Carlos Bonfil
Nadie sabe nada acerca de gatos persas. El título original del quinto largometraje de Bahman Ghodabi, cineasta kurdo-iraní (Las tortugas pueden volar,
2004), alude a la ley integrista que en Irán obliga a que perros y
gatos permanezcan encerrados en las casas. Una suerte de arresto
domiciliario para mascotas, animales considerados impuros. Una escena
de Los gatos persas (2009) muestra el decomiso de un pequeño
perro, sustraído por la policía de un automóvil ante la mirada
impotente de sus propietarios, y su posterior ejecución en off.
Existen otras prohibiciones en el arsenal jurídico fundamentalista.
Una de ellas, tema central de la cinta, se refiere a un tipo de música
(particularmente el rock, negativa influencia occidental) que sólo se
puede escuchar con permiso y censura previa, y también al rígido veto a
que las mujeres canten como solistas. Las infracciones pueden
castigarse inclusive con el encarcelamiento.
Ghodabi, cineasta disidente y autor también de la espléndida Tiempo para caballos ebrios (2000), toma como punto de partida para Los gatos persas,
mezcla de documental y ficción, situaciones reales vividas por el grupo
iraní de música independiente Take It Easy Hospital, que al momento de
filmarse la cinta había optado ya por el exilio voluntario en Londres.
Una trama muy sucinta refiere las peripecias de un grupo parecido en
Teherán, donde existían en 2009 más de 312 bandas de rock clandestinas.
Es evidente el paralelismo que sugiere el director entre el obligado
encierro de animales domésticos y la suerte de músicos jóvenes
independientes –nuevos gatos persas– orillados a ensayar sus conciertos
en sótanos artesanalmente insonorizados, al abrigo de la censura
oficial y rehuyendo a delatores oportunistas.
La descripción de esta Teherán laberíntica y subterránea, refugio de
una rebeldía juvenil que transforma las mazmorras elegidas en
laboratorios de una experimentación musical novedosa, es uno de los
aciertos de la cinta. La anécdota central, un tanto magra y
deshilvanada, narra las vicisitudes de dos músicos recién salidos de la
cárcel que aceptan una invitación para tocar en Londres. Para tal
efecto deben convocar a nuevos miembros, formar un grupo sólido, y
obtener en el mercado negro los permisos de viaje y las visas
necesarias.
Las
tribulaciones de la muy voluntariosa Negar (Negar Shaghaghi) y de su
compañero musical Ashkan (Ashkan Koshanejad) para lograr su propósito
son el pretexto para una viñeta de situaciones bufas y personajes
pintorescos que transforman la posible cinta de denuncia social en una
comedia eficaz con momentos realmente inspirados. Un personaje
formidable es Nader (Hamed Behdad), astuto y verboso traficante de
documentos falsos, quien acude a un venerable patriarca de las
falsificaciones para buscar las soluciones perfectas. El costo de cada
visado falso se calcula en función de la cotización fluctuante del
petróleo, y también varían considerablemente los precios según el país
elegido.
El director elige enderezar la crítica al represivo sistema de
prohibiciones a través de una astuta proliferación de situaciones
absurdas. Como en todo régimen autoritario, las estrategias de la
clandestinidad son numerosas e inventivas. Un circuito paralelo de
pícaros vividores y traficantes ofrecen a la población un breve respiro
frente al pesado aparato burocrático.
La película se filma en la clandestinidad, en apenas 17 días, con
una cámara al hombro que registra ágilmente las peripecias de los
personajes, y un montaje próximo a la estética del videoclip donde se
alternan las acciones bufas e interpretaciones musicales que van desde
una relaboración rapera del folclor local en lengua farsi (Despierta, Dios, soy basura) hasta un heavy metal en inglés en los escenarios bucólicos más insospechados.
Una cámara capta también desde la clandestinidad las inercias,
desvaríos y atropellos de los agentes policiacos en una comisaría, como
para dar razón, en este microcosmos idóneo, del clima de intolerancia y
cerrazón fundamentalista que prevalece en la nación entera. Huelga
señalar que Los gatos persas es a su vez una película
clandestina en su país de origen, premiada en múltiples festivales
internacionales, y que su tardío estreno en nuestro país no le resta un
ápice a su actualidad social y política. Ante una deslucida cartelera
comercial sin sorpresas, bien vale la pena apreciar hoy, entre las
opciones disponibles, esta realización original y arriesgada.
Se exhibe en la sala 9 de la Cineteca Nacional a las 16 y 20 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
No hay comentarios.:
Publicar un comentario