Ciudad de México. Con sus enormes zapatos de
plataforma café que combinan perfectamente con su vestido de leopardo y
su larga caballera teñida que le enmarca el rostro, parada, espera.
Sería su último año… hace tres que se terminaría la prostitución, se lo
había prometido, pero hubo cambio de planes. Su “amor” quiso probar
suerte con Uber y compró un auto Mazda Rojo 2016. El nuevo negocio de su
“amor” fracasó y la retendrá unos años más en la calle de
Circunvalación, en la zona comercial del centro de la Ciudad de México.
Karina está recargada en la entrada de una farmacia homeopática.
Desganada, mira la calle, los transeúntes pasan sin que ella los mire.
Pero está atenta cuando los hombres voltean a verla, “checando la
mercancía” para ver qué compran.
Acaba de regresar de Puebla, donde estuvo en un burdel por unos
meses. Ahí ganó un dinero que le dio a su “amor”. Nunca me dijo su
nombre, pero me mostró, orgullosa, las fotos desde su celular del Mazda
rojo y de él.
Un hombre sonriente, de aproximadamente 40 años de edad, abrazado con
el actor Carlos Espejel, otra foto con otra actriz. Se le ve feliz,
relajado, disfrutando de la feria a la que fue y en la cual tuvo la
oportunidad de tomarse esas fotografías que le mandó a Karina vía
WhatsApp.
Le pregunto si sabe cuánto costó el auto y cuánto se tendrá que pagar
de mensualidad, responde seria que no sabe, él es quien se hace cargo
de “las cuentas”, ella sólo “trabaja” y le da el dinero. Cada viernes
llega por la noche y están “juntos los fines de semana”, esos días ella
no “trabaja”.
El negocio que esperaba, sería un éxito y la sacaría de una década en
prostitución, no lo fue. Aún cuando ella se enojó, su “amor” dejó
Uber, porque como hay muchos autos y otras empresas de taxis no sale ni
para la mensualidad, él piensa que puede quedarse en un sitio de taxis,
así que ella debe seguir en Circunvalación, pues además él se atrasó con
los pagos y la deuda creció.
La historia de Karina se repite una y otra vez. “Amores” que inician
negocios que siempre fracasan, que nunca tienen suerte, que van haciendo
crecer las deudas y un día las llevan a “conocer el negocio”, “el
trabajo” porque “ahí está el varo”, el dinero.
Sigo caminando, acompañada de una ángela alada que me cuida y me
permite poder tener el contacto con ellas, las mujeres prostituidas de
la zona de La Merced. El país completo está aquí, representado en cada
mujer, algunas siguen manteniendo el acento indígena, la forma de hablar
el español muestra que no es su lengua materna.
El fracaso de una política
Esta es la realidad que no llega al congreso de la Ciudad de México,
ahí donde tres diputados quieren hacer de la prostitución un trabajo.
Temístocles Villanueva Ramos (Morena), Víctor Hugo Lobo Román (PRD) y
José Fernando Aboitiz Saro (PES), han presentado, por separado,
iniciativas que ya son analizadas por el congreso local.
Las mujeres en contexto de prostitución han escuchado que eso se está
discutiendo, pero no le ven el beneficio, pues aseguran que ninguna irá
a registrarse.
Tal vez por ello la iniciativa que se puso en marcha en 2014 para
credencializarlas como trabajadoras no asalariadas sólo tenía 140
mujeres de entre 20 y 65 años en contexto de prostitución, según los
datos vertidos por la propia Secretaria del Trabajo y Fomento al empleo
de la Ciudad de México.
De 250 mil mujeres en prostitución en la Ciudad de México, menos del uno por ciento credencializada como “trabajadora no asalariada”.
Menos de uno por ciento está credencializada, si tomamos en cuenta el
Diagnóstico de Causas Estructurales y Sociales de la Trata de Personas
en la Ciudad de México, realizado por la Coalición Regional Contra el
Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (Catwlac) y el
Instituto de las Mujeres de la CDMX, que señala que hay al menos 250 mil
mujeres en situación de prostitución.
Vale la pena recordar que el legislador Hugo Lobo Román, uno de los
impulsores de esta iniciativa, ha sido insistente en este tema. Desde la
discusión en la construcción de la Constitución de la Ciudad de México,
presentó la iniciativa que en los debates generó actos violentos.
