Bueno, desde luego que en los partidos es en los que el drama se ha llevado al exceso. Ver a panistas y priístas acusándose mutuamente de ser traidores y mentirosos a algunos les puede parecer muy divertido. En el PAN es donde la cosa parece más trágica. De entrada, sus dirigentes admitieron que fueron chamaqueados
y engañados. La arremetida de Nava contra Paredes y Peña Nieto ha sido, de verdad, feroz. De mentirosos y traidores no les ha bajado un pelo. Sólo que en ese partido se han abierto dos frentes: el de Nava contra los priístas y el de Espino contra Nava y Calderón. De éste dijo que pactó con Elba Esther Gordillo a espaldas del PAN y del pacto de Nava con Paredes y Peña Nieto afirmó que lo avergonzaba.
Pero en el PRI las cosas también han ido de antología. Fueron particularmente virulentas las amenazas que los ex presidentes priístas dirigieron a los panistas. También ellos se lanzaron contra Calderón. Gustavo Carvajal dijo que el responsable de todo este enrarecimiento político y sus eventuales resultados es Calderón, no César Nava
. Humberto Roque declaró que, ya que el PAN estaba en guerra con ellos, así les iba a ir y también reiteró que esto es responsabilidad única de Calderón
. María de los Ángeles Moreno se mofó de los panistas diciendo que siempre serán oposición
y, desmemoriada que es, porque ella, desde que era subsecretaria de Salinas en Programación y Presupuesto, contribuyó a elaborar la política económica que los panistas han seguido, declaró que la crisis económica actual es algo nunca visto en 50 años
. Ahora los priístas están de acuerdo con quienes dicen que Calderón se robó la Presidencia en 2006 y es un espurio.
¿Quién destapó la cloaca? Difícilmente pudieron ser los dirigentes panistas. Ellos no sólo fueron chamaqueados
, sino blanqueados a mansalva. Y el juego lo comenzó Gómez Mont, denunciando, a través de su renuncia al PAN, el vergonzoso pacto al que habían llegado panistas y priístas. A mí me resulta muy claro que el secretario de Gobernación y su jefe (el Jefe
) están desde hace mucho en contubernio con Peña Nieto. Fueron Peña Nieto y su servil seguidora, Beatriz Paredes, que así ha salvado la piel, quienes fraguaron toda esta comedia, para hacerle ver a los panistas que no podían tan impunemente andar haciendo aliancitas antinaturales
con la izquierda partidista. Resulta que la declaración de guerra proviene de los panistas aliados desde siempre con Salinas y los priístas, y no de su dirigencia.
Yo todavía no puedo creer que llegaría el momento en el que el PAN, cada vez más derechista y reaccionario, encontraría el madero de su salvación en el mar en el que se hunde en una alianza con los partidos de izquierda. Unos y otros comparten el miedo atroz que les han provocado los sucesos electorales del PRI en 2009 y ambos piensan que, uniéndose, van a contrarrestar la aplanadora priísta. Deben estar soñando lo mismo que los priístas sueñan cuando cacarean la imbatible fuerza que ahora creen poseer. Todos ellos tienen anteojeras que no les permiten ver las cosas como realmente son.
A mí no me cabe duda, por supuesto, de que el PRI va a barrer en todas las elecciones del año próximo; pero no va a ser, desde luego, por su supuesta imbatibilidad, sino porque quienes son sus mandones así lo han decidido ya. Dentro del PRI las cosas también están ardiendo y eso muestra que los priístas son tan ineptos para dirigir su política como los mismos panistas. No ha habido estado en el que no haya habido desgarramientos internos por las decisiones de los caciques estatales al designar a sus candidatos. Beatriz Paredes no ha hecho otra cosa que andar de palera y alcahueta de esos caciques, bendiciendo sus decisiones. El PRI vuelve a ser el eterno semillero de candidatos perdedores para la oposición.
Es en realidad asombrosa la desvergüenza de los priístas cuando ahora todos ellos en coro acusan a los panistas de malgobierno, cuando todos sabemos que ellos han sido, incluso después de Zedillo, quienes han diseñado la política económica del país y, además, han sido los principales promotores de los cambios legislativos con los que los panistas han malgobernando y con los que ellos también, indefectiblemente, nos seguirán malgobernando. La verdadera cúpula del poder es la que ha montado este sainete y la que le ha prestado los foros para convertirlo en una falsa rendición de cuentas entre los partidos derechistas. Los priístas y los panistas deberían saber que los han estado manejando para propósitos turbios y truculentos. Y si no lo saben son unos tontos sin remedio.
