Luis Hernández Navarro
La Jornada
La campaña de lodo
contra el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) es
como una novela policiaca al revés. En las obras clásicas del género un
detective se encuentra con un crimen y debe investigar la identidad de
quien lo cometió. Primero hay un homicidio y luego se busca al criminal
que lo perpetró. Sin embargo, en la guerra sucia contra el GIEI
la historia camina en sentido inverso. En la novela negra al revés
sobre los expertos independientes primero encontraron a los criminales y
luego les buscaron un crimen que achacarles.
El guión está claro. Desde hace semanas, los organizadores de la
campaña contra los expertos independientes que proporcionan asistencia
técnica para la búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa
desaparecidos se han dedicado a inventarles todo tipo de delitos. Han
echado mano de la
máquina de fangopara sembrar en la opinión pública todo tipo de falsedades y medias verdades sobre ellos y su trabajo.
Las acusaciones en su contra caen cada día en cascada. Lo mismo se
cuestiona su profesionalismo que sus salarios. Se les señala como
cómplices de guerrilleros o como viajeros frecuentes que casi no pasan
tiempo en México. Se les presenta como activistas políticos que buscan
desacreditar al gobierno federal. No hace falta presentar pruebas. O, si
se requiere, se inventan.
¿Por qué esa cruzada contra el GIEI? La ofensiva arrancó el 6
septiembre de 2015. En esa fecha, los expertos presentaron un informe de
trabajo de seis meses, que mostró la mentira de la
verdad históricadel gobierno y evidenció la imposibilidad de que los cuerpos de los 43 alumnos de Ayotzinapa hubieran sido incinerados en el basurero de Cocula. Señalaron también nuevas rutas de investigación que las autoridades deberían seguir para esclarecer los hechos.
Antes del informe del GIEI, apenas y se difundían opiniones negativas
sobre el organismo o acerca de sus integrantes en los medios de
comunicación. Casi nadie cuestionaba su pasado laboral o su experiencia
profesional. Las primeras críticas comenzaron a escucharse en los
últimos días de agosto. Pero a partir de septiembre se convirtieron en
un verdadero alud de fango. ¿Así o más claro?
El epicentro de ese ataque provino del núcleo más duro del Estado. La
campaña recurrió al más vulgar patrioterismo para tratar de
descalificar a los expertos extranjeros por no ser mexicanos. También
acudió a José Antonio Ortega Sánchez, personaje de los sótanos de la
política mexicana, integrante de la cofradía de ultraderecha El Yunque, y
presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la
Justicia Penal AC.
Una de las demandas del GIEI que más inflamaron a los sectores más
duros del Estado fue la de entrevistar a militares del 27 batallón de
infantería, en su calidad de testigos directos de los hechos ocurridos
el 26 y 27 de septiembre en Iguala. No pretendían interrogarlos
judicialmente, pero sí hablar con ellos. Cuando el Estado propuso que la
PGR los inquiriera, los expertos aceptaron con dos condiciones: estar
presentes y poder repreguntar o ampliar preguntas. A raíz de esa
petición las agresiones y calumnias contra los expertos se
intensificaron.
Curiosamente, José Antonio Ortega Sánchez, heredero de la
lucha cristera y uno de los articuladores públicos de la cruzada
anti-GIEI, se ha dedicado a participar en actos de desagravio y homenaje
al Ejército. El 11 de marzo de 2015 estuvo presente en el cuartel
militar Francisco Villa, de la décima Zona Militar, para la realización
de un homenaje a las fuerzas armadas de México. El 28 de julio de 2015
participó en el homenaje que Index, sección Nuevo León, organizó al
Ejército en instalaciones de la séptima Zona Militar. El 21 de
septiembre de ese mismo año, en la 25 Zona Militar en Puebla, el mismo
Ortega Sánchez hizo un reconocimiento a los actos heroicos de los
militares por construir la paz en México. Días después, el 30 de
octubre, presenció una reunión entre el entonces alcalde electo de
Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco, y el general de brigada diplomado de
Estado Mayor Fausto Bautista Ramos, encargado de la 24 Zona Militar. La
lista sigue.
El GIEI vive un momento crucial. El 30 de abril se cierra su segunda
etapa de trabajo, y todo hace suponer que, a pesar de la exigencia de
los padres de familia de los desaparecidos que desean que los
especialistas permanezcan en el trabajo, el gobierno ha decidido no
renovar su contrato.
Con el reloj caminando a gran velocidad, durante las próximas seis semanas se desarrollará una sorda batalla. Aunque la
verdad históricanaufragó, el gobierno trata de ponerla a flote de cualquier manera. Hasta ahora, los expertos han logrado impedir la maniobra, al tiempo que buscan que se esclarezca realmente lo sucedido.
Pero, más allá del desenlace formal que tenga este episodio por el
relato, sigue en disputa el camino que seguirá la investigación. Tal y
como fue armado el expediente del caso, la pesquisa gubernamental busca
presentar la noche de Iguala como una acción local perpetrada por el
crimen organizado. Sin embargo, hay elementos muy sólidos que permiten
establecer jurídicamente que se trató de un crimen de Estado.
El aferramiento gubernamental a su narrativa y la guerra de lodo
contra el GIEI le traerá un costo político mayor que el pagado hasta
ahora. En el terreno internacional, su prisa por cerrar el caso a como
dé lugar, impidiendo que la verdad aflore, no hará sino aumentar las
dudas sobre su responsabilidad en el crimen. Si se niega a esclarecer lo
sucedido, Ayotzinapa perseguirá a los funcionarios de esta
administración muchos años después de que hayan salido de sus cargos.
Twitter: @lhan55
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