10/26/2015

Las apariencias engañan


Plan B por Lydia Cacho
Goodwin es un genio de las ventas y probablemente uno de los grandes ideólogos de la nueva filosofía sobre lo que antes llamábamos la Era Digital y a la que él se refiere como la herramienta de la disrupción de la realidad re-imaginada.
Si usted es de las personas que piensa que lo que circula en internet es “la realidad virtual” seguramente aún sigue utilizando Hotmail y Whatsapp, dos de las vías de comunicación más sencillas de intervenir fraudulentamente o, dicho de otra forma, de hackear. Uno de cada tres usuarios de Whatsapp hace captura de pantalla de sus diálogos escritos, los reenvía, los utiliza para bien y para mal, sin mayor reflexión sobre el quebranto del acuerdo de privacidad entre dos personas que buscan hablar de forma confidencial.
46 millones de personas mexicanas usan internet a diario, según el Inegi 43.5% de la población se define como cibernauta, 30.7 por ciento de los hogares cuentan con una conexión a internet, la usan en su mayoría para obtener información y para comunicarse; pero somos tan inexpertos que solamente el 6% utiliza este medio para hacer compras y pagar bienes y servicios. La falta de conocimiento sobre seguridad y autocuidado en el uso de Internet representa un problema mayúsculo para nuestra sociedad.
El ciberespacio, eso lo han comprendido mejor los niños y niñas de entre 12 y 14 años: es el mundo real y concreto y nuestra información en el ciberespacio es tan frágil como en la vida real.
La gente que postea sus fotografías privadas en muro de Facebook jamás se atrevería a pegarlas en al fachada de su hogar, lo mismo que quienes suben imágenes en ropa interior o haciendo estupideces en Instagram y cualquier otro medio similar, nada se borra por completo de internet. La ignorancia de unos es el negocio de otros. Cinco de cada siete enganches engañosos para explotación sexual se dan por esta vía.
Y la población general no es la única que no asume su propia responsabilidad sobre el uso de este medio; la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) reportó 2 millones 900 mil fraudes bancarios en un año, por un monto total de 7 mil 300 millones de pesos. Los desvíos y robos a cuentas bancarias por hackeo y fraude de empleados de bancos (a veces vinculados con el hacker criminal) asciende a 2 mil millones de pesos anuales. Ningún banco se salva, y pocos se responsabilizan como manda la ley. Es indispensable reportar cualquier fraude bancario o robo de tarjetas a la Condusef, ya que mucha gente deja todo en manos del banco, quien ilícitamente se desentiende culpando a las y los usuarios del problema; esto se debe fundamentalmente a que la mayoría de personas no comprenden que el único responsable de la seguridad cibernética de su banco es el banquero, no el usuario. Por supuesto que el mal uso de las tarjetas de débito y crédito corresponde a su dueño.
Tres de cada cinco estudiantes con quienes hablo sobre estos temas ignoran los principios legales y de auto-responsabilidad sobre los datos personales. Los adultos nos se quedan atrás: en su tarjeta bancaria, en su llave electrónica de un hotel o en un perfil de redes sociales con localización abierta quedan impresos todos los datos personales que un criminal con conocimiento de causa puede utilizar cuando quiera.
Cada vez que un político se promueve en campaña prometiendo acceso a internet la gente le aplaude porque cree, equivocadamente, que el simple acceso abre la brecha de desigualdad y acceso a la información. Lo cierto es que nuestra ignorancia palmaria sobre el uso de esta herramienta nos pone en riesgos de los que pocos hablan y muy pocos comprenden.
Lo que debemos exigir, antes que nada, es educación cibernética, no solamente para usar un teclado y abrir programas elementales; así como nos enseñan a caminar sin caer y a no meter los dedos en el enchufe de la luz para no electrocutarnos, debemos aprender y educar sobre el uso integral y responsable de este medio y todos sus instrumentos: desde los que nos permiten mandar mensajes personales en un teléfono inteligente (casi siempre más inteligente que su usuario), hasta los que facilitan la comunicación formal y los servicios financieros. Porque en la realidad, como en el ciberespacio, las apariencias engañan. Es tiempo de que esta discusión esté en todas partes, ¿no lo cree?

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