Pedro Miguel
La ofensiva va. Con los
restos de mando que le quedan, el peñato amenazó a los gobernadores con
demandarlos ante la Secretaría de la Función Pública –que no servirá
para esclarecer las turbias propiedades inmobiliarias de Peña y los
suyos, pero sí para disciplinar funcionarios remisos (http://is.gd/ExNehs)– si no reportan, a su vez, a los maestros que participaron en el paro gremial del 12 de octubre (http://is.gd/Dja6jR).
Por si hiciera falta remachar la advertencia, el propio titular del
Ejecutivo federal dijo a los de la Conago que ninguna resistencia podrá
frenar su llamada reforma educativa (que es, en realidad, una reforma
antilaboral), elevada por alguno de sus escribas a la categoría de
imperativo moral(http://is.gd/iT2bjA ). Vaya, pues: el tamal represivo envuelto unas hojas de supuesto aroma kantiano.
Palos y palabras: el domingo, en Chiapas, la Policía Federal y el
Ejército fueron lanzados contra mentores en resistencia a la evaluación
prescrita en las adulteraciones legales implantadas el 25 de febrero de
2013 (http://is.gd/2aMs61). De Oaxaca, Miguel Ángel Osorio Chong dijo que
no estamos en una acción represivasino
cumpliendo la ley(http://is.gd/ut3f5z). Ojalá que algún asesor le explique el concepto weberiano del monopolio de la violencia legítima para que entienda que represión y legalidad no son necesariamente contrapuestas: hay muchas formas de hacer leyes y de hacerlas cumplir, y las de ellos están siendo aplicadas mediante la represión, que no sólo es el recurso favorito de las dictaduras, sino también de los gobiernos democráticos o presuntamente democráticos desprovistos de oficio político, sensibilidad e imaginación, y/o comprometidos con intereses inconfesables.
Este es justamente el caso. La ofensiva del régimen contra la
enseñanza pública viene de mucho antes de la reforma contra el
magisterio y no se limita a reprimir a la CNTE y a las secciones
disidentes del SNTE. Empieza por la depauperación y el abandono de las
estructuras educativas, sigue con campañas de opinión en contra de las
universidades públicas (esas les salen especialmente bien a los
panistas) y continúa con el acoso presupuestal; el proyecto del año
entrante, por ejemplo, padece de una insuficiencia manifiesta en
educación y salud (http://is.gd/djpu6c), recorta los gastos de la UNAM y de la SEP (http://is.gd/8xnQDC),
pero propone un incremento de 16 mil millones de pesos para el gobierno
peñista. Ya en pleno control de la Presidencia, Televisa, el sector
privado y sus organismos sí gubernamentales (OSG) diseñaron y aplicaron
el complemento a los sistemas de exclusión de alumnos: la exclusión de
maestros, mediante el Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación (INEE), ya convertido en organismo público autónomo, y cuya
presidenta, por si tenían la duda, ganará el año entrante 191 mil 607
pesos mensuales.
El odio del régimen a la enseñanza pública tiene un componente
pragmático y otro ideológico. El primero deriva del afán de convertir
la educación –de preescolar al posgrado– en un inmenso mercado y en
tantas oportunidades de negocio como mexicanos en condiciones de pagar
algo por la educación de sus hijos. El segundo proviene del carácter
oligárquico y clasista del régimen: es imperativo impedir que los pobres
dejen de serlo y para ello es necesario destruir cualquier vestigio del
sistema educativo como mecanismo de movilidad social y reconvertir las
escuelas y universidades en un muro de contención que garantice la
exclusividad de la enseñanza para élites y clases medias.
La ofensiva contra la educación pública conduce a una disputa que se
desarrolla necesariamente en el interior del Estado y de sus
instituciones, desde las agrupaciones gremiales del magisterio hasta las
universidades, pasando, claro, por las normales rurales, las cuales han
padecido desde hace décadas un acoso implacable en todos los terrenos.
Un ejemplo de contraofensiva social es la creación de las Escuelas
Universitarias impulsadas por el Morena en ocho localidades del país. En
ese y en muchos otros frentes la participación de la ciudadanía y de
las colectividades en la defensa del sistema de educación pública
resulta crucial en este momento y empieza por desintoxicarse de la
propaganda oficial y privada que lo dibuja como un conjunto de nidos de
malvivientes, holgazanes y delincuentes o, en el peor de los casos, de
tontos útiles. La película La noche de Iguala es la más
reciente expresión de esa propaganda, enmarcada en un episodio
particular de la guerra: la embestida contra Ayotzinapa.
Twitter: @Navegaciones
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