Ángeles González Gamio
El pueblo morelense se ha caracterizado
históricamente por su combatividad; paradigmático de esa actitud es
Emiliano Zapata, quien encabezó la lucha de campesinos, peones,
arrieros, pequeños propietarios rurales e indígenas, entre otros.
El zapatismo logró que la Revolución Mexicana no fuera únicamente una
transformación política, un cambio de gobierno, sino la modificación de
las estructuras económicas, sociales y culturales del país.
Uno de los frutos fue la creación de las escuelas normales rurales
que formaron parte del ambicioso proyecto cultural que buscaba
transformar la vida de las comunidades campesinas a través de la
educación.
Han tenido muchos cambios a lo largo de los años; del propósito
inicial en la década de los 20 de formar maestros para civilizar a los
campesinos, a principios de los años 30 se convirtieron en escuelas
regionales campesinas.
La visión se amplió, ahora se buscaba una transformación del campo en
el marco de la reforma agraria, con la integración de actividades
culturales, deportivas, educativas, económicas y de organización
política.
Las escuelas, que funcionaban como internados, se ubicaron en zonas
rurales, reclutaron a hijos de ejidatarios o de pequeños propietarios
agrarios que recibían becas del gobierno federal y al finalizar sus
estudios obtenían plazas como maestros en planteles rurales.
En 1934, con la modificación del artículo tercero de la Constitución,
se estableció la educación socialista y se incluyeron al plan de
estudios algunas materias sobre materialismo histórico.
Un año más tarde se formó la Federación de Estudiantes Campesinos
Socialistas de México, agrupación que organizó a las sociedades de
alumnos de cada normal rural, fundamentalmente para luchar por mejorar
las condiciones de trabajo de las escuelas. Continúa vigente e impulsa
un proyecto con cinco áreas de acción: educativa, cultural, deportiva,
productiva y política.
Desde su creación los reclamos de los estudiantes por las malas
condiciones de las escuelas, la insuficiencia de sus becas y los topes a
la matrícula se han incrementado y han participado en muchas luchas
sociales.
Estas instituciones han sido fundamentales para la movilidad social,
incluso para el desarrollo económico local, por lo que tienen el apoyo
de la población en muchas localidades donde se encuentran.
Actualmente hay 17 normales rurales en distintos estados en donde se
forman cerca de 7 mil estudiantes. La más joven es la Escuela Normal
Rural General Emiliano Zapata, que se ubica en la comunidad de
Amilcingo, Morelos.
Se abrió por un movimiento social y tras una prolongada
confrontación; en los años 70 del siglo pasado fue reconocida por los
gobiernos estatal y federal. Hace unas semanas estuvimos en esa escuela,
exclusiva para mujeres, y platicamos sobre la insurgente Josefa Ortiz
de Domínguez.
Se ubica en un gran terreno, con la exuberante flora morelense, entre
la cual se levantan los edificios que albergan cocina, comedor,
biblioteca, aulas, oficinas, deportivo y habitaciones. Todavía continúan
las obras para reparar los daños que sufrieron los inmuebles en los
sismos de 2017.
Recientemente se ha equipado la institución en donde viven y se
forman para maestras alrededor de 350 jovencitas hijas de campesinos de
distintos estados. Hay un salón con nuevas computadoras, se ha dado
capacitación a los maestros y también han arreglado las instalaciones.
Las estudiantes de bellos ojos negros, con sus blusas blancas, faldas
azul marino y sus calcetas, combinan la frescura juvenil con una fuerza
combativa producto de su origen y formación en la normal rural.
En sus manos está el futuro de generaciones de niños, o sea el de
nuestro país; sin duda, merecen todo el apoyo y la mejor preparación.
De regreso, una indispensable escala en Tres Marías para saborear una
cecina de Yecapixtla y unas quesadillas de flor de calabaza.
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