También te puede interesar: Congreso capitalino se prepara para reconocer “trabajo sexual” como actividad laboral
No existe un dato oficial sobre el número de mujeres que se
encuentran en las redes prostituyentes. Según la Organización “Brigada
Callejera” -que busca legalizar la prostitución- se estima que 7 mil
mujeres se encuentran en contexto de prostitución en La Merced y que en
la Ciudad de México hay 70 mil mujeres en explotación sexual, de las
cuales 18 mil son menores de edad.
El país entero en una calle
En medio de dos puestos de ropa encuentro a
Paulina y Mary. Paulina, recelosa, me mira, no me conoce y prefiere
jugar con sus nuevos anillos de fantasía grandes y brillantes. Mary,
desenfadada, saluda, me presentan como la “nueva del centro”, hasta ahí
no tengo nombre.
Mary tiene 10 años en la prostitución, ha recorrido por lo menos
cinco estados de la República, es originaria de Tlaxcala. Desenfadada,
comenta que algo ha escuchado de que quieren “volver un trabajo” la
prostitución, pero dice que no fructificará, ninguna querrá ir a perder
el tiempo para trámites, dice que lo mismo intentaron en Mexicali, en
Coahuila, en Tijuana, Guadalajara; “ahí nos dan tarjetas para que no
nos detengan, vamos a los centros de salud y nos hacen nuestros estudios
de VIH, etcétera, para que estemos bien”.
Entre ellas lo saben, saben quiénes sí tienen padrote, pero no lo dicen, las otras simplemente están enamoradas.
La chaparrita, originaria de Ocosingo, Chiapas, lleva poco en la
zona, su marido la trajo a “trabajar”; él le prometió que ganarían mucho
dinero en poco tiempo, pero ella no lo ve. Lleva dos años en
prostitución. A su familia le ha dicho que trabaja de mesera.
Todos ganan, menos ellas
Atrás del comercio sexual se extiende una red amplia de hombres
beneficiados que las controlan: los padrotes disfrazados de amores, de
parejas, de maridos. Hombres que se aprovechan de ellas para
explotarlas, para vivir de ellas, para enredarlas y atraparlas en la
cadena de explotación que hay en la prostitución.
De acuerdo con la sobreviviente argentina de explotación sexual
comercial, Alika Kinan, quien vivió 16 años en prostitución, las
mujeres en estos contextos no se hacen ricas, sino quienes están a su
alrededor: “los proxenetas, las madames, los de los hoteles, los del
Uber”.
En un ejercicio con cuatro mujeres en el contexto de prostitución en
La Merced, realizamos la ruta de la distribución de su dinero, lo cual
nunca habían hecho. Si bien cada una negocia el precio, lo cierto es que
de lo que cobren, tendrán que repartir.
Ellas cobran entre 200 y 300 pesos por cada “servicio”, la
mitad se irá directamente con el hotelero, quien les cobra entre 100 y
150 pesos por cada ocasión que ocupe la habitación; 20 pesos por cada
entrada al cuarto para “el camarista” que toma el tiempo y toca la
puerta para saber que concluyó “el servicio” y que ella está bien, aunque aseguran que cuando hay problemas los tipos ni sus luces.
Fuera del hotel también se reparte el dinero: 20 pesos para quienes
hacen favores, van por comida, agua o lo que ellas necesiten, sin que
tengan que dejar su lugar; mil pesos semanales para los policías,
especialmente para que no se lleven a los prostituyentes, cinco pesos
para el baño. Además de los condones, la ropa, el maquillaje, la renta
donde vivan, el transporte que usan, lo que mandan a sus familias, lo
que le dan a su amor, etcétera. Al final del día. ellas se quedan sin
prácticamente nada.
Patricia (nombre ficticio) inició cuando tenía 17 años, pasó 36 años
en el contexto de prostitución, llegó porque necesitaba dinero y una
amiga le recomendó una forma de ganárselo.
