José Steinsleger
El futuro pinta conjetural, y en el presente manda San Agustín:
Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé; pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, no lo sé. A propósito: ¿ya terminó la cuarentena que fue setentena? ¿Qué día es hoy? ¿Seguimos en mayo?
Tres meses atrás, cuando éramos
normales(¡ejém!), nada de eso nos inquietaba. Pero el Covid-19 nos convirtió en anormales, y temo que la
nueva normalidaddesencadene epidemias síquicas, como la del
baile de San Vito(Aquisgrán, Alemania, 1374), o la rarísima de Tanganika, que fue un brote de risa y llanto en masa, ocurrida en la costa occidental del lago Victoria (Tanzania, 1962)…
–¡Despierta, güero, despierta!
Sacudiéndome con suavidad, el brazo de Moctezuma me sacó de la pesadilla.
–¿Qué pasa, qué pasa, mi rey?
–¡Se están acercando, güero! Oye lo que dice el editorial del Financial Times:
La terrible catástrofe humanitaria de Venezuela es una clara advertencia de lo que otros cuatro años y medio de Moctezuma podrían hacerle a Tenochtitlan.
–A ver, mi rey... ¿Ya leíste el ensayo que te recomendé anoche La condición humana en la obra de Ruy Pérez Tamayo, del educador Zenón Cuero Cera?
–Completito, güero. Totalmente de acuerdo con el final:
Desarrollar ciencia propia tiene como razón forjar independencia y autonomía para nuestros países.
– ¿Tons qué? Bajo tu mando, Tenochtitlan ha prosperado:
hospitales para veteranos de guerra y los pobres; un eficaz sistema
preventivo de las epidemias, con cuarentenas y aislamiento para los
enfermos; baños y temazcales, lavados diarios, uso de jabón y perfumes,
con o sin epidemias. ¡Y el grandioso acueducto! Por esto te atacan.
–¡Lo sé! ¿Pero qué hago? ¿Extiendo la cuarentena, la suspendo, o dejo
que los melones se acomoden mientras conduzco el carro? Los muy
canallas recurren al miedo, dicen que Tenochtitlan necesita
un plan de emergencia que abarque a toda la nación. ¿Cómo ves?
–Creo, mi rey, que los horribles se mueven en una suerte de nado
sincronizado. Tus propios sacerdotes lo anticiparon en marzo, cuando el
rey de Lombardía solicitó médicos a Cuba, China y Venezuela. Luego el
rey de Anglosajonia ordenó el ataque a la embajada de Cuba, seguido del
despojo bancario a Venezuela y la fallida invasión mercenaria al reino
de Caracas…
(El rey me interrumpe alzando una mano, mientras un chamán le acerca
un pergamino encintado, junto con un libro y varios artículos de
filósofos europeos:
vienen de la península, señor.)
Moctezuma leyó:
Que la pandemia no sea un pretexto contra el autoritarismo. A ambos lados del Atlántico resurgen estatismo, intervencionismo y populismo. Rechazamos el falso dilema de que estas circunstancias obligan a elegir entre el autoritarismo y la inseguridad.
–¿Qué es esto? –estalló el monarca.
–Lo de siempre. Se trata de un grupo fifí de escribas de la
corona española, junto con genocidas corporativos. Lo dirige el marqués
José María Pedro Vargas Llosa i marqués de Vargas Llosa.
–¿Y quién chingaos es el tal marqués?
–Un súbdito de Castilla, mi rey. No hay pedo. En Anglosajonia, el
movimiento Me Too lo demandó penalmente por haberse casado con su
sobrina, tras divorciarse de su tía, materna o paterna, no recuerdo
bien.
–A poco… ¡No me vengas con chismes! ¿Y este libro, Teoría de la revolución mundial inmediata? ¡Qué título tan optimista!
–¡Ah! Lo publicó la editorial vasca Hiru, y fue escrito por Marcel
Mârien, quien según mis cálculos nacerá en 1920, y será miembro del
movimiento surrealista belga. Es el libro de cabecera entre los que
sienten que la erudición es prueba de buenos argumentos, y basta con
escribir bonito para dar cuenta de realidades más mutantes que el
coronavirus.
–¿Son peligrosos como los fifís?
–¡Qué va! Cuanto mucho son como tú has dicho: optimistas. Pero al confundir cuarentena con
estado de excepcióno
régimen de vigilancia biopolítica, coinciden con los fifís que reclaman el
derecho humano(sic), a salir a la calle y contagiarse.
–O sea que son iguales…
–No, mi rey. A los fifís les tiene sin cuidado llegar a una idea nueva. Y los de la
revolución mundial inmediatase conforman con demostrar la propia opinión, o discutir opiniones opuestas. Pura retórica escolástica.
–¿En qué momento estamos, güero?
–Bueno, estamos en el
ojo del huracán. Recuerda el error que cometen los residentes en las zonas donde los huracanes no son muy frecuentes. Piensan que el huracán amainó, y cuando el ojo les pasa por encima salen a inspeccionar los daños. Poco después, los violentos vientos del lado opuesto a la pared del ojo, los toman completamente desprevenidos.
–Cierto, güero. Mi gente anda dispersa, y creo que es hora de organizarla. De lo contrario, ni en Palenque me sentiré seguro.
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