¿Quién pagó la fiestecita? Ese es -sobre todo- el punto que nos atañe a
los ciudadanos. Y si no la pagaron con dinero del erario, ¿quién la
ofreció y a cambio de qué?
La
fiesta de los diputados. Las banalidades de una cierta idea de poder
altisonante y confusa. Ellos que no desean sino “servir a la Patria”,
dicen. Se queman las pestañas en aras del “bienestar común”, dicen.
Militan en un partido que concibió algo tan extravagante como la
Comisión Ordinaria de la Familia y Desarrollo Humano para "defender y
hacer efectivos los derechos humanos de los integrantes de las
familias", iniciativa que no estaría mal, si no supiéramos que sólo
entienden una única manera de concebir a “la familia”. Dos hombres,
dos mujeres que se aman entre sí… no hacen familia, por ejemplo, y
según ellos. Amén. Porque hay una religiosidad que se inventa a un dios
castigador, prejuicioso e implacable. Cuadradito y desamorado.
Un
partido conservador como el PAN y allí están sus diputados en plena
exhibición, tan rústicos y tan primarios. Al fin de cuentas: tan
conservadores. ¿Acaso la doble moral no es un clásico del pensamiento
conservador? ¿Qué hay de más conservador que el señor que se “escapa”
con su club de Tobi, como si fuera un menor de edad y su pareja
libremente elegida fuera una mamá de la que tiene que esconderse para
“vivir la vida loca”. ¿Qué hay de más conservador que la recreación de
ese espacio cerrado entre hombres, en el que las mujeres terminan
siendo sólo un pretexto para retarse y vencerse los unos a los otros?
La empecinada batalla de los falos. La intención no era, claro,
exhibirse ante casi todo México. Allí es donde la fiesta se les fue de
las manos.
¿Quién pagó la fiestecita? Ese es -sobre todo- el
punto que nos atañe a los ciudadanos. Y si no la pagaron con dinero
del erario, ¿quién la ofreció y a cambio de qué? Podríamos decir que lo
demás –si se divierten en intercambios sexuales o colocándose silicios
hasta sangrar para que las once mil vírgenes les perdonen sus
deslices- es “vida privada” y que las cámaras portátiles y minúsculas,
las grabaciones, nos colocan ante una delgadísima línea roja entre lo
público y el derecho a lo privado. Pero en esta ocasión bien concreta,
no se siente una con el menor ánimo de defender el derecho a la
intimidad de estos señores, tan incapaces ellos mismos de vivir su
sexualidad con quien se les de la gana, y como se les dé la gana, pero
pagado de sus bolsillos y en privado.
La idea era exhibirse, de
eso no me queda la menor duda, y ese punto no deja de parecerme
interesantísimo en el análisis de una cierta idea de “virilidad” y de
“poder”, concebidos además, como sinónimos. Exhibirse entre ellos. Ese
es el dato obsceno, el dato duro. ¿No es rarísimo que lo importante sea
exhibirse para mostrar hasta qué punto son sexualmente deseantes y no
sexualmente deseados? Digo, porque si de exhibirse se trata, nos queda
claro que las mujeres contratadas sí estaban en horarios de trabajo.
¿Cuál es el “mérito” entonces? La gran puesta en escena del falócrata,
en la cual las mujeres son sólo un pretexto.Un hombre toca el cuerpo de
una mujer que está con otro, y ellos sellan ese obsceno pacto de
complicidad con cuerpos femeninos interpuestos. ¿Cuánto dura “el
poder” en sus imaginarios? “Dura lo que dura dura”.
La
corrupción y la impunidad como el viagra del que tan alegremente
hablan.Se miran con la camisa abierta, se miran repartiéndose condones,
se miran bailando…se miran deseando en los ojos de los otros. Saliendo
de una recámara. Publicitan su intimidad ante sus “compañeros”. Lo que
una constata es una hilera de señores entregados al autoerotismo,
mientras se observan los unos a los otros…competitivos, admirados,
envidiosos. Se observan con ojos de cinta métrica.
Los “tamaños” imaginarios
¿Quién
es el más impertinente, el más "tremebundo", el más "cachondo"? ¿Quién
es el más "poderoso"? La fantasía del intercambio de cuerpos femeninos,
como sello de poder.
Siempre he sospechado que ese clásico del
que leemos hasta la náusea: “El tamaño sí importa”, no es un asunto que
a la mayoría de las mujeres heterosexuales nos deje sin sueño. El que
las diferencias anatómicas existan en la realidad, no tendría porque
dejar sin sueño a nadie. A menos que “el tamaño” se convierta en una
metáfora para aquellos que están dispuestos a sacarse el mole
en aras de virilidades de mingitorios. Las mujeres, como todas/os
sabemos, no visitamos los mingitorios. No son problema nuestro las
rivalidades que allí se generan. La kermesse de los diputados era pues
una fiestecita de “cómplices” en masculino, que beben, comparten, ríen.
Mientras en el fondo de sus corazoncitos compiten y se muestran los
dientes. Una puesta en escena para mostrar sus “tamaños”, en una
“tribuna” alternativa. ¡La Patria está en las mejores manos!
