La Jornada:
izquierda(como el conjunto de leperadas del EZLN) o de la
derecha(las voces que llaman a dar un golpe de Estado o las caravanas exigiendo la renuncia inmediata del Presidente), sino de aquellas que surgen desde los sectores ilustrados de la sociedad. Desde el periodismo, las empresas, las universidades, los científicos, los ambientalistas y los expertos académicos.
Una evaluación correcta debe abordar la totalidad de la acción prometida y comprometida, no aspectos minúsculos, secundarios, ilegibles, fragmentarios o intrascendentes. Lo que se debe ponderar es si en lo que lleva de ejercicio este gobierno está cumpliendo lo que prometió. La pregunta estelar es, sin duda, si este gobierno deconstruye o no los pilares del neoliberalismo. Seis criterios relevantes son los siguientes. Primero, que se trata de un gobierno que debe gobernar para 125.8 millones de mexicanos, no para una minoría, sea la que sea. Que lleva como preocupación central a la mitad de los ciudadanos que viven en condiciones de pobreza y marginación, a los 4 millones que habitan en pisos de tierra, a los 8 millones sin drenaje, a los 9 millones que no disponen de agua potable, y a los 25 millones que viven en inseguridad alimentaria. Que se ha planteado recuperar la soberanía nacional (en energía, alimentos, ciencia, tecnología y educación) y que busca recuperar la autonomía del Estado, capturado y manipulado durante los gobiernos neoliberales por los intereses del capital nacional y trasnacional. Los dos últimos criterios a evaluar son el combate frontal a la corrupción y hacer más eficiente la función pública. Estos seis objetivos, que nadie puede objetar desde la sensatez, se han venido cumpliendo de manera rigurosa. Estas seis metas fueron las que llevaron a 30 millones de ciudadanos a dar su voto por un proyecto de nación encabezado por un luchador social que ya le había dado dos vueltas al país, municipio por municipio.
El gobierno de la 4T avanza a pesar del coro de voces crispantes que surgen desde todos los ámbitos, pero que no alcanzan una crítica contundente y completa, y sobre todo creíble. Los datos que están a la mano, por el contrario, dan fe del cumplimiento de las acciones prometidas en temas como la corrupción, la austeridad, el rescate de las soberanías, la seguridad, el fortalecimiento del Estado y especialmente en la justicia social. La 4T está canalizando el mayor flujo de apoyos a los sectores abandonados. Hoy el gobierno ofrece al menos un apoyo a 25 millones de hogares, 70 por ciento de la población, desde los muy pobres hasta la clase media. A ellos están dirigidas las pensiones de 8 millones de adultos mayores, los beneficios a los niños pobres con discapacidad; los 11 millones de becas en todos los niveles de escolaridad a estudiantes de familias de escasos recursos; los casi 3 millones de campesinos que reciben recursos para sembrar y cultivar, lo mismo que 180 mil pescadores. También se incluye el millón de jóvenes que trabajan de aprendices en oficinas, universidades, talleres y fábricas, y reciben un salario mínimo; también se entregan 4 millones de créditos a personas y empresas familiares y apoyo para reparar miles de escuelas. Se están creando 2 millones de empleos en la industria de la construcción, edificando viviendas, caminos de concreto con uso intensivo de mano de obra, unidades deportivas, mercados y 100 universidades. El último gesto social son los 3 millones de préstamos de 25 mil pesos a los micronegocios ante la crisis sanitaria y laboral del Covid-19. Como contraparte, este gobierno de la 4T ha sacudido como nunca múltiples esferas de la realidad nacional y ha afectado intereses y privilegios nefastos. La lista es larga: intereses empresariales, financieros, sindicales, intelectuales, científicos, burocráticos, profesionales, agrarios, etcétera.
Mientras los críticos comen, tienen seguramente un puesto de trabajo, vivienda digna, un recurso seguro de salud, automóvil para transportarse, en un país donde la mitad de su población vive en la miseria o sobrevive apenas, carece de un sitio propio para vivir, no tiene salud de calidad. Un país de infiernos sociales y ambientales, violento e injusto, donde vivir no sólo es peligroso, sino casi un milagro. Tomar conciencia de que estamos en un país con estas dramáticas realidades, obliga a repensar nuestras críticas, opiniones y puntos de vista.
* Secretario de Semarnat
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