Carlos Bonfil
Elogio
de la promiscuidad. Con una madre desquiciada, maniática del orden y la
limpieza, la religión y las buenas costumbres, y un padre hedonista y
despreocupado, erotómano impúdico –recientemente divorciados por
incompatibilidad de temperamentos y caracteres–, la adolescente Corinne
(formidable Carla Juri) se construye un mundo aparte y vuelca toda su
atención sobre su propio cuerpo y sus dolencias, en particular sobre un
padecimiento al parecer hereditario: las hemorroides.
Zonas húmedas (Feuchtgebiete, 2013), del joven alemán David Wnendt (La guerrera,
2011), es la exploración temática más sorprendente y jocosa que se
pudiera esperar del cine de uno de los países más disciplinados del
mundo. Pertenece tal vez a un subgénero fílmico susceptible de ponerse
en boga: la comedia romántico-escatológica. No se trata precisamente
del estilo de las comedias trash estadunidenses, de John Waters y su Divine fetiche (Pink Flamingos, 1972), al grotesco cine de los hermanos Farrelly (Loco por Mary, 1998); tampoco del azote existencial, ayuno de humorismo, de Ninfomanía
(Lars von Trier, 2013). Lo que propone la comedia del alemán Wnendt es
una sátira desenfadada de los tabúes y prohibiciones sociales
relacionados con el cuerpo (en particular el femenino) y sus fluidos y
excreciones. Todo aquello de lo que estrictamente no se habla.
Un prólogo que incluye momentos de animación introduce al espectador
en una maraña púbica femenina infestada de microbios y bacterias. Es
Corinne explorando su anatomía, atendiendo el molesto prurito anal que
la acompaña a todas partes, los fluidos vaginales que degusta con aire
de experta, el rasurado de su sexo que accidentalmente le provoca una
fisura anal que la conduce al hospital, ese refugio maravilloso donde
al fin encuentra la paz rodeada de instrumentales médicos y un solícito
enfermero, libre para abandonarse de lleno al placer de la
autoinspección anatómica.
Zonas húmedas está basada en el bestseller homónimo
de Charlotte Roche, escritora inglesa radicada en Berlín, con ventas de
un millón y medio de ejemplares tan sólo en Alemania. El éxito del
libro y la película es revelador de la creciente empatía de lectores y
espectadores hacia una transgresión moral (inofensiva en su tono de
comedia romántica) de valores y convenciones sociales que hasta hace
poco solían ser intocables, entre ellos el culto a la disciplina, la
higiene y el cuidado personal, y también a los símbolos religiosos
(Corinne se declara atea y adora las pequeñas blasfemias juveniles
–desde un reloj despertador en forma de mezquita hasta irreverentes
representaciones de la virgen).
Sin
embargo, lo más transgresor de todo es el tributo abierto de Corinne a
las partes supuestamente sucias de su cuerpo y a una sexualidad
promiscua –fantasía orgiástica que con gozo cultivan su mente
adolescente y su cuerpo posiblemente aún virgen. Las provocaciones de
Corinne son, a tal punto, excesivas y repetitivas que pronto se vuelven
inofensivas. Son un vociferante reclamo juvenil de atención y de cariño
(a los padres separados, a la amiga compañera de juegos, al jefe de
servicio médico o al enfermero de rostro angelical en quien deposita su
amor y su confianza). Las fantasías escatológicas de la joven
(masturbación con verduras, pizzas cubiertas con esperma, intercambio
de toallas higiénicas usadas, obsesión con las letrinas sucias y con
los olores y sabores de las secreciones íntimas), incomodan a muchos
espectadores hasta el momento en que es ya evidente que esa supuesta
suciedad sólo ha hecho resaltar, por irónico contraste, la inocencia y
traviesa frescura de una joven afectivamente vulnerable y solitaria.
Esa constatación final explica la popularidad del filme y la novela
que lo inspira. Ilustra también el hartazgo de una sociedad liberal
ante la doble moral y las incontinencias de fundamentalistas religiosos
de todo signo, desde las férreas prohibiciones musulmanas hasta los
tabúes de la moral católica. No es un azar que a través de un cuerpo
femenino, históricamente objeto de adoración o de repulsa (sangre
femenina = impureza), se reivindique aquí, con humorismo libertario, el
placer sexual y la generosidad afectiva. Las zonas húmedas de esta
cinta nos alejan, muy venturosamente, de las áridas regiones de la
moral puritana.
Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
No hay comentarios.:
Publicar un comentario