Antonio Malacara
El
saxofonista y educador michoacano Juan Alzate y el pianista, escritor y
educador californiano Mark Levine (quien ha tocado con Dizzy Gillespie,
Woody Shaw, Freddie Hubbard, Joe Henderson y muchos otros etcéteras),
grabaron un segundo disco a dúo. Esto, en vivo en el Conservatorio de
las Rosas en Morelia, durante la visita que hizo Mark a México en 2010,
invitado por la bella y talentosa Sibila de Villa.
Dada la espontaneidad del concierto y la premura de tiempo, los dos músicos decidieron remitirse a ocho standards y
el resultado es sorprendente, sobre todo, porque nunca habíamos visto
al maestro Alzate navegando por estas aguas. Pero como a todo buen
artista (que valga el pleonasmo), le sobran sensibilidad y recursos.
El disco se titula En el conservatorio y saldrá al mercado
antes de terminar el año. En el cuadernillo se puede leer: Todos
tenemos tres grandes compuertas (aunque no todos las usemos) y es a
través de ellas que nos explicamos y nos sentimos en el alegato nuestro
de cada día. A saber, éstas se encuentran instaladas en la
intelectualidad del cerebro, en el sentimentalismo del corazón y en la
visceralidad del triperío. Creo.
En cualquiera de sus aromas y presentaciones, la música resulta una
vía inmejorable para explorar y contemplar estas dinámicas; aunque ya
instalados en el jazz, nos damos cuenta de que es aquí donde las
compuertas se agrupan y se cruzan y dialogan entre sí, armando un
ritual muy cercano a la magia, o al milagro ese casi cotidiano de la
improvisación jazzística.
¿Por qué todo este rollo? Porque medio instante después de entrar al
nuevo disco de Juan Alzate y Mark Levine… me descubro congelado en
medio de una sonrisa, con las cejas levantadas y la vista fija y
concentrada en las líneas de All the things you are. Y ahí
están mi papá y Ella Fitzgerald, brindando en medio de la sala; él en
el trono y ella en la consola. Todo brota y germina desde el corazón.
Instantes
más, instantes menos, Juan y Mark empiezan a improvisar. Setentaicinco
años después de su nacimiento, escuchamos al sax y al piano que retoman
esta vieja y poderosa y dulce melodía para argumentar alrededor de
ella; las líneas y las armonías se rediseñan en medio de un swing
interminable, perpetuo, que en un solo instante coincide, coexiste con
trazos y lances netamente contemporáneos. Es el aliento, es el toque
del intelecto que fluye a través del dúo.
Con dos músicos de este nivel, resultaría ocioso puntualizar las
dotes técnicas o de afinación, la seguridad o el control instrumental.
Pero sí habrá que decir que Juan traza y delinea cada uno de sus
registros en medio del rigor y el divertimento, que Mark se despliega
como un atlas en el teclado, en un ejercicio de sensibilidad tan lúdico
como implacable… que la pasión se vuelca, que la vehemencia estalla.
Que la visceralidad gira en espiral hasta retornar, amablemente, al
tema central.
Y así, este disco (todavía físico, para gloria del Sol) gira y
circula de principio a fin, entreverando compuertas del más allá y del
más acá, con el único compromiso de su propia existencia.
Hace 10 años, Juan Alzate y Mark Levine grabaron un primer álbum a
dúo, en vivo también, donde sobresalían nombres como Ornette Coleman,
John Coltrane, Thelonious Monk. Hoy, a mí y a mi subconsciente no deja
de sorprendernos que los standards surjan de la obra de
Jerome Kern, Duke Ellington, Antonio Carlos Jobim, Joseph Kosma o Harry
Warren, todos los cuates que hace años llegaban a la casa y se
encerraban con mi papá para celebrar la vida, en un vaivén que sólo era
interrumpido para cambiar el disco o darle la vuelta. Salud.
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