¿Qué podrían conseguir los oligarcas, verdaderos dueños del poder en México con esta pestilente maniobra? Para mí está bastante claro: enflaquecer al PAN, para que en la próxima contienda ni aliado con la izquierda pueda ya aspirar a nada y darle mayores ínfulas al PRI, claro, pero pastoreando a la ciudadanía hacia el objetivo de hacerla más intolerante con los partidos, por sucios y estúpidos, y decidirla a dar su voto al único partido que muestra de verdad ser fuerte y, por lo menos, suficientemente pillo y sinvergüenza como para obtener un triunfo inobjetable. Hoy los ciudadanos, en efecto, ya no miran a las bondades de los partidos, sino en darle el triunfo y la fuerza al que les pueda sacar del hoyo en el que ellos mismos los han metido. Que todo esto es paradójico, no cabe duda.
Y, ¿qué pasa con la izquierda? Pues que también da pena. Camacho debe sentir que ya tiene a los panistas en la bolsa y, lo que más sorprende, parece creer en serio que los triunfos están a la vuelta de la esquina. Pude observar cómo se gozaron algunos diputados de izquierda la perorata de ese merolico, sobrado de perico pero escaso de cerebro, que es César Augusto Santiago, cuando le rendía pleitesía a las grandes faldas de Beatriz Paredes.
Me resulta de verdad impactante cómo las riñas envenenadas y ridículas de los partidos a muchos les puedan parecer algo de lo que vale la pena ocuparse cuando a todos nos están tendiendo una celada que luego vamos a lamentar. Y lo más aterrador, sin asomo de exageración, es ver a nuestra ciudadanía totalmente desarmada para poder saber que se la está conduciendo al matadero y todavía lo celebra.
descomposición en aumento
La escalada de asesinatos, enfrentamientos, secuestros y extorsiones que se ha registrado en los meses recientes en Ciudad Juárez, Chihuahua, exhibe el estado de descomposición y barbarie que impera en una urbe convulsionada, desde hace décadas, por el flagelo de la criminalidad, y que hoy se encuentra, sin embargo, en una espiral de violencia que hasta hace pocos años habría resultado inimaginable.
Al asesinato de 16 jóvenes en una fiesta juvenil en el fraccionamiento Villas de Salvárcar –ocurrido el pasado 31 de enero– se suman otros hechos, como el homicidio de una mujer en un partido infantil de beisbol, el pasado martes, o la masacre registrada el viernes en un velorio –donde un comando ultimó a ocho personas–, que ponen de manifiesto que el derramamiento de sangre en esa urbe fronteriza ha rebasado por mucho el ámbito de los enfrentamientos entre grupos delictivos y ha lacerado ya a los entornos más fundamentales de esa sociedad.
Hasta ahora la inmensa mayoría de los homicidios ocurridos en esa convulsionada urbe fronteriza –más de 2 mil 500 en lo que va del sexenio; cerca de medio millar en 2010– no han sido esclarecidos por las autoridades: éstas, en cambio, han pretendido presentar a la mayoría de los muertos como individuos vinculados al crimen organizado, incluso cuando tales señalamientos carecen de fundamento alguno –como ocurrió con las acusaciones formuladas en una primera reacción por el titular del Ejecutivo federal, quien dijo que las víctimas de Villas de Salvárcar eran pandilleros
–, y han sembrado con ello la percepción de que buscan eludir su responsabilidad de llevar a cabo investigaciones serias y cabales de los hechos.
Hoy día, el panorama devastador de violencia en Juárez, la destrucción del tejido social como consecuencia de décadas de abandono por parte de las autoridades estatales, municipales y federales, y el deterioro en la calidad de vida de los habitantes de esa martirizada urbe fronteriza se ven agravados por la falta de capacidad o de voluntad de las autoridades de los distintos niveles de gobierno para entender las dimensiones de la problemática que se vive en esa localidad, y para aceptar la cuota de responsabilidad que ellas mismas tienen en la gestación del ciclo actual de violencia y abusos: en éste no sólo interviene el crimen organizado –como afirma recurrentemente el discurso oficial–, sino también las fuerzas del orden, con el agravante de que las segundas tienen la obligación de proteger a la ciudadanía y salvaguardar el estado de derecho. Son relevantes, al respecto, los testimonios de familiares de personas que han sido levantadas, lo mismo por grupos delictivos que por elementos de las fuerzas regulares.
En la circunstancia actual, una responsabilidad principal e ineludible de los distintos niveles de gobierno es la contención –mediante acciones eficaces, sensibles a las causas originarias de la criminalidad y respetuosas del marco de la ley– del derramamiento de sangre y la espiral de violencia generalizada que sacude a ese conflictivo punto del territorio nacional. Las autoridades federales y estatales han señalado que el combate al crimen organizado en Juárez es una prioridad a escala nacional, e incluso han anunciado en semanas recientes la aplicación de una nueva estrategia de seguridad en esa urbe fronteriza. Pero ninguna decisión política podrá distender el sentir generalizado de zozobra, temor y vacío de poder que recorre esa ciudad en la medida en que no vaya acompañada de resultados, y si éstos no llegan en el corto plazo las autoridades federales, estatales y municipales terminarán por asestar un golpe demoledor a su propia imagen y credibilidad.
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