Ella empezó en el salón de baile el “Molino Rojo”, donde se fichaba,
se tomaba y había salidas con clientes. En una noche llegaba a consumir
entre 20 y 30 cervezas coronitas. Para llevar la cuenta se las anotaba
en el brazo, “siempre llevaba una pluma, pero a veces ya me embrutecía,
se me olvida anotarlas y pues no me las pagaban”.
En medida que se fue haciendo mayor de edad la ganancia para ella se
redujo cuando mucho a dos salidas. En ocasiones el cansancio la llevaba a
negociar con el cliente para que pagara toda la noche y ella pudiera
dormir y ese era el pago.
La mentira
Ninguna de ellas amaneció con la idea que la mejor opción en su vida
era la prostitución. No. Todas ellas fueron coaccionadas, chantajeadas,
seducidas para ejercer la prostitución. Sus amores les repitieron bajito
al oído, que eso era un trabajo igual que cualquier otro. Las
acompañaron a recorrer las calles donde la prostitución se ejerce para
decirles: “mira ahí está el varo”.
No todas fueron raptadas, golpeadas o encadenadas de manera visible.
La cadena fue el “convencimiento” para que “eligieran”; aunque lleva
más tiempo este proceso para ellos, al final las mujeres “son quienes
deciden” así no hay reclamos de haberlas forzado.
Son los hombres que supuestamente las aman quienes las llevan y
encaminan “sólo por un rato”, a “trabajar”, porque “si yo te meto, yo te
saco”, les dicen mientras las abrazan tiernamente. Una vez adentro, la
prostitución se las come, las devora poco a poco, las escinde del cuerpo
y su ser.
“Lo principal es que consigas una chava, que la enamores, que la
conquistes (…) tienes que terapiarlas bien chingón”, cuenta uno de los
proxenetas al investigador Óscar Montiel Torres, en su tesis: “Trata de
personas: Padrotes, Iniciación y Modus Operandi”.
Ahora cada cosa es vendible porque ese es el negocio. Un completo
(desnudo) es más caro, si mamas chichi, cuesta; si es un medio, es
decir, sólo penetración vaginal sin desnudar el torso es otro precio; y
así, cada acto es una negociación que provoca en ellas asco, una
sensación de suciedad, de esa “que no se quita ni del cuerpo ni del
alma”, aseguran quienes hoy están afuera gracias a una verdadera
oportunidad que las alejó de la explotación sexual comercial.
Antes de llegar a la prostitución ellas buscaron opciones, vendieron,
pusieron negocios, pero nada alcanzaba para estar mejor, ellas no
tuvieron “suerte” para encontrar trabajo y las deudas, las carencias
fueron creciendo y las opciones se fueron acabando.
“Ándale, mira, en unas semanas juntamos una buena lana, nos enderezamos y seguimos, nada más es un rato”
Ellas se van ahogando con su propio miedo, hasta que llega el primer
día y están ahí ,paradas en la esquina, con grandes tacones y escotes,
que ellos, sus amores, ayudan a conseguir.
El negocio se aprende con los recorridos y al ver a las otras.
Ofrecerles actos que los exciten para llevárselos y para que regresen.
Cuando se dan cuentan han pasado 10 años, el varo no llegó y el amor se
fue.
La gran mayoría tiene hijos, un buen recurso para mantenerlas
enganchadas en la prostitución, primero por su amor y ahora por el
producto de “su amor”.
“Para que salgan adelante lo dejé con mi mamá, voy cada viernes y me
quedo con ellos el fin de semana. Para hacerlo “le chingo duro de lunes a
jueves… Este fin no voy a ir porque hay que juntar para su fiesta… ¡No,
cómo crees! en mi casa nadie sabe a qué me dedico, esto no es pa’
presumir”, dice Nancy, de Puebla.
Son frases que se repiten una y otra vez entre las mujeres con las que pude hablar que están en la zona de La Merced.
De acuerdo con la filósofa española, Amélia Valcárcel “las mujeres
han sido prostituidas con independencia de su voluntad durante casi todo
el periodo conocido que abarca nuestra memoria histórica. ¿Cuál sería
la novedad? Que ahora decidieran hacer por sí mismas lo que en el pasado
se las obligó a hacer sin el concurso de su libertad.”
CIMACFoto: Lucía Lagunes Huerta
No hay comentarios.:
Publicar un comentario