En
un entorno complejo por el descrédito de los partidos políticos, la
desconfianza de la sociedad hacia las instituciones diseñadas para el
progreso de la democracia y el descontento ante las crisis económica,
social y de seguridad, que ponen en riesgo el ejercicio de los derechos
humanos, el pasado 7 de junio tuvieron lugar en México las elecciones
de 2015. Como en años anteriores, éstas también fueron observadas por
diversas organizaciones de la sociedad civil (OSC), entre ellas DECA,
Equipo Pueblo, que elaboró el informe Las elecciones de 2015 ante las reformas a la ley político electoral en México; una mirada desde la sociedad civil,
en el que encontramos diversos ensayos relacionados con las principales
reformas aplicadas y los resultados de la observación hecha en algunas
entidades del país.
Como se recordará, en diciembre de 2013 el Congreso aprobó una
reforma constitucional en la materia, promulgada por el Ejecutivo en
febrero de 2014. En mayo de ese año se dictaron las leyes
complementarias para la organización y procedimientos electorales, así
como la legislación referida a los partidos políticos. Dicha reforma es
parte de un conjunto de modificaciones que comenzaron en 1977, que
tuvieron como paradigma de la transición a la democracia un marco
institucional legal adecuado. Por eso los pasados comicios fueron
importantes, por ser los primeros organizados después de esa reforma,
que impactó en ámbitos centrales, como el régimen de gobierno, las
autoridades electorales, el régimen de partidos, la fiscalización y
rebase de topes de gastos de campaña, la comunicación política y los
instrumentos de participación ciudadana, entre otros.
Destaca el avance en la paridad de género, que obliga al 50/50 a
todos los partidos, así como el reconocimiento de las candidaturas
independientes, que para este proceso fueron solicitadas por 122
personas, mientras el INE aprobó sólo 52, y de las que 17 aspiraron a
ser gobernadores. Otro cambio polémico es la relección aprobada por dos
y hasta cuatro periodos para senadores/as y diputados/as, incluyendo la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que tiene relevancia en un
país que ha defendido el sufragio efectivo y la no relección. Una
decisión más es que los partidos deben alcanzar al menos 3 por ciento
de la votación, tanto en la renovación del Poder Ejecutivo, como de las
cámaras del Congreso de la Unión, para mantener su registro.
La utilización de recursos públicos y privados en los procesos
electorales sigue siendo un elemento presente en la competencia
política. La cantidad de dinero que se gasta para acceder a un cargo
público ha conferido nuevas dimensiones y alcances a un problema no
resuelto. A pesar del desánimo para votar y los llamados a la
anulación, se rebasó el porcentaje de votantes que
normalmenteacuden a las urnas en procesos intermedios. El INE estimó 47 por ciento de participación. Pero otras voces consideran que el clima de tensión, violencia, e incluso la presencia de las fuerzas del orden en diversas entidades del país, junto con las acciones de boicot, pesaron, y que, de no haber estado presentes, habríamos presenciado mayor concurrencia ciudadana.
Los
medios mantuvieron una política parcial hacia los partidos y los
candidatos/as, pues si bien los tiempos dispuestos por la ley se
respetaron en lo general, los comentaristas, analistas y articulistas
mostraron gran parcialidad hacia los candidatos/as. Se percibió
igualmente un trato discriminatorio hacia los nuevos partidos y
candidaturas independientes.
Otro factor importante fueron las nuevas sanciones para los partidos
y las y los candidatos que rebasaron los topes de campaña, además de la
prohibición de la entrega gratuita de objetos y beneficios a electores,
pero que la mayor parte de los partidos no respetó en sus campañas,
como ha sido denunciado por la población, algunos medios, y reconocido
por el INE. Adicionalmente queda el desconcierto de la ciudadanía por
el manejo de sanciones respecto de la propaganda política por conducto
de tuits. La sala especializada del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación si bien aplicó una raquítica multa al
PVEM, consideró que los miembros de la comunidad artística y deportiva
del país que emitieron opiniones y crearon hashtags en favor de ese partido en Twitter durante el 7 de junio no violaron la ley.
Por eso consideramos que sigue siendo un reto la aplicación de la
ley en este campo sensible. Y que en México la observación electoral
institucionalizada y la libre ciudadana siguen siendo indispensables
ante la deliberada opacidad de partidos y candidatos/as, el
incumplimiento manifiesto de la ley, e incluso el irrespeto a los
órganos electorales en todos sus niveles. Las y los observadores
electorales siguen siendo necesarios tanto para monitorear la
jornada electoral e inhibir conductas graves que dañen el voto
personal, libre y secreto, como para emitir un punto de vista neutral y
documentado sobre el uso de los recursos públicos para comprar la
voluntad ciudadana, y, en su caso, pronunciarse sobre la legitimidad
del proceso electoral.
El esfuerzo de la ciudadanía y de las OSC por observar los comicios
fue de gran utilidad, no tanto por inhibir las malas prácticas, sino
para valorar las reformas, el entorno de su cumplimiento y su impacto
en la mejora de las condiciones para participar con mayor credibilidad
en el ejercicio ciudadano de elegir a quienes nos gobernarán. Es
importante dotarlos de mayores atribuciones, para que sus informes y
testimonios sean considerados pruebas en la valoración de los procesos,
y se debe recuperar el papel que venían jugando las y los consejeros
ciudadanos comprometidos con el ejercicio democrático-electoral.
Importa que los gobiernos asuman la participación ciudadana en el
ámbito de la vigilancia de la democracia representativa y en las
decisiones de política pública.
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