DESDE LA LUNA DE VALENCIA
Por: Teresa Mollá Castells*
Este
domingo 1 de febrero todas recordamos la multitudinaria cita del año
pasado en Madrid ante la convocatoria del llamado “Tren de la
Libertad”. Incluso las que no pudimos acudir sentimos aquella inmensa
energía desde la distancia física, que no la ideológica ni la emocional.
Ya he paseado por las redes sociales y he visto cómo vuelven a estar
llenas de fotos de aquel evento que marcó el fin del recorrido de la
tramitación de una contrarreforma de la ley del aborto, que pretendía
cercenar nuestros derechos a decidir libremente (o casi) sobre ser o no
madres. Aquello conseguimos pararlo.
Pero el camino hacia la igualdad sigue lleno de piedras y de pedruscos que no siempre son visibles.
La permanente actitud de algunos compañeros e incluso compañeras de
viaje de la izquierda que siguen ejerciendo la mayor fidelidad en la
servidumbre hacia el patriarcado es un claro ejemplo de lo que intento
explicar.
Y ahora no estoy pensando sólo en lo que ha ocurrido con la
conformación del gobierno masculino del partido Syriza en Grecia, ni en
ningún partido en particular. Me refiero a que sin ir más lejos, esta
semana comentaba con uno de esos compañeros de izquierdas lo duro que
me parecía el tema de Syriza.
Un compañero y gran amigo personal que milita en la izquierda de mi
pueblo. Su reacción a mi comentario fue casi furiosa y sus palabras las
sentí como un jarro de agua fría. Su reacción desmesurada me dejó
boquiabierta.
Según él, aparte de que se han de buscar siempre a “los mejores sin
importar el sexo” cuando criticamos a Syriza o a cualquier otro partido
por el tema de la falta de mujeres en las listas electorales, nos
olvidamos (en este caso me olvidaba) de lo complicado que resulta
“encontrar mujeres disponibles para ir en listas electorales”
Y se quedó tan ancho. No voy a negar que intenté hacer pedagogía y
explicarle algunas causas de esa “falta de disponibilidad”, pero se
cerró en banda. Sencillamente no quería escuchar ni entender nada.
Su rabia hacía mi comentario le encerró en su caparazón y ya apenas
pude hacer nada con el poco tiempo que tenía. Me quedé muy tocada
puesto que en este momento se están elaborando las listas electorales
para las elecciones de mayo próximo y es importante llegar a
visibilizar esa necesidad de paridad en las listas.
No voy a negar que gracias a la Ley de Igualdad las cosas han cambiado
bastante en los últimos 10 años, pero el resultado final sigue siendo
el mismo: falta de paridad en la constitución de ayuntamientos y resto
de instituciones.
El monstruo del patriarcado sigue presente pese al camino recorrido. Y
lo que es peor, se camufla para convencer de su inexistencia incluso a
quienes tienen clara la desigualdad de clase, de reparto de la riqueza,
etcétera, pero son ciegos a la desigualdad de género.
Como vengo diciendo en alguna ocasión, cada día encontramos a más
compañeros que van despertando a la evidencia de la desigualdad de
género y se suman a esas exigencias de igualdad. Eso les honra ante mis
ojos.
El patriarcado, como dije antes, se camufla y aparece bajo nuevos
discursos que justifican la “naturalidad” de esa desigualdad e incluso
su inexistencia y la convierten en una mera manía de las feministas
porque se nos han acabado los argumentos de verdad puesto que “¿acaso
la Constitución no garantiza ya la igualdad en su artículo 14? ¿Qué más
queremos las feministas radicales?”.
Me pongo enferma cada vez que escucho este tipo de argumentos. Y si no,
este otro en boca de una mujer un poco mayor que yo: “Con todo esto de
la Ley de Igualdad y el discurso feminista radical, las mujeres más
jóvenes están muy creciditas”.
