El cardenal Juan Sandoval Iñiguez.
Denise Dresser
Primer Mandamiento: Odiarás a Marcelo Ebrard por encima de todas las cosas. Pensarás que es la encarnación del Demonio sobre la faz de la Tierra. Dirás que sus leyes destruyen a la familia y llamarás a desobedecerlas aunque ello constituya una violación a la Constitución y un ataque frontal al Estado laico en México. Repetirás que él hace más daño al país que el narcotráfico aunque eso entrañe recurrir a cifras falsas sobre el número de abortos realizados desde la aprobación del derecho a decidir en el Distrito Federal. Serás soez en todo momento con el objetivo de descalificarlo.
Segundo Mandamiento: Tomarás el nombre de la ley en vano. Aprovecharás el silencio y las omisiones tanto de la Secretaría de Gobernación como del IFE para violarla cada vez que puedas. Exigirás a los católicos del país que no voten por el PRD dada la universalización de derechos humanos que ha fomentado en la capital. Ignorarás la Constitución aunque constituya el documento fundacional que rige a todos los actores del país, incluidas las Iglesias. Te burlarás de las ideas y las conquistas que Juárez y los liberales ganaron y defendieron a lo largo del siglo XIX aunque sean reconocidas como un avance para el país. Violarás de manera flagrante la Ley de Asociaciones Religiosas y Cultos Públicos. Confrontarás constantemente a las instituciones y llamarás a los ministros de la Suprema Corte a repudiar las resoluciones que tomaron, aunque hayan sido con base en la Constitución.
Tercer Mandamiento: Santificarás a los regímenes homofóbicos y discriminatorios. Te referirás a los homosexuales como “maricas” y utilizarás otros adjetivos derogatorios para satanizarlos. Pensarás que debe permanecer la diferencia entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Aunque en la teoría democrática y del Estado laico no existen argumentos para justificar la discriminación y la limitación de derechos, seguirás promoviendo ambos. Aunque en el mundo actualmente existen múltiples manifestaciones de la familia, ignorarás esa realidad. Desperdiciarás esta oportunidad para tratar a las personas con respeto a pesar de sus preferencias sexuales.
Cuarto Mandamiento: No honrarás a los padres y a las madres homosexuales. Insistirás en que las uniones homosexuales inciden de mala manera en los niños aunque múltiples estudios revelan que ellos crecen de la misma forma que en familias de padres heterosexuales. Enfatizarás la importancia de “proteger los derechos de los niños” aunque la Iglesia católica no hubiera alzado la voz cuando Marcial Maciel y tantos otros los violaron.
Quinto Mandamiento: Matarás la civilidad. Atacarás la idea de la expansión de los derechos individuales y colectivos en un régimen democrático. Te burlarás del argumento sobre el reconocimiento de condiciones de igualdad ante la ley. Te volverás apóstol de las posiciones homofóbicas, discriminatorias, misóginas y polarizantes dentro de la sociedad mexicana. Aplaudirás la confrontación que comienza a darse en lugares públicos entre representantes de las posiciones en contienda. Resucitarás los argumentos de la Guerra Cristera e insistirás en la necesidad de librarla nuevamente para defender a la Iglesia de la violación de su derecho a la libre expresión aunque esa libertad sea usada para promover el odio.
Sexto Mandamiento: Cometerás actos impuros contra el Estado laico. Argumentarás que importa más la ley de Dios que la del César e ignorarás los preceptos sobre los cuales se construyó el Estado mexicano, precisamente para promover la separación Estado-Iglesia. Impulsarás a Armando Martínez, presidente de los Abogados Católicos, a decir –una y otra vez– que si la Secretaría de Gobernación promueve alguna sanción a los clérigos, estaría “actuando en el camino de la represión”, cuando en realidad tan sólo estaría aplicando la ley.
Séptimo Mandamiento: Robarás la esperanza de construir un país más justo, más tolerante, más equitativo, más democrático. Harás un llamado a burlarte de los derechos de las minorías y buscarás imponer la visión de ciertos católicos sobre el resto de la sociedad. No comprenderás que el tema del matrimonio homosexual es un asunto de derechos civiles, y que las luchas por su promoción siempre se han dado en el mundo ante contextos históricos de discriminación. Te manifestarás en contra del derecho a la diferencia entre mexicanos que no piensan como tú.
Octavo Mandamiento: Darás falso testimonio y mentirás sobre Marcelo Ebrard y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Dirás que los ministros fueron “maiceados” por el jefe de Gobierno aunque no logres presentar una sola prueba para validar tu posición. Hablarás de los intereses oscuros e internacionales que hay detrás de la promoción de los matrimonios homosexuales y sugerirás la teoría del complot. Difamarás a cualquiera que cuestione tu postura, y dirás que tus críticos atacan a la dignidad humana y a la familia, aunque lo único que hacen –en realidad– es discrepar de ti. Dirás que quienes enarbolan posiciones diferentes a la tuya sirven intereses que operan en la oscuridad, y tratarás de descalificarlos moralmente, cuando se trata de una discrepancia intelectual legítima.
Noveno Mandamiento: No consentirás pensamientos tolerantes, discrepantes, democráticos, divergentes o aquellos que defienden la laicidad del Estado. Argumentarás que toda opinión contraria a la tuya emana de un maiceado o un títere o un depravado o un maricón. Desplegarás el espíritu de la intolerancia que corre en contra de las enseñanzas de la propia Iglesia católica y el precepto de “amaos los unos a los otros” que guía su labor.
Décimo Mandamiento: Codiciarás el bien ajeno de la popularidad y la credibilidad obtenidas por Marcelo Ebrard en este tema. Promoverás posiciones públicas imprudentes y contraproducentes, con tal de ocupar la palestra y obtener el respaldo que él ha logrado despertar. Envidiarás el hecho de que en este asunto incluso los peores críticos de Ebrard reconocen que tiene razón. Te molestará que, en contraste con otros prominentes políticos, él no haya guardado silencio sobre tu llamado a desobedecer la ley. Te indignará que haya evidenciado tu prepotencia y tu propensión a dar falso testimonio durante años al frente de la Iglesia. Y precisamente porque te ha exhibido, usarás todos los instrumentos a tu alcance –incluyendo las homilías dominicales– para seguir dirimiendo un pleito que se ha vuelto personal. Amén.
(*) Este texto se publica en la edición 1765 de la revista Proceso, ya en circulación.
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