Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1
La terca realidad nos muestra a un país a punto de zozobrar, como
una nave sin capitán en medio de una terrible tormenta y sin tierra a
la vista. Así parece porque no hay condiciones objetivas que nos
permitan tener confianza en el futuro, pues el régimen sigue atascado
en el lodazal de corrupción que no permite dar un paso en la dirección
que reclama la sociedad. Por eso suenan a una burla las palabras de
Enrique Peña Nieto, exhortando a la población a trabajar en unidad,
“con pensamiento optimista, positivo, para modelar el México que
queremos”.
¿Qué posibilidad mínima hay
en este momento para hacer lo que pide el inquilino de Los Pinos? Para
donde quiera que uno voltea se mira el pus que brota de la corrupción;
la desesperanza de las clases mayoritarias es el común denominador,
debido a la ausencia de un Estado de derecho que permita un mínimo
margen, ya no de optimismo, porque eso es impensable, sino de confianza
en que las cosas pueden cambiar a mediano plazo. Esto es imposible
porque el régimen sufre un cáncer incurable, tanto más pernicioso
cuanto más se desentiende el gobierno de la realidad.
Peña Nieto sigue hablando
como si viviera en otro país, hecho que molesta al ciudadano común
atento a lo que ocurre en su entorno. Al clausurar la 79 Convención
Nacional Ganadera, afirmó: “Decidimos que ya era tiempo de dar un nuevo
rostro al campo mexicano, un rostro de modernidad y progreso, un rostro
de inclusión y justicia”. Exactamente todo lo contrario de la realidad
que se vive en las zonas rurales del país, donde el abandono y la
pobreza es lo que más sobresale. Tal situación se ha venido prohijando
desde hace tres décadas, por la estrategia de acelerar la urbanización
de áreas ejidales proclives a ser aprovechadas con una finalidad
puramente mercantil.
¿Cómo puede hablar de
modernidad en un momento en que es del dominio público la esclavitud de
que son víctimas miles de jornaleros en explotaciones privadas
dedicadas a la producción de hortalizas de exportación como sucede en
el Valle de San Quintín? Decididamente, lo único que cabe pensar es que
Peña Nieto no tiene una idea elemental del país que le tocó “gobernar”.
En tan solo dos años y meses se le está saliendo de control el nivel de
gobernabilidad requerido para evitar un colapso generalizado, lo que de
suceder sólo podría dar margen a un régimen policiaco. ¿Será eso lo que
están buscando los poderes fácticos?
No se acaba de salir de un
escándalo de corrupción o de violencia extrema cuando ya está otro en
los medios. ¿Qué optimismo puede caber ante una situación tan
dramática? Por ejemplo, el caso de los ahorradores de la sociedad
financiera popular, Ficrea, permanece en el limbo jurídico, como acaban
de denunciar los representantes de los miles de ahorradores que fueron
esquilmados por Enrique Olvera Amezcua, el principal responsable del
fraude, quien continúa prófugo. En conferencia de prensa acusaron a las
autoridades correspondientes de tener una actuación “omisa y
dilatoria”, para favorecer al personaje citado. ¿Este es el México que
queremos?
Decididamente no, porque no
tendríamos una mínima posibilidad de progresar con tanta podredumbre.
Un país se gobierna con base en instituciones que garantizan el
ejercicio de las leyes y la firmeza del Estado de derecho, y aquí los
hechos nos demuestran que las instituciones son utilizadas por una
camarilla que usa el poder con una finalidad depredadora, sin que le
importe un carajo el futuro de la sociedad. Al menos eso es lo que nos
dejan ver los hechos. ¿Cómo es posible que el secretario de
Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, afirme, con
respecto al escándalo de la empresa española OHL: “Yo no tengo
conocimiento de ningún caso de corrupción, creo que son cuestiones que
tienen que ser determinadas por las autoridades judiciales, si es que
las hay”?
Mientras que Germán Larrea,
el multimillonario que aquí es protegido por el sistema, en Perú y
España es requerido por diversas autoridades por los costosos daños al
medio ambiente producto de su labor depredadora; aquí en cambio se le
premia con más concesiones, como es del dominio público. ¿Qué
“pensamiento positivo, optimista”, puede haber en una masa hambrienta
que espera con preocupación el día siguiente?
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