¡¡¡Uf!!! Puedo asegurar que tuve que practicar lo de las respiraciones
profundas y darme un tiempo para responderle de manera pausada lo que
entrañaban sus palabras. De nuevo el muro del no poder entender que en
realidad es no querer entenderlo.
Hay muchas más piedras y pedruscos todavía en el camino hacia la
igualdad real como decía al principio y estos son sólo dos ejemplos,
pero hay más, muchos más.
No quiero empañar para nada lo que ocurrió hace justo un año en Madrid
con la gran manifestación del “Tren de la Libertad”. Aquello fue
histórico en muchos sentidos. Y era necesario también para pararle los
pies al misógino del ex ministro de Justicia español Alberto
Ruiz-Gallardón. Y se consiguió.
Hoy es día para rememorar lo que fue aquello, pero también lo es para
reflexionar sobre lo que nos queda para desmontar ese monstruo llamado
patriarcado. Y las aulas, todas ellas, son escenarios fundamentales
para ir haciendo este trabajo día a día, palabra a palabra.
La formación en igualdad entre el personal docente es fundamental para
que puedan convertirse en agentes de cambio de modelo social actual.
Pero no sólo es fundamental formar al personal docente, lo es también
formar al resto de la sociedad.
Formar a madres y padres, a personas trabajadoras, a cuerpos y fuerzas
de seguridad del Estado, a todo el aparato que conforma el Poder
Judicial, a quienes conforman los poderes y gobiernan en las
instituciones, a la sociedad en general.
Sería esencial esta formación para que pudiera darse un cambio real,
pero reconozco que lo que planteo es un poco utópico, puesto que el
patriarcado ha instaurado en la mente de las personas en general un
sistema de valores en el que lo “natural” está por encima de la
“equidad”, en la que lo “desigual” está por encima de lo “justo”.
Mi experiencia como formadora me indica que, en algunas ocasiones, con
el debate que se produce en las aulas reales o virtuales, alguna
persona se interesa por este tema y después busca profundizar y
cuestionar la desigualdad. El hecho de que se abran los ojos y se
cuestione el sistema patriarcal es, en sí mismo, una victoria.
Que alguien abra los ojos y se coloque las gafas violetas para observar
desde otra perspectiva la sociedad, que se cuestione el orden “natural”
que se nos impone, que se desconstruyan poco a poco los cimientos
heredados y se modifiquen pautas como el lenguaje o los nefastos
discursos sobre “no puedo, versus no quiero”, que nos impiden romper
moldes, es todo un éxito.
Y a veces ocurre. Se despierta la conciencia feminista y entonces poco a poco todo va cambiando.
Al calor del recuerdo de lo ocurrido hace un año, reflexiono sobre lo
conseguido y lo pendiente. Estoy feliz por lo que pudimos revertir. Era
muy importante y no sólo para las mujeres del Estado español mantener
una ley vigente que, aunque con algunas lagunas, nos permite decidir
sobre nuestra maternidad.
Y como muy bien habrá podido comprobar quien me conoce, no he
mencionado al terrorismo machista y sus consecuencias que prefiero
dejarlo para la semana que viene con más información sobre un caso y
sus consecuencias reales y simbólicas.
El recuerdo del momento emocional vivido hace un año ha de permitirnos
ver las piedras y pedruscos pendientes y llevarnos –como muy bien dice
Mar Esquembre en su artículo– a que “El Tren de la Libertad no puede
parar. Hemos de darle a toda máquina. Nos jugamos la vida en ello”.
Desmontar el patriarcado es cosa de todas y también de todos, puesto
que con la igualdad ganamos todas y todos. Con la fuerza que nos dan la
SORORIDAD y la SOLIDARIDAD podremos quitarle los sucesivos disfraces
que utiliza para camuflarse y poco a poco ir desmontándolo.
En ello andamos ya muchas y cada vez más muchos.
tmolla@telefonica.net
*Corresponsal en España. Periodista de Ontiyent.
Cimacnoticias | España.- 03/02/2015
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