Miguel Concha
El Plan Nacional de
Desarrollo 2019-2024 (PND) reconoce la importancia de la
autosuficiencia alimentaria y la crisis que vive el campo. Establece que
el sector agrario ha sido uno de los más devastados por las políticas neoliberales, y que las
políticas oficiales han favorecido la implantación de agroindustrias y megaproyectos (que) han condenado al abandono a comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios.
Ello no obstante, el diputado Eraclio Rodríguez Gómez, del grupo
parlamentario de Morena, presentó el pasado 19 de febrero una iniciativa
de reforma a la Ley Federal de Variedades Vegetales (LFVV) de 1996, que
no sólo contradice lo establecido en el PND, sino que pone en riesgo a
nuestros alimentos básicos y a millones de pequeños y medianos
productores, pues criminaliza el libre intercambio de semillas nativas
entre campesinos.
Entre sus motivos iniciales, la propuesta expresa que se
requiere imperativamente una política de Estado que incremente en el mayor grado posible el desarrollo y acceso a las innovaciones de última generación en materia de variedades vegetales y semillas que contribuya a la producción de alimentos en México (autosuficiencia alimentaria) bajo un modelo de sustentabilidad, además de asegurar la conservación y aprovechamiento de nuestra biodiversidad, así como la generación de empleos bien remunerados que propicien el arraigo al medio rural.
Menciona que, en caso de no atenderla, se
pone en riesgo la productividad del campo e incluso se favorece el aumento en la importación de alimentos y, en consecuencia, la dependencia alimentaria. Por ello, la reforma concluye que para revertir la situación es necesario reconocer la propiedad intelectual sobre las innovaciones en materia de variedades vegetales, y que, con ello,
se ampliaría el abanico de opciones disponibles de semillas de nuevas y mejores variedades en los diversos cultivos estratégicos y de alto valor para México.
El proponente de esta LFVV ignora el sistema milenario de agricultura
mexicana, la domesticación de una gran variedad de especies vegetales
nativas de nuestro país, como maíz, chile, frijol, calabaza, aguacate y
amaranto, entre muchas otras, y que este libre intercambio da lugar a
nuevas variedades de plantas en cada ciclo agrícola.
De aprobarse su contradictoria e incoherente propuesta se afectaría
directamente a cerca de 3 millones de pequeños y medianos productores,
que representan 85 por ciento de la producción nacional, al criminalizar
el libre intercambio de semillas nativas. Además, se privatizarían las
semillas; se fomentaría la agroindustria; se protegerían los intereses
de grandes trasnacionales, a costa de los campesinos y de los sectores
económicamente más vulnerables; se promovería la propagación de semillas
transgénicas y, junto con ellas, la contaminación de semillas nativas.
Lo que pondría en riesgo nuestra biodiversidad y permitiría el monopolio
de la agricultura por trasnacionales, violentaría nuestros derechos
humanos fundamentales y pondría en riesgo la existencia misma de
comunidades enteras.
La propuesta de reforma a la LFVV plantea, además, en el artículo 54
criminalizar con penas de entre dos a seis años de cárcel y multas de
entre 10 mil a 40 mil unidades de medida y actualización (UMA) a quien
aproveche o explote una variedad vegetal protegida, su material de propagación o el producto de la cosecha para su producción, reproducción, preparación, oferta, distribución, venta, producción comercial de otras variedades vegetales o variedades esencialmente derivadas.
A pesar de la magnitud del castigo propuesto, los mecanismos y las atribuciones para vigilar, analizar y juzgar dichos
delitoscarecen de claridad y transparencia, pues se dota al Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (Snics) de atribuciones autoritarias, siendo necesaria sólo una petición del acusador para tomar medidas
preventivascontra el acusado, sin necesidad de pruebas o evidencia. Textualmente, sólo basta con la declaración de una
posibilidad de sufrir un daño irreparable o el temor fundado de que las pruebas se destruyan, oculten, pierdan o alteren. Una receta, pues, para la impunidad, el abuso de autoridad, la extorsión y las prácticas empresariales desleales.
La reforma tampoco toma en cuenta la alta probabilidad de
contaminación de cultivos de manera involuntaria, ya que según los
mecanismos descritos, al aprovecharse de una
variedad vegetal protegida, la víctima se convertiría en un criminal y, así, su cosecha sería requisada o destruida, y él sería sujeto a un juicio penal. Pero eso no es todo. Las atribuciones totales del Snics no sólo lo facultan para vigilar, analizar y castigar este nuevo tipo de delitos. Le permiten también para
fungir como árbitro en la resolución de controversias relacionadas con la violación a los derechos del obtentor. Es decir, tiene la posibilidad de ser al mismo tiempo juez y parte. Lo cual es aberrante.
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