Faltan programas binacionales para atender a estas mexicanas
Ante
el aumento de la migración de madres mexicanas trabajadoras hacia
Canadá, los Estados involucrados tienen que desarrollar programas
binacionales de gestión de cuidados a distancia, y procurar la
comunicación entre la madre y sus hijas e hijos.
La anterior propuesta forma parte de la investigación que Ofelia Becerril Quintana, del Colegio de Michoacán, presentó hoy como parte del XXI Coloquio Internacional de Estudios de Género, organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La académica –con estudios sobre migración y movilidad humana– dijo que México duplicó en 2014 el número de personas trabajadoras migrantes hacia Canadá, en comparación con 2008.
Precisó que según el Programa de Trabajadores Agrícolas Migrantes, en 2008 habían ingresado al país del norte 369 trabajadoras, mientras que para 2014 la cifra ascendió a 741.
A eso se suma que México es el segundo país, después de Filipinas, de donde proceden las y los trabajadores migrantes que Canadá recibe cada año.
Si bien las mujeres que ingresan al país norteamericano representan apenas 4 por ciento del total de población migrante trabajadora, su impacto a nivel político y social es “muy fuerte”, afirmó la especialista.
“El incremento de migración de personas trabajadoras responde a una tendencia mundial de cambios en el mercado de trabajo basado en visas de trabajo temporal (…). Se está generando una nueva era de migración temporal en Canadá, y se han empleado por casi dos décadas y media a madres sin pareja y madres de familia en la agroindustria”, detalló Ofelia Becerril.
De acuerdo con datos de dos distintos programas de trabajadoras temporales en la agroindustria y en el sector servicios, la experta determinó que la mayoría de estas mujeres son madres jefas de familia.
En el caso de las trabajadoras en sectores diferentes al campo, como empleadas del hogar, por ejemplo, la mayoría sale del estado de Guanajuato y se instala en las provincias canadienses de Alberta y Ontario, además de que son jóvenes con estudios de preparatoria.
En el caso de las trabajadoras agrícolas, de las que se tiene más información, 86 por ciento son madres con hijos y sin pareja; la mayoría ha formado hogares monoparentales, son jefas de familia y tienen en promedio 38 años de edad.
A partir de esta observación, Becerril Quintana buscó documentar cómo las mujeres migrantes experimentan la maternidad en un contexto trasnacional.
La investigadora halló que muchas de estas mujeres son contratadas vía agencias privadas de reclutamiento, que han fragmentado cada vez más el mercado laboral, lo que reduce “las resistencias colectivas” y facilita que se cometan fraudes o abusos.
Muchas trabajadoras temporales con visa, por ejemplo, han sufrido abuso sexual en sus centros de trabajo, y sólo en un caso reciente el Tribunal canadiense ordenó por primera vez indemnizar a la trabajadora mexicana.
Muchas de ellas no emigran acompañadas de sus familias porque una vez que llegan a Canadá duermen en literas que están separadas entre sí sólo por cortinas. Algunas permanecen laborando por varios años y otras van y vienen dependiendo de si la agencia las llama para trabajar, por lo que pasan ocho meses en Canadá y cuatro en México.
Como estrategia para mantener la vida familiar mientras ellas se ausentan, las mujeres se ven obligadas a transferir el trabajo de cuidado a otras mujeres, como las abuelas o las cuñadas.
En sus jornadas laborales, las trabajadoras llaman por teléfono a sus hijos o hijas para revisar si hicieron su tarea, cómo amanecieron o cómo atendieron sus enfermedades. Además, experimentan mucha culpa y son recriminadas por sus parejas, sus familiares o su comunidad de origen.
“Como jefas de familia y trabajadoras también llegan a tener satisfacciones y promueven la búsqueda de ingresos para sostener a sus familias”, añadió.
También se crean y erosionan los vínculos de cariño y autoridad materna, ya que ésta va siendo desplazada por la autoridad de las abuelas.
Así, ellas tiene que desafiar la transferencia de trabajo reproductivo, la carencia de programas binacionales de gestión del cuidado a distancia, la falta de apoyos binacionales para las mujeres que se quedan en las comunidades, los altos costos
humanos de la separación geográfica familiar para la niñez, la incapacidad de los Estados para garantizar los derechos económicos y sociales de las y los hijos, así como las negociaciones, los arreglos y los acomodos familiares.
Se requiere promover en la gestión política programas binacionales para trabajadoras y restablecer los lazos afectivos de la familia para que puedan comunicarse vía telefónica, así como impartir programas y talleres sobre el tema desde las secretarías de Trabajo, Gobernación y Relaciones Exteriores.
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | México, DF.-
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