23. agosto, 2015 Autor: Marcos Chávez * @marcos_contra
El gobierno ya ha gastado más de 7 mil millones de dólares en la defensa del peso. La medida no logrará contener el precio del dólar, que en septiembre superará los 17 pesos. En breve se declarará la “conveniencia” de la devaluación
La
conducción económica de México ha fracasado. Esto bajo el supuesto de
que alguien se responsabilice internamente de la administración de un
país que está en crisis. Cada noticia adversa, externa o interna,
acrecienta la incertidumbre y agrava la descomposición de las
expectativas alrededor de los objetivos sexenales que ya nadie recuerda.
Enrique Peña Nieto dice que sus
reformas neoliberales son el mejor blindaje de la economía, la mejor
forma de protegerla ante un contexto adverso, de volatilidad de los
mercados financieros internacionales y de desaceleración económica
mundial, pues ellas potencian las fortalezas y las ventajas competidas.
Ante ese escenario, la Comisión de Cambios (CC), integrada
por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Banco de
México (Banxico), es decir, por Luis Videgaray y Agustín Carstens,
decide reducir el ritmo de acumulación de reservas internacionales
durante 3 meses (una cuarta parte de la acumulación neta esperada para
los próximos 12 meses se venderá en el mercado) e intervenir temporal e
indirectamente en el mercado, por medio de la subasta de dólares (200
millones con un precio mínimo, cuando el dólar avance 1 por ciento o
más, y la ampliación de la venta de dicha moneda sin un precio, de 50
millones a 200 millones hasta septiembre). Dicha situación tendrá
vigencia entre el 31 de julio y el 30 de septiembre, aunque el periodo
puede ampliarse si permanece la volatilidad en los mercados financieros
internacionales y las presiones sobre la paridad cambiaria.
Esas medidas tienen por objeto tratar
de garantizar la liquidez del mercado cambiario y evitar que el
desequilibrio entre la oferta y la demanda de divisas desestabilice a
los otros mercados financieros (bursátil y de dinero) y las actividades
productivas, y genere presiones inflacionarias.
Cabe preguntarse: ¿cuáles han sido los
resultados de la política cambiaria contingente? ¿Esa estrategia es la
adecuada para enfrentar la dinámica especulativa que provoca la
volatilidad cambiaria y la depreciación del peso frente al dólar
estadunidense? ¿La inestabilidad se debe única y exclusivamente a
factores externos o también está asociada a razones internas? ¿Cuáles
serán las consecuencias de la depreciación de la moneda?
La “estrategia”
A menudo los políticos intentan ser graciosos, aunque sin fortuna.
Por ejemplo, hace poco Ernesto J Nemer
(exsecretario particular de Emilio Chuayffet, exoperador de Eruviel
Ávila, y emparentado con los del Mazo), devenido en subsecretario de
Rosario Robles, en la Secretaría de Desarrollo Social, dijo: “La
política asistencialista queda atrás, sólo sirve de mejoral”.
Ello pese a que el peñismo utiliza el mejoral
de los programas asistencialistas fondomonetaristas, del populismo de
derecha, para manipular políticamente a pobres y miserables.
Los beneficios esperados de la política cambiaria de la CC son equivalentes a los proporcionados por los analgésicos como el mejoral. Atienden temporalmente los malestares de la volatilidad y la depreciación cambiaria. Los dólares vendidos son una especie de antidepresivos para los paranoicos inversionistas aterrados
por cualquier noticia, así sea nimia o favorable para la economía (por
ejemplo, la reducción del desempleo estadunidense), que pueda afectar
sus ganancias y los lleve a convulsionar los mercados financieros. Representan el asistencialismo de los agobiados especuladores. Sin embargo, los efectos del placebo
desaparecen rápidamente, una vez subastados los dólares. En el mejor de
los casos, sólo revalúan, contienen y atenúan por un tiempo las
presiones y el ritmo de la depreciación del peso. Pero no la eliminan.
La Comisión de Cambios olvida, o si se
prefiere, los considera inamovibles, los factores estructurales que
generan la volatilidad financiera, la estimulan y propician una
reacción exagerada. Ellos están asociados a la arquitectura del modelo
económico neoliberal: la desregulación de los mercados financieros
locales (de divisas, de valores y de dinero); la apertura externa
comercial y de la cuenta de capitales de la balanza de pagos (la
entrada de la inversión extranjera directa y la financiera-especulativa
de corto plazo, las inversiones de mexicanos en el exterior); la
integración subordinada a la economía mundial; la compra y emisión de
títulos que operan simultáneamente en cualquier mercado del mundo que
cumpla las condiciones anteriores (en el caso de la bolsa
estadunidense, las empresas emiten los títulos conocidos como ADR,
American Depositary Receipt); el libre flujos de capitales.
