Silvia Ribeiro*
Contra
viento y marea, en un contexto de huracanes privatizadores que buscan
entregar hasta el último recurso de México a las trasnacionales, se
mantiene la resistencia popular contra los transgénicos y la suspensión
legal contra la siembra de maíz transgénico que un juzgado otorgó ante
la demanda colectiva promovida por 53 personas y 20 organizaciones
civiles, ambientalistas y campesinas, representadas legalmente por
Colectivas AC. Desde que se dictó esta suspensión en octubre 2013, las
trasnacionales demandadas, Monsanto, Syngenta, Dow y PHI México
(DuPont) y el propio Estado mexicano, a través de las secretarías de
Agricultura y Medio Ambiente, han presentando más de 70 recursos
legales contra la suspensión y la demanda.
Uno de los más llamativos fue el de Monsanto contra el juez Jaime
Marroquín Zaleta, quien en diciembre de 2013 ordenó reinstalar la
medida precautoria de suspensión contra la siembra de maíz transgénico,
luego de que las empresas habían logrado revertirla por un breve lapso
de tiempo. Monsanto, con uno de los peores historiales de envenenar con
tóxicos a miles de seres humanos y al ambiente, pidió retirar al juez
Marroquín acusándolo… ¡de parcialidad y falta de ética!
Este falaz argumento fue invalidado legalmente en el mes de agosto,
ratificando al magistrado Marroquín y su capacidad para seguir
interviniendo en el proceso. Otra victoria reciente es que se le negó a
Syngenta el amparo contra la suspensión que había presentado la
empresa, alegando que debía haber sido consultada antes de dictar la
medida precautoria. El tribunal consideró que dicho amparo no era
pertinente, debido a la gravedad de los daños que podía ocasionar la
siembra.
Pese a las buenas noticias, aún quedan por resolver varios recursos
contra esta acción colectiva y además, falta la consideración de fondo
de la demanda, que plantea que por los daños que ocasionará el maíz
transgénico, se violan los derechos al disfrute de la biodiversidad y a
una alimentación y ambiente sanos, entre otros.
Otro aspecto notorio del proceso es que el Estado mexicano, a través
de sus instituciones, está litigando como parte a favor de los
intereses de las empresas. Lamentablemente, situaciones similares se
repiten en muchas instancias del Estado que supuestamente deberían
defender el interés público, pero usan los recursos y poder del Estado
para favorecer a trasnacionales.
Un ejemplo flagrante de ello salió recientemente en el periódico electrónico Los Angeles Press,
sobre la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos
Genéticamente Modificados (Cibiogem), que gestiona las solicitudes de
transgénicos. En la Cibiogem participan, entre otras, las dos
secretarías mencionadas que están ahora litigando a favor de las
trasnacionales. Su secretaría ejecutiva la ocupa Sol Ortiz, denunciada
en 2009 por haber tomado los estudios de contaminación transgénica del
maíz nativo en los que participó estando en la UNAM y entregarlos a una
empresa comercial que argumentó falsamente que no existía contaminación.
Ahora,
la secretaría de la Cibiogem organizó a una serie de científicos y
empresarios allegados al organismo, para refutar, capítulo por
capítulo, el libro El maíz en peligro frente a los transgénicos
editado en 2013 por la Unión de Científicos Comprometidos por la
Sociedad (UCCS) y la UNAM. En este libro participaron más de 50
científicos de instituciones todo el país, aportando un amplio panorama
crítico de los riesgos de los transgénicos para México, su
biodiversidad, sus economías, su patrimonio genético y su soberanía. Se
sumó a otros documentos científicos que la UCCS ha hecho llegar al
gobierno demandando se detenga la autorización de transgénicos, llamado
respaldado por más de 3 mil científicos nacionales y extranjeros.
En lugar de una discusión pública transparente y directa, con
participación igualitaria de científicos críticos, abierta a la
sociedad y a los grupos más afectados, la Cibiogem organizó un taller
cerrado y excluyente, invitando solamente a actores pro-transgénicos,
el 26 y 27 de junio, en un hotel capitalino, para preparar la
denostación del libro. (Daniela Villanueva, 9/7/14, Los Angeles Press)
El artículo reproduce un correo electrónico de Agrobio México
(asociación de las trasnacionales de transgénicos), donde éstos agregan
a la lista de Cibiogem para la refutación, a técnicos y representantes
de Monsanto, DuPont y otras empresas, a los que designa como
aportes independientes. Invitan también a una serie de científicos de instituciones académicas y privadas que Agrobio cuenta como amigos de su causa, tales como Ariel Álvarez (anterior secretario ejecutivo de Cibiogem), y otros conocidos defensores de transgénicos del IPN, Cinvestav, Instituto de Biotecnología de la UNAM y otros, para que participen en la tarea y asistan al exclusivo taller cerrado de la Cibiogem, a espaldas de la sociedad, pero pagado con recursos públicos. Agrobio agrega que el trabajo de ese taller será usado como
insumo formalizado para el Foro sobre la Reforma del Campo, en el tema de Biotecnología (18 de julio, Irapuato).
La falta de ética en el uso de recursos públicos es evidente. La
vacuidad y falsedad de los argumentos que esgrimen queda aún más clara
con este tipo de manipulaciones. ¿O por qué le temen a los debates
abiertos?
Mientras tanto, la resistencia de los pueblos y de la gran mayoría
de la gente en México contra los transgénicos, para proteger el maíz,
la milpa y las formas sanas de vida y alimentación, sigue caminando por
muchos caminos y se mantiene en su diversidad, desde las milpas a las
ciudades.
*Investigadora del Grupo ETC
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