Javier Aranda Luna
Octavio Paz fue acusado de antimexicano por una horda de nacionalistas torcidos por la publicación de El laberinto de la soledad hace 70 años.
A partir de la publicación del libro, el poeta se convirtió en un
centro de atracción y repulsión del mundo intelectual y político de
nuestro país.
Si al principio lo acusaron de antimexicano, después lo llegaron a
acusar de ser agente de la CIA. Por eso quemaron su efigie con su nombre
frente a la embajada de Estados Unidos.
El laberinto de la soledad fue publicado por primera vez en 1950 en una edición especial de la revista Cuadernos Americanos.
Uno de sus primeros lectores fue Alfonso Reyes, a quien le gustó el ensayo, según refiere en una carta,
por su nobleza y claridad.
Reyes en ese tiempo traducía La Ilíada; Jean Paul Sartre visitaba México de incógnito; se estrenaba la película Los olvidados, de
Luis Buñuel; se construía Cuidad Universitaria y Celia Cruz debutaba
con la Sonora Matancera. México era un país efervescente.
Paz era tercer secretario de la embajada de México en París, un
trabajo burocrático que le permitió en su escaso tiempo libre escribir
un librito–como escribió más tarde–, que más que tratado sociológico o sicológico era una confesión… o mejor, una declaración de amor.
Muchos años después, hablando del libro, el poeta me decía que el
libro en cuestión ya no sabía si fue una tentativa por definir a México o
una exploración hacia sí mismo, una exploración interior:
Tal vez fue las dos cosas. Fue una forma de pensar dentro y fuera de mí, de mirarme en mi país y a mi país en lo que yo era y quería entender.
Su lectura del pasado presente en México es una de las más ambiciosas
que se han hecho y un punto de encuentro y desencuentro sobre su visión
de la historia y sobre su interpretación de la cultura en algunas
zonas.
Como sea, los intelectuales de izquierda han sido sus mejores
lectores. Luis Cardoza vio en él a un clásico de la modernidad. Un
ensayo luminoso lleno de poesía, y Carlos Monsiváis, un instrumento
analítico insuperable por el uso de una prosa como forma de razonar
complejos procesos sociales. Para Monsiváis, uno podía estar de acuerdo o
no con algunas de sus conclusiones, pero en lo fundamental, que era el
uso del lenguaje como forma de razonamiento, sólo se podía estar de
acuerdo.
Veinte años después de la primera edición de El laberinto de la soledad, Paz publicó Posdata.
La continuación, digamos, de sus reflexiones sobre nuestro país. Allí
se encuentra su ensayo sobre la matanza de Tlatelolco y su célebre
crítica de la pirámide. Crítica de ese arquetipo que nos propuso para comprender los usos y costumbres del poder político en nuestro país.
Hoy El laberinto de la soledad es uno de los libros más vendidos del Fondo de Cultura Económica. También se convirtió por derecho propio en libro de texto.
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