Esa arquitectura que fue diseñada e
impuesta a escala mundial desde el siglo pasado por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de
Comercio, con sus programas de estabilización, de ajuste estructural,
de liberación del comercio de bienes y servicios o de protección de la
inversión extranjera (garantías contra pérdidas no comerciales como las
expropiaciones, la inconvertibilidad de moneda, las transferencias cambiarias, las guerras civiles o disturbios). Esas contrarreformas
que después fueron conocidas con el nombre del Consenso de Washington y
que fueron implantadas del gobierno de Miguel de la Madrid al de
Enrique Peña.
Sin la corrección de esa estructura, la
nación está condenada a sufrir los recurrentes ciclos especulativos y
los choques externos, internalizados por el modelo adoptado, también
conocido como modelo monetarista de balanza de pagos o para una
economía abierta.
La eliminación de las regulaciones
internas y externas, económicas y financieras, en especial de la cuenta
de capitales (como señala el economista chileno Ricardo Ffrench-Davis,
renegado de la escuela de Chicago –fue uno de los primeros Chicago Boys latinoamericanos paridos en esa escuela y que después, él no, trabajaron con la manu militari
del criminal Augusto Pinochet– y que fue director de Estudios del Banco
Central de Chile –1990-1992– y asesor regional de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe, entre otros cargos) es la principal
responsable del ingreso y la salida de los capitales de corto plazo. De
sus efectos estabilizadores. De la volatilidad cambiaria. Del estallido
de las burbujas financieras especulativas. Los choques externos se
transmiten a través de los circuitos cambiario, bursátil y de dinero.
Sin embargo, con la integración al mercado mundial, los choques dejan
de ser foráneos y, en sentido estricto, se vuelven internos.
Ffrench-Davis y un gran número de
economistas han estudiado esa lógica, cuyas primeras crisis datan de la
década de 1980, con la quiebra de las cajas de ahorro estadunidense y
el estallido de Wall Street de 1987. La crisis mexicana es otra
manifestación de esa manera de funcionar del neoliberalismo. El colapso
sistémico iniciado en 2007 es su expresión más salvaje.
Eso lo saben Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y Agustín Carstens. Pero prefieren aferrarse a la ortodoxia y sucumbir con ella.
El ingreso masivo de capitales, en
especial los especulativos, que busca aprovechar las ganancias rápidas,
conlleva la apreciación o el atraso cambiario, el abaratamiento del
dólar, la reducción de las cotizaciones de las importaciones, de la
inflación, las tasas de interés y el déficit fiscal, que facilitan la
estabilidad de precios anhelada por los ultraortodoxos Carstens y
Videgaray. Esa fase del ciclo, mientras dura, podría considerarse la fantasía de la riqueza prestada.
Sin embargo, no es la estabilidad
macroeconómica ni la fortaleza de la economía lo que se alcanza como
pretenden hacer creer Videgaray y Carstens.
El abaratamiento del dólar tiene, entre
otros costos, el ingreso de bienes importados (la “modernización de los
aparadores”, la calificó el economista chileno Fernando Fajnzylber) que
compiten deslealmente con la producción local, la desplaza, la
destruye, desalienta las exportaciones y provoca el estancamiento
económico y la incapacidad para generar los empleos formales
requeridos, además que retrasa la reforma fiscal integral progresiva.
Lo que se genera es una desinflación
desestabilizadora, el estancamiento económico, el desequilibrio de la
balanza comercial y la dependencia crónica del financiamiento externo,
lo que explica las contrarreformas peñistas, completamente inútiles para impulsar el crecimiento.
Eso también lo saben Enrique Peña, Videgaray y Carstens. Pero prefieren el suicidio
económico antes de liberarse de los dogmas neoliberales, por cierto,
rentables para elite político-oligárquica. Por ello impusieron ese
modelo económico. Es el “capitalismo de amigotes”, según Joseph Stiglitz.
Entre 1983 y 2014, el producto interno
bruto (PIB) creció a una tasa media real anual de 2.4 por ciento, menos
de la mitad registrada entre 1950 y 1982 (poco más de 6 por ciento). Lo
peor es que durante el peñismo, esa tasa se redujo a 1.8 por ciento en
2013-2014, y difícilmente superará ese nivel en 2015-2016 y lo que
resta del sexenio.
Sobre todo cuando la apuesta a la
reprivatización petrolera ha sido desdeñada por las grandes
corporaciones petroleras y les obligará a malbaratar los hidrocarburos.
El derrumbe de la política
La reversión de los flujos de capital propicia los efectos contrarios.
Los economistas Paul Krugman y Lance Taylor han explicado los efectos de las devaluaciones.
