El Salón Rojo
Chappie (Dir.Neill Blomkamp)
La ópera prima del sudafricano Neill Blomkamp, District 9 (2009),
subvertía las claves del cine “de extraterrestres” para hacer un
comentario sobre la mezquindad humana ante aquello que le resulta
diferente. En aquella cinta, Blomkamp hacía uso de la ciencia ficción
para trazar una metáfora, ingeniosa y bien armada, sobre temas como el
racismo y el apartheid. Ello, aunado a los sobresalientes efectos especiales, hicieron de District 9 una película con cierto nivel de culto convirtiendo a su director una promesa a seguir.
Luego del estrepitoso fracaso de su segunda cinta, Elysium (2013), Blomkamp regresa con Chappie,
ambientada de nueva cuenta en Johannesburgo y en la que retoma muchos
de los elementos de su ópera prima excepto el más interesante: el uso
de la ciencia ficción como una vía para decir algo sobre la condición
humana.
A medio camino entre Short Circuit (Badham, 1986), Robocop (Verhoeven, 1987) y una pizca del A.I. de Spielberg (2001), Chappie se mueve más por los terrenos del humor involuntario y el camp
que por la ciencia ficción. En el Johannesburgo de esta cinta, la
delincuencia y el crimen sin control han requerido del uso de novedosos
robots policías. Eficaces y obedientes, estas máquinas se convierten en
la primera línea de golpeo para la policía local; pero su inventor,
Deon Wilson (Dev Patel), quiere llevar sus robots al siguiente nivel:
dotarlos de una inteligencia artificial que les permita no sólo
aprender sino además tomar decisiones por su cuenta.
Justo cuando Deon ha encontrado el código de la inteligencia artificial, es secuestrado por una banda de criminales gangsta, que no son sino los integrantes del grupo de rap-rave Die Antwoord
(Yolandi Visser y Ninja), interpretándose a sí mismos. Son ellos
quienes bautizan al nuevo robot de Deon como Chappie, mismo que se
comporta como un niño recién nacido en plena etapa de aprendizaje. Así,
en una retorcida versión de las leyes robóticas de Asimov, el púber
robot se dirimirá entre las lecciones sobre cómo matar (“mandar a
dormir”) a sus enemigos y las enseñanzas de su padre-creador quién
intenta dotarle de un código ético.
El guión de la cinta, escrito por el mismo Blomkamp y su esposa,
hace imposible tomarse en serio un sólo minuto del filme. Plagado de
saltos de fe (la construcción súbita de la I.A., el diseño de los
robots, el manejo arbitrario de los espacios), la película por momentos
parece más un videoclip extendido cuyo único objetivo es servir como
vehículo de lucimiento para los integrantes de Die Antwoord, mismos que en su sobreactuación dictan ritmo y estética de todo el show.
A diferencia de su ópera prima, Blomkamp no pareciera tener nada que
anotar en esta cinta, más allá de su despliegue técnico en la creación
del robot (usando las técnicas ya aprendidas en District 9) y
apenas atisbando ciertas aristas interesantes pero sin profundidad: la
inocencia corrompida, las grandes corporaciones retratadas como
oficinas burocráticas, la vida después de la muerte.
Sin elegancia o sutileza alguna, Blomkamp resuelve todo mediante peleas y explosiones en el sinsentido más clásico de un Transformers con un final tan ridículo que bien podría rebautizar al filme como “Daftpunk: origins” y con un robot -Chappie mismo- que por momentos se comportara como el hermano metálico del ya de por sí insoportable Jar-Jar Binks.
Luego de ver Chappie la pregunta obligada es: ¿acaso Blomkamp es el adecuado para dirigir la nueva película de la saga Alien? No me lo parece, sólo el tiempo lo dirá. Que Ripley nos agarre confesados.
Chappie (Dir. Neill Blomkamp)
2 de 5 estrellas.
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