1/17/2011

Obviamente hay guerra


Ricardo Raphael

Sí hay una guerra en México y, como dice el periodista Charles Bowden, no es contra las drogas, sino por las drogas. No importa si el gobierno —en un cambio de estrategia discursiva— quiere dejar de usar el vocablo “guerra.” Lo cierto es que, como resultado de la feroz batalla que se traen las organizaciones criminales por controlar el mercado mexicano de los narcóticos, en sólo cuatro años han muerto más de 34 mil mexicanos.

De ese gran total, 30 mil tienen como explicación las llamadas ejecuciones que se han propinado entre sí las facciones en disputa. Asesinatos violentos y muchas de las veces teatrales en contra de los integrantes de la banda criminal enemiga o de aquellos miembros que —dentro de la propia organización— resultaron delatores, traidores o incumplieron con las instrucciones recibidas por la jerarquía superior.

El origen de esta guerra por las drogas es más antiguo de lo que a veces suele o quiere recordarse. Surgió a raíz del desmembramiento que experimentara la organización encabezada, entre 1970 y 1989, por Miguel Ángel Félix Gallardo. Se prolongó después por la imposibilidad, entre sus sucesores, para encontrar un arreglo civilizado de sus respectivos intereses.

Durante el último lustro, el número de homicidios violentos se hizo tan amplio acaso porque la Federación del Pacífico —una de las derivaciones organizadas de aquella primera empresa— alcanzó niveles simultáneos de profesionalización y crueldad nunca antes observados en la lucha mexicana por la hegemonía de las drogas.

Del total de muertes ocurridas en lo que va del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, prácticamente el 60% puede atribuirse a los enfrentamientos ocurridos entre la Federación del Pacífico —liderada por Joaquín El Chapo Guzmán Loera— y sus diferentes adversarios. De hecho, en el mismo lapso, sólo 10% de tales asesinatos sucedieron sin la participación, directa o indirecta, de este cártel de las drogas.

Mirando las cifras ofrecidas por las autoridades federales, se hace indudable que la guerra vivida en México por las drogas tiene en un frente a esta Federación, y en el otro a las demás bandas criminales. Otros elementos concurren, luego, para afirmar que la empresa del Pacífico está ganando en tan sanguinaria confrontación.

Aparentemente ella es hoy responsable por el 45% de la producción y tráfico de drogas que ocurren a partir de territorio mexicano. Es decir, que el valor del negocio administrado por tal cártel rondaría los 18 mil millones de dólares anuales (1.75% del PIB mexicano); monto que supera las ganancias de Ricardo Salinas Pliego, quien ostenta la segunda fortuna legal más grande del país, después de Carlos Slim Helú.

Según el periodista José Reveles, los intereses de esta empresa criminal se administrarían actualmente a partir de 3 mil 500 unidades económicas distribuidas en alrededor de 47 países. Huelga decir que en 2006 esta organización delictiva no era tan poderosa. Ha sido durante los últimos años que incrementó y multiplicó tanto su influencia.

Probablemente no pueda decirse lo mismo con respecto a los competidores de la Federación. Ni sus disidentes (los Beltrán Leyva), ni sus adversarios (las familias Carrillo Fuentes y Arellano Félix, el Cártel del Golfo o Los Zetas) se han desarrollado y expandido tan potentemente en los años recientes.

Apenas hace unos días, la empresa consultora estadounidense Stratfor Global Intelligence adelantó que 2011 podría ser el año en que esa federación llegue a controlar la frontera Norte mexicana, desde Tijuana hasta las playas tamaulipecas, y con ello, se convierta en la organización criminal más importante del mundo. Para ello sólo le bastaría consolidar su alianza con el Cártel del Golfo y derrotar definitivamente a la organización delictiva conocida como Los Zetas.

Dispuestos así los argumentos, es muy difícil negar que en México sí hay una guerra y que, 21 años después de haber comenzado, ésta tiene ya como muy seguro vencedor a la Federación del Pacífico.

Tiempo urgente es para que el Estado mexicano se ponga a revisar su diagnóstico y la estrategia que ha seguido a la hora de combatir al crimen organizado. Algo debió haber hecho mal la autoridad si mientras iban perdiendo la vida 34 mil mexicanos, una banda criminal mexicana emergió como la organización criminal más poderosa del mundo.
Analista político

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