Entre gitanos se leyeron las manos
Pero
resulta, que uno de ellos (o más de uno) traicionó el pacto de
silencio. Uno fue más “listo”, más “desgraciado”, más “hojaldre”. Uno
de ellos “se los chingó”, y me permito utilizar esta expresión
particularmente misógina y bastante homofóbica, para inscribirla acá en
la lógica de los machos (que es muy específica y de ninguna manera es
la lógica “de los hombres”) de esta fiestecita bien concreta. La
utilizo con ese significado de “femineizar al otro”, que concibe la
femineidad como “lo chingable”. Justicia ilegal, es cierto, pero
justicia poética. Entre gitanos se leyeron las manos.
¿Quién los
mandó a grabar? ¿Para qué? ¿Quién les tendió esa trampa? ¿Qué persigue
en ese juego de bajos intereses? Es de risa loca escuchar sus
“explicaciones”. Mirar como el pacto de silencio de aquellos que se
sentían encarnando la fantasía del macho Alpha se desbarranca, y allí
andan de chivatos: el que sólo le retiraba la “pelusa” a la amiga de
don fulanito, el que se salió corriendo porque estaba “incómodo”, el
que sólo bailaba, y todos sabemos que hasta en los bautizos, primeras
comuniones y extremaunciones se baila.
¿Quién fue el “traidor” a
la cofradía? Es muy probable que la grabación la haya hecho una mujer:
en un momento la cámara toma a los bailarines desde el mismo lugar
desde el que salen las voces femeninas que animan a la compañera de
baile del diputado. Una mujer siempre tiene pretexto para andar
paseando objetos extraídos de su bolsa. Que si el espejito, que si el
lápiz labial, que si el montón de colguijes. De todas maneras, si fue
una mujer, no es sino la operadora de la maniobra. ¿Quién se colocó
como “el más chingón” en el juego de alcantarillas de entre “los más
chingones”? La investigación está en manos de los “expertos”. Y no es
un asunto menor. ¿Cuáles son las vendimias en juego?
LOS MEMES.
Por
supuesto que es genial que las redes sociales existan, y que a través
de ellas circulen las denuncias. ¡Que la indignación se nombre! La kermesse
de los diputados panistas desató cantidad de memes que se han
convertido en virales. Pero muchos de ellos son muy misóginos, muy
ofensivos para casi todas. Creo que a las mujeres contratadas podríamos
dejarlas en paz. Ellas sí estaban en horario laborable, y cumplieron
con su trabajo. En todo caso, lo que importa ante lo que parecería
trabajo sexual es: ¿en qué condiciones se realiza? Y digo “parecería
trabajo sexual”, porque en el caso de la trata, ya no es trabajo
sexual, sino secuestro y prostitución forzada.
“Las
putas”, “Las teiboleras”, dicho en un tono de un desprecio
inimaginable. El trabajo sexual se realiza en una situación de enorme
vulnerabilidad: el padrote, la madrota, la policía corrupta, la
dificultad para el acceso a la salud. El desprecio (tan frecuente) del
mismísimo cliente hacia la mujer que contrata. ¿El desprecio es una
condición para el placer? Pues qué retorcida manera de encanallar el
deseo.
Ese estigma social que las persigue, tan cruel y tan
hipócrita y que legitima toda forma de maltrato. Ese machismo dispuesto
a rentar el cuerpo de un ser humano al que no respeta.
El
escándalo del festejo de los diputados, por momentos se desliza hacia
el desprecio a las mujeres contratadas. ¿Por qué? Ellas no son ni las
deshonestas, ni las corruptas, ni las mentirosas, ni las recontra
hipócritas. No son ellas quienes tienen que ser exhibidas, porque
ellas no están en cuestión. ¿O sí? Y si fuera el caso, ¿por qué están
en cuestión?
Quizá era necesario velar sus rostros en el video,
no especificar los lugares donde trabajan, cuidarlas, pues. Por sus
familias y por ellas.
Los diputados fueron exhibidos mientras se
exhibían. El problema de la delgada línea roja entre lo “privado” que
se hace público, (al menos para mí) tiene que ver en este
caso-también- con sus familias. No puedo dejar de imaginar el dolor de
una mujer que respeta a su marido, confrontada a la vulgaridad de esas
escenas de señores pasándose condones. “¿Cuánto dura el amor…? Hasta
que una de “las partes” lo envilece, probablemente. Qué horrible para
los hijos, la caída del padre ante una escena semejante. Ese es el
ruido que me hace el video…ese. El sufrimiento que provoca en terceros.
Y
sin embargo…el video existe. Circula. Es todo un “material” de análisis
de las relaciones de poder, de la rivalidad machista, de la corrupción,
de la fantasía de impunidad, de los dineros aventados por las ventanas
en un país con millones de personas en pobreza extrema. De la manera
en la que “pactan” y en la que se venden entre ellos.
¿Cuánto dura el poder en manos de políticos abusivos?
¿Cuánto dura?
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