Indubitablemente, suscita la escasez de
divisas, el deterioro del peso frente al dólar, la caída de la bolsa y
del mercado de dinero, la compra de títulos públicos. Eleva el precio
de las importaciones. El abaratamiento de las exportaciones tiene
beneficios limitados y, en el mejor de los casos, reduce temporalmente
el deterioro de la balanza comercial y la cuenta corriente de la
balanza de pagos que, con el tiempo, vuelve a elevarse. Encarece el
costo de los recursos foráneos para financiar la balanza de pagos.
Reduce los ingresos fiscales del Estado y eleva su déficit, lo que
obliga a recortar el gasto para atenuar el déficit público. Encarece el
costo financiero del endeudamiento foráneo (pago de intereses). Inhibe
el consumo privado. Engendra un ambiente de incertidumbre que paraliza
la inversión privada y el crecimiento, mientras se despeja el ambiente
enrarecido.
La recomposición de las expectativas
dependerá del tiempo en que dure la inestabilidad cambiaria y el nivel
en que se ubique la relación peso-dólar.
Asimismo, crea presiones inflacionarias que ponen a temblar
al Banxico, el cual se apresura a anunciar la próxima alza de las tasas
de interés, en caso que el aumento de precios se vuelva realidad y no
hay razones para esperar que ese fantasma no se vuelva
realidad. Los empresarios ya lo advirtieron, debido al incremento de
sus costos de producción, en particular los importados, y sus
tentaciones especulativas. Ellos trasladarán dichos aumentos a los
precios finales e inevitablemente la población pagará los costos. Se
reducirá la demanda, lo que afectará a la producción y el crecimiento.
El aumento de los réditos, adicionalmente, tendrá efectos negativos
sobre el crédito, el consumo, la inversión y las deudas locales.
El recorte del gasto público en 2015 y 2016 terminará por derrumbar el crecimiento y al peñismo.
El alza de los réditos será otro fracaso más en el actual gobierno.
Originalmente la SHCP estimó una meta
de 3.7 por ciento para 2015 y de 4.9 por ciento para 2016. En agosto,
el banco central redujo su pronóstico de 2-3 por ciento a 1.7-2.5 por
ciento para el primer año y a 2.5 a 3.5 para el segundo.
Con la reforma petrolera se esperaba
una avalancha de capitales extranjeros, la cual permitiría alcanzar la
meta de crecimiento de 4.9 por ciento. Pero las licitaciones fueron un
verdadero fracaso. De los 18 mil millones de dólares esperados, apenas
se invertirán 2 mil 600 millones.
El desplome económico de 2015
evidencia, adicionalmente, que las reformas en telecomunicaciones,
laboral, fiscal o financiera, tampoco han seducido a los inversionistas.
Por repetitiva, esa historia resulta analíticamente tediosa.
Mientras disminuyó nominalmente el
precio del dólar (-6.4 por ciento de 2009 a 2010, de 13.50 pesos por
dólar a 12.50, en promedio anual, y a 1.42 pesos por dólar en 2011; y
-1.7 por ciento de 2012 a 2013, al caer de 13.17 pesos por dólar a
12.77 pesos por dólar), el gobierno no dijo nada.
Al cabo, se vivían los años felices del
ingreso de divisas. Ya sea por el aumento de los precios
internacionales de petróleo (el precio medio de la mezcla de
exportación pasaba de 57.40 dólares por barril en 2009 a su máximo
101.96 dólares por barril en 2012; en 2013 es de 98.44 dólares por
barril). O por los flujos de capital, el endeudamiento externo público
y privado, la inversión extranjera y en el mercado de dinero (compra de
títulos del Estado), que mejoraron entre 2009 y 2013. Estos últimos
recursos fueron suficientes para compensar el creciente déficit de la
cuenta corriente, el cual pasó de 8.3 mil millones de dólares en 2009 a
26.5 mil millones de dólares en 2014.
La caída de los precios del petróleo (a
86 dólares por barril en 2014 y 49.92 dólares por barril en julio de
2015, aunque en la primera mitad de agosto bajó a 39.69 dólares por
barril), apuntaló la menor entrada de recursos por la cuenta de
capitales y la incertidumbre generada por la Reserva Federal. Es
notoria la caída de la inversión en el mercado de dinero (pasó de 46.6
mil millones de dólares en 2012 a 28.7 mil millones de dólares en
2014), y la retracción se agudiza este año.
En el primer trimestre de 2015, según
datos del Banxico, la inversión extranjera total cayó en 47 por ciento,
en comparación del mismo lapso del año anterior (de 16.2 mil millones
de dólares a 8.6 mil millones de dólares). La directa en 34 por ciento
(de 114 mil millones de dólares a 7.7 mil millones de dólares). En el
mercado de dinero pasó de una inversión de 4.5 mil millones de dólares
a una desinversión por 326 millones de dólares (ver cuadro 1).
