ella era
activista de derechos civiles y había colgado varios vídeos sobre
agresiones policiales y su impunidad en las redes sociales? Si un tal
Donald Trump, multimillonario candidato a presidir EEUU -que según
Samuel Huntington representa el mundo “civilizado”- llama a las mujeres
(blancas) “cerdas, perras, gordas y animales repugnantes”, se pude
imaginar cómo se les trata a las que son pobres, negras y activistas.
Quinto caso: Amnistía Internacional respalda a los
hombres que utilizan a “chicas desechables” pidiendo la legalización
del negocio mundial de prostituir a mujeres y niñas. Las guerras y la
brutal pobreza han llenado el mercado de cientos de millones de niñas
huérfanas y viudas sin sustento, y de mujeres que han perdido su
trabajo, dejándolas a merced de empresarios del negocio redondo de
“usar y tirar” mujeres. Y ahora el mercado necesita regularizarse.
Amnistía, conocedora de las infinitas razones que hay para no
legalizar la prostitución, ¿daría un permiso de “trabajo” a las niñas
prostituidas por Boko Haram de Nigeria, por ejemplo, a las que “el
mundo” iba a rescatar? Fue noticia en mayo del 2014. Sin embargo los
salvadores carecían de intenciones decentes: hubo muchos intereses
petrolíferos y geopolíticos en juego. Una vez que EEUU envió militares
al país, que es el séptimo productor mundial de crudo, no se habló más
de la terrible pesadilla que están viviendo aquellas menores a las que
algunas ONG llamarían “trabajadoras sexuales”. Al negocio de
compra-venta de niñas y mujeres secuestradas y torturadas sólo le
faltaba el sello de legitimidad de una ONG: estos mercaderes de la
caridad, cuya misión es dar la falsa idea de que el sistema es capaz de
reparar sus propios crímenes.
La crisis económica y la ola conservadora que recorre el mundo han
destruido buena parte de las conquistas sociales, aumentando la
discriminación de la mujer, y haciendo necesaria la unión internacional
de todas las personas progresistas para poner fin al carcomido sistema
patriarcal.
Tenía razón Sherezade, la contadora de cuentos de Las Mil y Una
Noches: “una mujer nunca debe perder o entregar sus alas”. Es
imprescindible elaborar estrategias de poder y parar el proceso del
asalto del neoliberalismo a las conquistas de la mujer.
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