Mientras en medio de la
emergencia sanitaria del Covid-19 millones de personas en el orbe,
presas de la desinformación y la manipulación e inoculadas por el miedo,
viven en un traumático confinamiento cuasi total –sometidas a
profilácticas medidas disciplinarias equivalentes al estado de sitio, la
ley marcial o el toque de queda−, se estaría desarrollando un proceso
totalitario de reingeniería social, cuyo objetivo fundamental sería
desencadenar una restructuración económica, social y política global,
que según algunas hipótesis será regida por un nuevo
gobierno mundial(o
soberanía supranacional), controlada por una élite de poderosos especuladores financieros y banqueros de Wall Street; las grandes firmas farmacéuticas y petroleras, incluidas sus fundaciones
filantrópicasy sus laboratorios de pensamiento ( think tanks); el complejo militar industrial; las grandes compañías tecnológicas digitales y los medios de comunicación corporativos.
Es la tesis de Michel Chossudovsky, director de Global Research, para
quien la desconexión de los recursos humanos y materiales de los
procesos de producción, desencadenado por el confinamiento y paralizó a
la economía real, fue un
acto de guerra; una
operación planificada cuidadosamente, donde no hay nada espontáneo o accidental, y forma parte de un plan militar y de inteligencia de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuya intención es debilitar a China, Rusia e Irán, y desestabilizar el tejido económico de la Unión Europea.
Profesor emérito de Economía de la Universidad de Ottawa,
Chossudovsky se basa en las declaraciones del secretario de Estado
estadunidense, Mike Pompeo, quien en un aparente lapsus deslizó el 20 de
marzo, en CNN, que el Covid-19 era un
ejercicio (militar) en vivo, una
operación. Dijo: “No se trata de represalias… Este caso está avanzando: estamos en un ejercicio en vivo para hacer esto bien”. A lo que el presidente Donald Trump, que estaba a su lado, en palabras que pasarán a la historia, respondió:
Nos lo deberías haber dicho.
Estuviéramos o no ante una fake pandemic inducida y con
independencia de que el Covid-19 sea un arma de destrucción masiva
derivada de un virus que estudios científicos descartan sea un arma
biológica, la disputa por las narrativas con fines geopolíticos y de
control de zonas de influencia entre las potencias, en particular, EU y
China, ha tenido, en la emergencia, ganadores y perdedores.
Entre los ganadores se encuentra Larry Fink, presidente de BlackRock,
el fondo de inversión más grande del planeta, a quien recurrió la
Reserva Federal (Fed) de EU para gestionar miles de millones de dólares
de bonos y compras de activos respaldados por hipotecas, como una medida
para estabilizar los mercados y amortiguar el impacto financiero de la
crisis del coronavirus.
Según el analista Pepe Escobar, BlackRock posee 5 por ciento de
Apple; 5 por ciento de Exxon Mobil; 6 por ciento de Google; es el
segundo mayor accionista de AT&T (Turner, HBO, CNN, Warner
Brothers), y el principal inversor en Goldman Sachs. BlackRock es más
grande que GoldmanSachs, JP Morgan y Deutsche Bank juntos. A su vez,
Fink, su presidente, ha estado asesorando al presidente Trump sobre cómo
navegar con los efectos de la pandemia, y para todos los propósitos
prácticos, será el
sistema operativode la Fed y el Departamento del Tesoro. En otras palabras, será el administrador del fondo para los sobornos.
Otros ganadores fueron el gerente de Amazon, Jeff Bezos, quien en
sólo tres semanas de la pandemia incrementó su riqueza en 25 mil
millones de dólares; el gerente de Tesla y SpaceX, ElonMusk –quien
declaró que el confinamiento social fue una
infracción fascistaa su derecho de hacer ganancias−, aumentó su riqueza en 5 mil millones de dólares; Eric Yuan, gerente de Zoom, que acumuló 2.58 mil millones de dólares, y el cofundador de Microsoft, Steve Ballmer, quien ganó 2.2 mil millones.
Amazon, Google (hoy Alphabet), Microsoft, Apple, Zoom, junto con
Facebook, de Mark Zuckerberg (dueño de Instagram y WattsApp), y otras
corporaciones del Silicon Valley de California −ligadas al aparato de
seguridad nacional de EU− forman parte de lo que la economista Shoshana
Zuboff, de Harvard, ha denominado
capitalismo de la vigilancia, modelo que trasciende a esas firmas de tecnología digital en redes y se propagó a la economía
normal.
El modelo lo fraguó Google en la coyuntura del 11/S de 2001 –y luego
lo propagó Facebook−, y su lucrativa fórmula permite predecir (y
modificar) el comportamiento de los internautas a través de un algoritmo
de
caja negra(una suerte de maquinaria invisible). Los motores de búsqueda de esas plataformas retienen la información, lo que permite a esas compañías, según Zuboff, predecir las acciones de los consumidores en el mundo real (en casa y trabajo, en su vida diaria) con el único propósito de beneficiar a las empresas. Así, más allá de los
me gustay los clics virtuales −y sin que lo sepan− las
experienciasde los usuarios se convierten en
materias primasque permiten crear
datospersonales (nuestras caras, voces, personalidades, emociones, creencias políticas y religiosas) y elaborar
perfilespara adelantarse a
comportamientos futurosy manipular así a millones de personas; como ocurre en la coyuntura del Covid-19 y la
nueva normalidad, en detrimento de nuestra autonomía humana y soberanía individual.
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