El último punto refleja la reducción
del interés por los títulos del Estado (Cetes y demás) por parte de los
inversionistas financieros extranjeros. En 2009 demandaron esta clase
de papeles por un monto de 325 mil millones de pesos, el 15.4 por
ciento del total. En enero de 2015 sumaron 2 billones 413 mil millones
de pesos, el 45 por ciento en los años referidos. A partir de ese
momento el interés declinó y, en julio, la inversión fue de 2 billones
134 mil millones de pesos, el 36.5 del total. La contracción fue por
280 mil millones de pesos (ver gráfica 1).
A menos que se incrementen los
rendimientos de los títulos gubernamentales, en una proporción similar
o mayor al ajuste esperado por la tasa de referencia de la Reserva
Federal (quizá un cuarto de punto porcentual), la menor entrada de
capitales, la desinversión de los no residentes en papeles oficiales y
la salida de recursos se incrementará. De por sí, ya se sufren los
efectos del aumento de los bonos del Tesoro estadunidense de largo
plazo.
Genera reservas para después subastarlas
La ampliación de los dólares subastados
y el sacrificio de las reservas internacionales son medidas tardías e
insuficientes y no han logrado contener la tendencia alcista del precio
de la moneda estadunidense.
A finales de julio de 2014 empezó a
percibirse la restricción de divisas, las presiones cambiarias y la
depreciación de la paridad (por arriba de los 13 pesos por dólar),
aunque esa tendencia se intensificó en septiembre, cuando los
funcionarios de Reserva Federal anunciaron la posibilidad de iniciar el
alza de la tasa de fondos federales, que desde octubre de 2008 promedia
una tasa de 0.14 por ciento. Cuando esto suceda, será el primer aumento
desde marzo de 2007. Al cierre de 2014 la relación llegó a 14.72 pesos
por dólar, y al 17 de agosto a 16.40 pesos por dólar (ver gráfica 2).
Todo ante la parsimonia de la CC, que
decidió empezar a colocar dólares en el mercado con o sin un precio
mínimo a partir de marzo pasado, proceso reforzado en agosto con la
ampliación de la cantidad de estos últimos.
En lo que va del año, hasta el 14 de
agosto, se han colocado 7 mil 96 millones de dólares, 773 millones de
dólares con precio mínimo y 7 mil 869 millones de dólares sin precio
mínimo. Sólo en lo que va de agosto se han subastado 373 millones de
dólares de los primeros y 1 mil 800 millones de dólares de los
segundos. En total, 2 mil 173 millones de dólares.
Lo anterior, sumado al menor ritmo de
acumulación, las reservas internacionales han declinado de 196 mil
millones de dólares a 189.7 mil millones de dólares entre el 30 de
enero y el 7 de agosto. Se han contraído en 6 mil 292 millones de
dólares (ver gráfica 3).
Pese a la ampliación de las divisas
vendidas, la paridad ha pasado de 16 pesos por dólar a 16.40 pesos por
dólar entre el 31 de julio y el 17 de agosto.
Nadie debe extrañarse que la
volatilidad de la paridad se mantenga y se eleve el precio del dólar
(más allá de los 17 pesos) hasta el momento en que la Reserva Federal
eleva las tasas, lo que podría ocurrir durante su reunión de septiembre.
El peso seguirá cayendo y el dólar subirá como un globo.
Un aspecto que ha sido descuidado por
los analistas es que el ajuste nominal en el valor de la moneda ha
corregido parcialmente la sobrevaluación real de la misma, anomalía
consustancial a la política monetaria (tipo de cambio con relación a
111 países), que exige el abaratamiento del dólar para reducir el nivel
de precios.
Al cierre de 2014 el banco central
estimaba el atraso en 22 por ciento. En mayo la sobrevaluación baja a
19.7 por ciento. Una paridad real de equilibrio exigiría al menos los
20 pesos por dólar, que beneficiaría a la economía, dado que
encarecería las importaciones.
Pero ese no es el objetivo de Videgaray y Carstens.
En 1973, Luis Echeverría dijo: “Las finanzas públicas se manejan desde Los Pinos”.
En 1976, sin embargo, decidió cederle
su manejo al FMI, luego de la crisis devaluatoria, por medio de la
carta de intención que firmó con ese organismo.
El ajuste fiscal actual es subsidiario de esa pérdida de independencia.
Ahora, la política monetaria y
cambiaria también fue cedida al control de los especuladores y la
Reserva Federal. Videgaray y Carstens se someten a éstos.
En conjunto, la soberanía de la política económica es decidida en otro lado.
Marcos Chávez M*, @marcos_contra
No hay comentarios.:
Publicar un comentario